Visitando al oráculo (only part)

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La oruga tocó el timbre. Aquella puerta que daba a la cueva era vieja y casi se caía de verla. "¿Quién es?", contestó una voz aguda. "Soy Lautaro, tengo cita con el oráculo."

"Un momento... ya puede abrir", replicó la voz, mientras sonaba un ruido como de una puerta rechinar, que daba acceso al recinto. "Puede esperar en cenote, como siempre."

"Bien," pensó la oruga, "que bueno que estoy a tiempo." Luego procedió a dejar su computadora en una de las piedras de descanso a orillas del cenote, y se sentó a observar aquellos seres fosforescentes que brillaban dentro del agua del cenote a eso de las nueve de la noche, diariamente.

Era la cuarta vez que Lautaro, la oruga, veía al oráculo. Lautaro buscaba entender el por qué de su dificultad escalando árboles de más de tres metros de altura. Y bueno, a pesar de que Séneka, el oráculo (femenino, por cierto), no era ninguna experta en el tema de escalamiento de árboles por parte de la raza de las orugas, era un oráculo, a fin de cuentas.

"¡Lautaro!," gritó una nueva voz anciana - era el oráculo, un topo hembra con 268 años de edad - "¡ya puedes subir!"

Lautaro procedió con un clavado en las aguas del cenote, como acostumbraba en cada visita. Nadó unos cuatro metros, y se sumergió uno más para así entrar en la caverna acuática del cenote, la cual contenía el remolino vertical que llevaba un chorro de agua hacia los aposentos de Séneka a unos diez metros de altura a un costado del estanque principal del cenote.

"Olgul, olgul, olgul...", dijo temblando Lautaro, mientras era impulsado por el torbellino vertical del cenote y al aterrizar de pie junto al escritorio del oráculo. "Hoy si que está fría el agua, no parecería que estuviéramos en la península de Yucatán."

"Bienvenido... siéntate." Procedió a sentarse. "A ver, ¿de qué quieres platicar hoy?," comenzó Séneka.

"Bueno... pueeeess... la vez pasada, platicamos sobre mis 14 pies y el hecho de que este número de pies, es igual al promedio entre el número de pies que tienen mis dos padres - 12 y 16, respectivamente.¨ Las orugas normales tienen 16 pies.

"Si, si," dijo Séneka.

"Creo que ya entiendo de dónde viene este número y creo que puedo entender que, ambos, mi padre y mi madre, podían escalar árboles de más de tres metros, entonces yo también debería poder hacerlo."

"Así es," contestó Séneka.

"Bueno, pues lo que he estado pensando es que mis dos patas de enfrente podrían ser el problema que me está impidiendo escalar los árboles de tres metros. Mire, señora oráculo, no se si he compartido esto con usted alguna vez, pero cuando era solo una pequeña oruga, mi madre decidió llevarme hasta lo más alto del monte en el que vivíamos; el viaje nos tomó unos 6 meses. Esa parte del monte estaba poblada por una familia de rocas minerales de color azul turquesa, muy intenso.

Mi madre me explicó que estábamos ahí para teñir mis piernas del color de las rocas - era un color precioso y brillante, y yo creí que se verían muy bien mis dos patas delanteras, pintadas con este color maravilloso. Entonces, al llegar con Hortencia, la hormiga pintor, me acosté boca arriba y esta empezó su trabajo. La verdad es que no me dolió mucho, pero el rito de esta hormiga me dio mucho miedo, ya que cantaba algo así como 'Bendita esta pintura, de rocas ardientes, de rocas celestes, siempre grandes, siempre bellas. Gracias al cielo, por su teñido eterno.'

Lo que me asustó fue que ¡el teñido fuera eterno!... por alguna razón, yo había creído que ese teñido azul precioso era reversible, pero no sería así.

Todo el camino de regreso a nuestra morada en el sauce en las faldas de aquel, lloré y lloré. Me dolió mucho saber que mis dos patas frontales nunca tendrían el mismo color café naranjoso que tienen el resto de mis patas.

Sabe, Sra. Séneka, creo que este color azul podría ser la razón por la cuál no puedo subir árboles de más de tres metros," concluyó Lautaro señalando sus patas frontales.

El oráculo reflexionó durante cinco segundos, y dijo: "Dime una cosa, Lautaro, ¿tú conoces la historia de tu madre? ¿conoces la historia sobre sus dos patas traseras?"

"Si. Se que un día la persiguió un escarabajo de pequeña, y al intentar escapar se lastimó de alguna forma y ahora casi no las puede mover."

"Pregúntale sobre esta historia, Lautaro. Debes darte cuenta por ti mismo. Lo único que te puedo decir, es que tu madre quería que tú tuvieras las patitas delanteras más bonitas de todo el bosque. Le costó años encontrar a aquella hormiga pintor, además de descifrar el camino para llegar a ella."

Lautaro tomó una nota mental y decidió que platicaría con su madre acerca de ese suceso.

"Sabe, Sra. Séneka, yo en realidad nunca quise escalar árboles. Desde pequeño, preferí la vida en los arbustos pequeños, llenos de flores, pero como mis padres siempre escalaron esos árboles grandes, y mis amigos también, creí que yo también debía hacerlo."

Séneka quitó la mirada de sus apuntes y volteó a ver a Lautaro a los ojos, con una mirada fija e iluminada, esta vez. "Tú viniste a este mundo a soltar." Procedió a hacer un apunte al respecto en su cuaderno y guardó silencio.

La frase causó un efecto muy profundo en el alma de Lautaro, no sabía bien por qué, pero le encontraba mucho sentido.

Al salir del cenote, Lautaro decidió regresar a su sauce verde flotando con la corriente del riachuelo que bajaba del cenote hacia las faldas del monte... nunca volvió a bajar la montaña más que fluyendo con el agua.

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⏰ Недавно обновлено: Sep 04, 2019 ⏰

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