Capítulo 7

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Una gota de sudor resbaló por la sien del hombre del traje. Perplejo, con las cuerdas vocales paralizadas, el enmascarado, por primera vez en mucho tiempo, sintió cómo el pánico se apoderaba de él.

—Me encanta causar esta sensación allí por donde paso —dijo el recién llegado; tenía el aspecto de un anciano de cien años, arrugado, sin apenas carne, con tan solo pellejo recubriendo los huesos—. He perdido la cuenta del tiempo que llevo prisionero, recluido en un lugar donde el tormento es continuo. —Posó la mano de dedos huesudos y largas uñas amarillas sobre la cabeza de Woklan—. Curioso que una criatura tan débil sea la causa de que las viejas barreras se estén rompiendo y de que yo esté libre.

El teniente, asustado, lo miró de reojo, tragó saliva y murmuró:

—Yo solo quiero volver con mi familia.

El ser antiguo ladeó ligeramente la cabeza y observó cómo las facciones del crononauta temblaban.

—Me lo temía, tu mente está fracturada. A tu alma, partida, le será muy difícil despertar. —Quitó la palma del cabello de Woklan y caminó hacia las personas atadas en la cinta—. Qué ironía, escapo de la prisión perfecta solo para enterarme de que dentro de poco una deidad más oscura que yo destruirá todo. —Maldijo—. Dhagmarkal, Dhagmarkal, por fin podrás llevar a cabo tu maldita obsesión. —Hundió las uñas en el estómago de una mujer y la destripó mientras gritaba—. ¿Qué puedo hacer? Me siento inútil. Mi poder es una sombra comparado con el tuyo, no soy nada. —Elevó la mano y, sin mostrar ninguna emoción, se quedó mirando los intestinos de la víctima.

—Podríamos trabajar juntos y buscar un modo de escapar —pronunció el carnicero con la voz temblorosa.

—¿Trabajar juntos? —susurró el ser antiguo—. ¿Hablas conmigo? —preguntó, clavando las cuencas vacías en el dueño del negocio—. ¿Insinúas que te necesito? ¿Qué necesito un patético torturador de débiles?

—Yo no quería. —No pudo evitar que los músculos del cuerpo sufrieran pequeños espasmos.

—Me da igual lo que quieras, no te necesito, parásito.

El ser antiguo abrió la boca, la mandíbula se le desencajó y dejó al descubierto las entrañas. Un tentáculo recubierto de pinchos de acero con una afilada punta metálica surgió de su interior, se enroscó alrededor del carnicero e hizo presión triturando carne y hueso. Los alaridos del dueño del negocio sonaron con fuerza hasta que le explotó la cabeza.

—Mierda... —murmuró el enmascarado mientras la sangre le empapaba la espalda.

El tentáculo regresó al interior del ser antiguo y la mandíbula recuperó su forma.

—Nunca soporté a los que piensan en pequeño —dijo el ser—. ¿Qué ganas destruyendo una, dos o diez almas? —Hizo una pausa, paladeó el sabor del carnicero y sentenció—: Nada, no ganas nada. No logras hacer que el equilibrio fluctúe. Nunca he movido un dedo si no ha sido para destruir millones de vidas. Esta basura me ponía enfermo, se creía un dios por haber vuelto locos a unos pocos humanos y hacerlos sufrir. —Por primera vez desde que entró en el local, sonrió y dejó al descubierto la masa de gas oscuro que ocupaba el interior de su boca.

El hombre del traje sacó una pitillera oxidada, cogió un cigarro de tabaco negro y movió un poco la máscara para poder fumarselo. Encendió el pitillo con una cerilla, dio una calada, miró al ser antiguo y preguntó:

—¿Fumas? Yo lo había dejado, pero cuando estoy nervioso no puedo evitar volver al vicio. —Mordió la boquilla—. Bueno, si te soy sincero, vuelvo a él cuando estoy nervioso o cuando me apetece. —Forzó una sonrisa para intentar ocultar el nerviosismo—. En mis cuatro años de vida nunca imaginé que acabaría así. —Dio una fuerte calada, tiró el cigarro al suelo y lo pisó—. En fin, no puedo luchar contra lo inevitable. Te comprendo, estarás tan cabreado por haberte pasado una eternidad encerrado que no querrás dejar de matar y destruir hasta que el deicida te mate a ti. —Se quitó la máscara y dejó al descubierto el rostro quemado—. Adelante. ¿Para qué esperar más? Hazlo ya.

Entropía: El Reino de DhagmarkalWhere stories live. Discover now