Fiesole

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POV NATALIA

Los siguientes días fueron increíbles. Cortona es de película, con sus calles de piedra, su mercado de frutas, su gente alborotadora... y el hotel en el que estábamos era un viñedo impresionante. Una tarde, al atardecer, dimos un paseo entre los viñedos y fue el momento más mágico que he vivido nunca. En San Canciano dei Bagni nos dedicamos a mimarnos, pasábamos la mañana dando un paseo y la tarde en el spa del hotel que era una maravilla. San Giminiano me robó el corazón. Sus calles desprendían historia y Alba disfrutaba como una niña contándome todas las anécdotas e historias que conocía sobre la ciudad. Me encantaba la pasión que tenía al hablar de cosas que le entusiasman.

Me giré sobre la cama y vi a Alba dormida plácidamente. Hoy era nuestro último día, estábamos en Florencia. La acaricié la cara suavemente y le retiré el pelo que tenía de la mejilla. Ella se revolvió un poco sobre la cama.

-    Hmmmmm – gruñó bajito.
-    Buenos días rubia...
-    Buenos días Nat – Alba se incorporó y besó a Natalia.
-    Me encanta despertar contigo, estás guapísima.
-    Que mentirosa, si por las mañanas parezco un ogro – Alba rió.
-    Es imposible que la persona más guapa de España parezca un ogro...
-    Calla tonta – Alba se abrazó al cuello de Natalia.
-    Me voy a la ducha, ¿te duchas conmigo? – dijo mientras se levantaba de la cama.
-    Si alguna vez te digo que no a esa pregunta, ingrésame porque estaré loca.

Me acerqué a Alba y la abracé. Luego nos duchamos juntas. Me encantaba ducharme con Alba. Tenía una piel suave y llena de lunares. Podría colocarlos todos perfectamente de memoria. Los días anteriores había estado planeando algo especial para Alba para este último día. El viaje había sido un sueño y quería hacer algo especial para ella, así que había planeado el día completo.

-    ¿Qué te apetece hacer hoy? – preguntó Alba secándose el pelo con la toalla.
-    Lo tengo todo planeado rubia – le contestó Natalia.
-    ¿Ah si? – preguntó Alba acercándose a Natalia.
-    Ajá – musitó Natalia mientras abrazaba a la rubia.
-    Eres la mejor.

Nos vestimos y bajamos a desayunar algo a la terraza del hotel. Tenía una pequeña piscina alrededor de la que estaban las mesas. Alba llevaba una camisa blanca y una mini falda vaquera. Estaba guapísima, aunque siempre lo estaba. Yo me había puesto un pantalón vaquero y un top blanco. Desayunamos un poco de fruta y un café y entonces salimos del hotel. Nos subimos al coche y conduje una media hora hacia nuestra primera parada. El trayecto era precioso, íbamos subiendo una montaña, y en lo alto de la montaña se encontraba Fiesole. Aparcamos y bajamos del coche.

-    ¿Dónde estamos Nat? – preguntó Alba cerrando la puerta del coche.
-    Estamos en Fiesole, es una ciudad pequeñita, pero ya verás que vistas tiene de toda Florencia.

Le cogí la mano a Alba y ella se agarró fuerte. Dimos un paseo por la ciudad, era sábado, y eso significaba mercado. Paseamos por sus puestos y compramos bastantes cosas, quesos italianos, algunas especias, unos cuantos botes de aceitunas porque Alba se había enamorado de las aceitunas italianas... fue un rato muy divertido. La ciudad era preciosa y la gente muy amable. Después de dar un paseo la llevé a un mirador. Al llegar yo misma me quedé impresionada de la vista, y eso que había visto mil fotos.

-    Natalia... esto es precioso – dijo mientras se abrazaba a su cintura - ¿cómo lo has encontrado? Nunca había oido hablar de este sitio.
-    Pues buscando planes diferentes en Florencia, y quería hacer algo especial por ti, este viaje ha sido increíble Alba y todo es gracias a ti.
-    Si este viaje ha sido increíble es porque tu estás aquí conmigo. En la vida lo habría imaginado, te lo aseguro. Eres todo lo que nunca busqué, y esa es la mejor sorpresa que me he llevado nunca.
-    Alba hablas tan bien...

La agarré suavemente la cara y la besé. Fue un beso tierno y romántico que acabó en un abrazo apretado, diciéndonos sin palabras que no queríamos que ese momento acabara nunca. Me aparté delicadamente y le acaricié la cara.

-    Alba...
-    Dime Nat – Alba elevó la cabeza para mirar a Natalia.
-    No te asustes, pero tengo la necesidad de decirte una cosa – Natalia estaba visiblemente nerviosa.

Vamos Natalia, dilo.

-    ¿Qué pasa Nat? Me estas asustando.
-    Te quiero Alba. Te quiero mucho, como creo que nunca he querido a nadie. Has aparecido de repente y me has cambiado la vida. Y no tienes por qué contestarme ni decirme nada, pero yo te quiero y quiero que lo sepas.

Alba me miraba con los ojos muy abiertos. Por un momento pensé que la habría asustado.

-    Natalia yo también te quiero – Natalia cogió a Alba en volandas y se fundieron en un sentido abrazo.

Permanecimos abrazadas unos cuantos minutos, mirando las vistas. En ese momento me di cuenta de que no quería separarme de Alba nunca. La abracé más fuerte. Y me di cuenta también de que Fiesole se había convertido en mi sitio favorito del mundo.

-    Me muero de hambre Nat – Natalia rió.
-    Ves como siempre tienes hambre.
-    Siempre. Por favor vamos a comer.
-    Vamos – se separaron y Natalia agarró la mano de Alba.

POV ALBA

Iba de la mano de Natalia y no podía sentirme más feliz. La quería. La quería de verdad. Y yo misma estaba sorprendida. Normalmente me cuesta mucho tiempo enamorarme de una persona, pero Natalia había irrumpido en mi vida como un elefante en una cacharrería, la había desordenado por completo, pero me había curado el alma. Me había ayudado a reconciliarme conmigo misma y con el amor. Ese amor romántico de las películas que yo había dado por hecho que no existía cuando me desenamoré de Raúl sin un motivo, solo con el paso del tiempo. Pocos minutos después entramos en un pequeño restaurante y nos llevaron a una mesa en un pequeño mirador, las vistas eran impresionantes. Comimos de todo, pedimos burrata con tomates confitados, bruschettas de tomate cebolla y albahaca, raviolis de ricota y espinacas y unos tagliatelle al pesto con piñones que recordaré toda la vida. De postre nos tomamos el mejor tiramisú que había probado nunca.

-    Creo que ha sido la mejor comida de mi vida... gracias por esto – Alba acarició la mano de Natalia.
-    Te lo mereces Albi.

Poco después de terminar el postre volvimos al coche y llegamos al hotel. Mientras íbamos en coche yo miraba las fotos que nos habíamos hecho en aquel mirador donde nos dijimos te quiero por primera vez. Recordaré siempre la ciudad de Fiesole por haberme regalado ese momento. Dejamos allí las compras y volvimos a salir a la calle para aprovechar nuestra última tarde allí. Paseamos por el centro de la ciudad parándonos en comercios y tiendas, íbamos como dos niñas felices con un helado enorme cada una. Después de un rato volvimos al hotel y Natalia me dijo que quedaba una sorpresa. Nos duchamos y nos vestimos, cuando salí del baño y vi a Natalia me mordí el labio por lo impresionante que estaba. Llevaba el pelo recogido en un pequeño moño que solo dejaba libre su flequillo y algún mechón rebelde. Se había puesto un vestido negro ajustado de tirantes con el escote en forma de corazón y unos botines negros con un poco de tacón.

-    Estás increíble Natalia – dijo Alba mientras la morena le guiñaba el ojo.
-    Tú tampoco estás nada mal Albi... - se acercó a ella y la besó tiernamente en los labios.
-    ¿Me cierras la cremallera porfa? – Alba se dio la vuelta.
-    Claro.

Natalia acarició mi espalda antes de cerrar la cremallera y a mi me recorrió un escalofrío. Yo me había puesto un mono de tirantes largo, de color gris oscuro con unas finas líneas plateadas y unas sandalias de tacón negras. Salimos del hotel de la mano y fuimos dando un paseo hacia donde Natalia me llevaba esa noche a cenar. Pocos minutos después llegamos a un restaurante pequeñito, situado a la orilla del rio, con unas vistas preciosas de Florencia iluminada. Cenamos de maravilla, Natalia hace poco decidió que siempre que estuviera conmigo no comería carne ni pescado, decía que le parecía mal comer cosas que yo no hacía. Era monísima. Estaba disfrutando de su plato de pasta mientras yo la miraba embobada.

-    ¿qué me miras Albi? – dijo mientras sorbía un spaguetti y se manchaba la mejilla de salsa de tomate.
-    Eres un bebé – dijo Alba mientras se reía y le limpiaba la cara con su servilleta.
-    Gracias rubia.
-    De nada.

La becaria // AlbaliaWhere stories live. Discover now