12 | Es lo que mereces

36 6 0
                                    

Le dio un último vistazo al mensaje final

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Le dio un último vistazo al mensaje final.

Necesitaba que Camile se diera prisa, porque no tenía idea de cuánto tiempo más iba a durar toda esa situación. Además, ¿qué iba a hacer a partir de ahora? Ya no podía fiarse de Juliette, pero tampoco quería que esta sospechara nada.

Soltó un suspiro y después se guardó de nuevo el móvil en el bolsillo. No le quedaba otra que salir de ahí y fingir que todo seguía como antes. Abrió la puerta y se dirigió a la habitación de antes, pero se sorprendió al ver que Juliette no se encontraba allí.

Un pensamiento fugaz cruzó por su cabeza.

Se apresuró con rapidez hasta la cómoda en busca de la carpeta con tal mala fortuna de que ya no estaba allí. Alguien se la había llevado y tenía una ligera idea de quién había sido. ¿Pero por qué? ¿Cuáles eran los motivos de Juliette para hacer todo esto? ¿Qué ganaba ella?

Salió de la habitación y recorrió todo el pasillo en dirección a las escaleras principales. Tal vez había decidido bajar e investigar por su cuenta. Justo cuando llegó al borde y estaba a punto de pisar el primer escalón, escuchó varios murmullos. No era solo una voz, había más de ellas y parecían estar cerca.

Permaneció quieta, tratando de hacer el menor ruido posible y escuchó lo que decían:

—Esto es lo que hemos encontrado.

Supo en el primer instante que esa voz pertenecía a Juliette, y por el comentario, lo más probable es que le estuviera hablando de la carpeta.

—¿Sospecha algo? —preguntó otra voz.

No la reconoció, pero una pequeña parte le decía que podía ser de Isabelle.

—Nada. Ahora está en el baño y yo aproveché para tomar la carpeta sin que se diera cuenta.

—Muy bien hecho. Es hora de que las cosas tomen otro rumbo.

Grace dio un paso hacia atrás.

¿Qué significaba eso? ¿Acaso iban a deshacerse de ella? Las cosas parecían ir cada vez peor. Si se escondía en algún lugar de aquella casa, no habría forma de que no dieran con ella, pero si bajaba ahora... ¿Qué le esperaba? Prefirió mantenerse donde estaba, tratando de no hacer ningún ruido.

Si alguien se percataba de su presencia, estaba muerta.

Muerta.

Muerta.

Muerta.

Esa palabra se repitió varias veces en su cabeza. No quería morir.

Pese a que cuando Annie decidió quitarse la vida, días después deseó reunirse con su hermana, con el tiempo aprendió a convivir con el dolor y siguió adelante con su vida. También estaban sus padres... Llevaba tiempo sin hablar con ellos, pero no quería hacerles eso. Perder a una hija fue muy duro para ellos, no se quería imaginar lo que significaría perder a la única que les quedaba.

Grace contuvo el aliento. Ahora mismo deseaba estar recostada en el sofá de su casa, con un libro en sus manos y una taza de café. Incluso se conformaba con ver una de esas aburridas películas que echaban por la tarde en la televisión. Cualquier opción era mejor que la actual.

Las voces se callaron de un momento a otro. Pensó que habían dado por finalizada la conversación, pero no escuchó movimiento de pasos, por lo que no debían de haberse movido del sitio. Temió ser descubierta, así que dio la vuelta y se dirigió de nuevo hacia el baño.

Era el único lugar que le inspiraba cierta seguridad.

Tan solo había dado un paso, cuando sintió una presencia a su espalda. Se congeló en el sitio. Algo le decía que no se trataba de Juliette, ella era ruidosa, y por otro lado, le habría llamado por su nombre.

No. Quien estaba detrás de ella no era Juliette.

Lentamente se dio la vuelta, y sus ojos se toparon con una mujer. Tenía el cabello corto, de un color grisáceo. Su cara le resultaba familiar, pero no recordaba dónde la había visto. Vio como sus labios se curvaban en una sonrisa. Eso le produjo un escalofrío.

—Al fin nos conocemos, Grace.

Su mirada era penetrante. Sabía que estaba tratando de intimidarla, y no se dejó achantar por eso.

—¿Quién eres?

Esperó una respuesta de la mujer, pero esta no llegó. Intentó hacer memoria, y entonces... ¡El cuadro! Era una de las mujeres que aparecían en el cuadro de la habitación donde ella y Juliette encontraron la carpeta.

—¿I... Isabelle? —preguntó dudosa.

—No soy Isabelle. Soy su hermana.

La verdad es que le daba bastante igual si era su hermana, su prima o una amiga. Esa mujer estaba detrás de ella y no entendía por qué. Además, había matado a Parker, lo que implicaba que era una asesina. Deseaba con todas sus fuerzas que Camile se diera prisa. No podía aguantar más tiempo en aquel lugar.

—¿Qué quieres de mí? —le increpó—. ¿Por qué estás haciendo todo esto?

—Porque es lo que mereces. Tú y tu familia le quitasteis su hija a mi hermana.

¿Annie? ¿Qué tenía que ver ella en todo esto? Cada vez le resultaba más complicado entender de qué iba todo. Estaba atrapada en una casa bajo el control de una loca, había descubierto un cadáver en el tren, otro en una de las habitaciones y ahora esa mujer le decía que todo era por ella. Que era culpa de su familia.

Sin duda la idea de que estaba empezado a tener alucinaciones cruzó por su cabeza.

—Eres una asesina —escupió ante la mirada burlesca de la mujer—. Has matado a una chica, y Parker... —No pudo acabar la frase cuando sintió una de sus manos rodear su brazo.

—Parker no está muerto.

Eso la descolocó por completo. ¿Cómo que no estaba muerto? Ella lo había visto con sus propios ojos. Juliette le había tomado el pulso y no tenía. Era imposible que Parker estuviese vivo. Seguro que estaba mintiendo, tenía que ser así, porque era incapaz de encontrarle una explicación coherente.

Unos pasos hicieron eco a lo largo de pasillo. Alguien más se acercaba hasta ellas. Por un momento pensó que se trataría de Juliette, pero no podía ser. Había escuchado su voz en la planta baja.

Poco a poco se fue dando la vuelta y casi se le cortó la respiración cuando su mirada se topó con Parker. Se hallaba a tan solo unos escasos metros de ella, pero eso no era lo que más le impactó.

Estaba vivo. Parker estaba vivo.

—Veo que has conocido a mi madre. —Su voz no sonaba como antes. No se parecía en nada al chico asustado del vagón.

 No se parecía en nada al chico asustado del vagón

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Detrás de la máscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora