Los lentes

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          Dentro de una pequeña caja en una bodega habita por muchos años encerrado y sumando polvo, unos lentes antiguos que pertenecían a Neftalí Reyes, esos lentes estaban olvidados en la memoria de su nieto Alexander. Este, ahora adulto con 35 años en sima soportando los sube y baja de la vida, entro a la bodega a buscar unas herramientas, un martillo y clavos para colocar un cuadro nuevo unas fotos familiares con su hijo.

         La bodega dentro de la casa es bastante oscura, Alexander debe encender la luz y revisar algunas cajas hasta que encuentra el martillo, lo difícil es buscar los clavos, son demasiadas chucherías que guarda, maldice sabiendo que todo eso es su responsabilidad –ya pronto me voy a deshacer de todo– se dice a sí mismo. De repente toma una caja pequeña en lo alto de un estante, una caja sin tapa que al tomarla sus ojos se van de inmediato al interior quedándose congelado, varios segundos queda en esa pose impávido, los recuerdos deambulan en su mente rápidamente, saca los lentes con mucha cautela y se los coloca.

          Alexander se transporta a través de los recuerdo, posee 5 años sentado en la alfombra de su casa, con un libro de animales en las manos, él tiene los lentes de su abuelo puestos, mientras Neftalí lo observa con agrado y un regocijo que no le cae en el pecho.

          –Tata ¿Qué dice ahí?–

         Neftalí deja el diario a un lado y toma al menor y el libro y lo sienta en el sofá junto a él

          –Te enseñare las letras para que aprendas a leer–

         acto seguido comenzó a mostrarle una por una y que las fuera repitiendo, así completo su primera palabra caballo.

         Lo que para nosotros serian segundos, para Alexander se hizo eterno, al sacarse los lentes volvió al presente dentro de la bodega, su nostalgia lo abraza sin soltarlo hasta que su hijo, Matías aparece de improviso sacándolo del trance, el niño inquieto pregunta por los lentes lo que su padre responde que el dueño era su bisabuelo. Alexander le viene un repentino y armonioso deseo de ir a visitar a su abuelo, al compartir esa idea con su hijo para que lo acompañe, este se molesta se cruza de brazos y le hace el quite con la vista, el viaje es largo y Matías prefiere estar en casa. Esa opinión cambia rápido cuando su papá le ofrece comprarle un rico helado mientras lo acompaña.

         Padre e hijo salen de la casa por un barrio antiguo y hermoso a la vez, caminan de la mano a paso lento, Alexander distraído su atención repara en un anciano de ropa gastada que viene por la calle hacia ellos, pedaleando sobre una bicicleta el viejito al pasar junto a ellos les saluda con una sonrisa sencilla, mostrando una humildad que lo cautiva, Alexander no le saca los ojos de encima hasta que el anciano se aleja lo suficiente para perderle de vista.

        Un viaje mágico al pasado y Alexander de 10 años llorando a fuera de la casa con pantaloncillos y las rodillas rasmilladas, junto a él, la bicicleta en el suelo. Neftalí una vez junto a él lo abraza y lo consuela para que deje de llorar, le pide que lo intente de nuevo, pero el menor se resiste, no quiere saber nada de la bicicleta, tiene miedo de volver a caer. Su abuelo lo reconforta con sutileza diciéndole que lo intente una vez más, es normal caerse, que a su misma edad también se cayó varias veces de la bicicleta. La negativa de su nieto era rotunda mientras seguían saliendo lágrimas de sus ojos

          –Alexito, confías en mí?–

         el menor solo afirma con la cabeza. Neftalí le pide que se vuelva a subir que no soltara la bicicleta hasta que él lo logre, hay que vencer al miedo para lograr las cosas

          –Confías en mí?–

         Alexander una vez más confirma con la cabeza, su abuelo logra convencerlo de intentarlo una vez más, el menor sube con miedo y comienza a pedalear mientras Neftalí sujeta la bicicleta del asiento. Llega un punto en que Alexander pedalea sin parar dejando a su abuelo atrás, solo con su vehículo sintiéndose el dueño del mundo

          –¡Confianza Alexander, confianza!–

         El día avanza y el calor aumenta, Alexander y su hijo van en un bus del transporte publico, Alexander siente añoranza por su abuelo, espera llegar luego, Neftalí es la única imagen paterna solida que tuvo en su vida luego de la muerte de sus progenitores, ambos iban de compras para navidad y dejaron al pequeño Alex con su abuelo el día del fatídico accidente. El bus se detiene junto al paradero y Matías ve una pareja de adolescentes sentados besándose apasionadamente esperando otro bus, el cariño que se demostraban era tan intenso que las manos de él recorrían partes íntimas a plena luz del día. Matías una vez más saca a su papá del trance

        –Papá ¿mi mamá fue tu primera polola?–

        La respuesta fue negativa, la verdad es que su primera polola fue del colegio a la misma edad del par de adolescentes del paradero, incluso más de alguna vez actuaban igual.

        Hora de once, ocho de la tarde. Neftalí más viejo y Alexander adolescente y lleno de espinillas, ambos están sentados a la mesa saciando el hambre. Los minutos pasan y el silencio atocha el lugar, el joven rompe de golpe ese silencio con un comentario

         –Me gusta una compañera–

         Neftalí no alcanza a llevar la taza a la boca y comienza a interrogar a su nieto; descubre que la compañera que tanto le atrae no lo toma en cuenta, incluso se molestó cuando supo lo que Alexander sentía por ella. Neftalí viejo sabio le aconseja al muchacho que lo factibles es tratarla con respeto, ser un caballero, esos puntos son fundamentales, así conquisto a la abuela de Alexander y su papá conquisto a su mamá. El muchacho con la cabeza en las nubes bromea con comprarle chocolates y flores, sin embargo, Neftalí le entrega un billete de 500 pesos donde pedro de Valdivia se refleja claramente

          –Compraselos, tal vez no lo valore, pero con el paso del tiempo y si eres constante, ella lo valorará–

         Boquiabierto el joven Alexander toma el billete casi en cámara lenta ante la sorpresa de su abuelo. Alexander camina por un barrio antiguo de la ciudad, de la década de los 50; lleva en brazos a su hijo quien se quedó dormido. A la distancia observa con detención, su mente entra en pausa y su caminar se ralentiza, sus ojos se pegan en una pareja de ancianos, ella sentada en una silla de ruedas empujada por su esposo, ambos sonrientes a pesar de los años a cuestas y un matrimonio de décadas. Ambos ancianos pasan junto a padre e hijo, Alexander en su vehemencia calcula ochenta años en cada uno.

          El tiempo retrocede y Alexander en la casa de su niñez se acerca a su abuelo con un plato de comida, Neftalí muy canoso, se acomoda los lentes, mientras ve televisión, el anciano no quiso ir a comer al comedor, quiso quedarse en el living. Neftalí no le da importancia a los protocolos como antes. Alexander ya un hombre adulto le da de comer al anciano, este le cuesta comer y moverse rápido

          –Alexito cuando tu abuela se fue de mi lado, sufrí mucho–

        Alexander le incomoda cuando su abuelo se pone melancólico. Alexander jamás conocía a su abuela, ella murió antes de que Neftalí se hiciese cargo de él.

         –Tata no piense cosas tristes–

        Pero Neftalí insiste en recordar a su difunta mujer, comenta que los buenos momento vividos con ella le ayudaron a sobrellevar la pena y el dolor. Alexander con su cabeza en cualquier parte ante una vida llena de responsabilidades quiere distraer a su abuelo cambiando el tema, sin embargo, su abuelo más sabio y suspicaz le recalca a su nieto que la muerte duele y es parte de la vida es lo normal, es un ciclo, la gente que se va hay que recordarla en esos momentos bellos que nos regalaron, sin embargo, Alex perdido en sus ideas como siempre, solo repara en la silla de ruedas que su abuelo esta sentado.

          –¡Estas poniendo atención muchacho!–

         De golpe Alexander aterriza va con su hijo de la mano mientras el menor come un rico helado. Ambos padre e hijo llegan a su destino, un viento recorre el cementerio dándoles la bienvenida a los visitantes. Junto a la tumba se lee claramente "Neftalí Reyes Reyes 1928 – 2015" una foto de abuelo, el viejo se ve sonriente usando los mismo lentes que Alexander encontró en la caja. Mismos lentes que saca de un bolsillo para dejarlos junto a la foto. Matías observa a su papá con los ojos llorosos y en su inocencia procede a limpiar las lágrimas de Alexander, este en un regocijo y orgullo por su hijo lo estrecha en sus brazos, ambos se quedan contemplado la foto de Neftalí.

         –Si te hubiese conocido, sería uno de los hombres más felices del mundo– le comenta a su hijo.

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⏰ Last updated: Aug 31, 2019 ⏰

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Los lentes (cuento)Where stories live. Discover now