C I N C O

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Freddie estaba atónito, no podía creer que el tipo que tenía frente a él se tratara de aquel hombre al que rechazó hace tiempo.

Sintió un escalofrío recorrer su espalda y una mezcla de sentimientos se hizo presente en su cabeza. Miedo; por él, por sus amigos y por todos los desconocidos que se encontraban ahí mismo. Odio, específicamente hacía el tipo que tenía enfrente ¿De qué se trataba? ¿Era acaso una macabra coincidencia, uno de esos torcidos juegos del destino, que volviera a ver a ese hombre, ahí en esa situación? <<Por fin estas aquí>>, le dijo aquel hombre.

No, no se trataba de ninguna coincidencia. Aquello era una perfecta, retorcida y bien elaborada venganza.

Freddie había rechazado a Paul y para este aquello resultaba ser la ofensa más grande que pudiera recibir. Su amor propio y autoestima estaban basados en la cantidad de hombres que lo halagaban, en cuantos lograba llevarse a la cama, en las atenciones que recibía de cada uno, en el empeño que ponía cualquier persona en obtener su atención. Dependía enormemente de tener la aprobación ajena, y de sentirse rodeado de personas que le adularan. Aunque el mismo sabía que la gran mayoría de esa compañía era una farsa, pues la misma treta que había intentado usar con Freddie, la había utilizado con otros chicos a los que su posición económica y contactos sí lograron deslumbrar. Aún así, a su ego desbordante aquello parecía no importarle, sólo deseaba sentirse alabado por terceros.

Siendo un hombre sumamente rencoroso, Prenter no iba a olvidar tan fácil aquello que lastimó en lo más profundo su autoestima. Dedicó un par de meses a encontrar el castigo perfecto para aquel hombre de exóticos rasgos. Frustrado, le daba una y mil vueltas al asunto sin hallar una idea que realmente le satisficiera, hasta que se dio cuenta que la respuesta siempre la tuvo frente a él. Después de aquel desafortunado encuentro en el pub en Londres, Paul dio órdenes de seguir muy de cerca los pasos de Mercury, no le fue difícil hacerlo, pues con entregar un poco de dinero por aquí y otro tanto por allá pudo dar sin ningún problema con las ubicaciones del chico, los lugares que visitaba frecuentemente y obvio, el apartamento que compartía con sus amigos.

El objetivo principal de Paul siempre fue Freddie, pero después se dio cuenta que los otros tres jóvenes eran bastante atractivos también y seguro le serían de gran utilidad para el fin que había contemplado. Además con todo el tiempo que estuvo tras de él, Prenter notó la cercanía de los cuatro, eran bastante unidos y un beneficio adicional sería golpear al azabache en donde más le dolía, en el amor y cariño que sentía por sus amigos. Y hacerlos pasar por lo mismo a todos, sería el precio que Freddie debería de pagar por haber rechazado a un miserable sin escrúpulos. 









El primer pensamiento que tuvo Freddie fue el de lanzársele a los golpes al tal Paul, pero vio al tipo rubio que aún estaba doblado por el dolor del golpe que recibió y se reprimió, era mejor no provocar algo que pudiera poner en riesgo su integridad.

Brian y Roger fueron los únicos que se dieron cuenta del acercamiento que Prenter tuvo con Freddie, pero no trataron de hacer ningún movimiento ni se atrevieron siquiera a emitir algún sonido. Ya habría tiempo para preguntar que sucedía. O eso era lo que esperaban.

Después de varios minutos de un torturante silencio, tiempo en el que el hombre que tenían frente a ellos solo se había dedicado a pasear los ojos con detenimiento en cada uno de los presentes, por fin se rompió.

—Seguramente todos ustedes se estarán preguntando ¿Que están haciendo aquí? también deben preguntarse ¿Qué es este lugar? Y ¿Por qué los trajeron hasta aquí? Bueno pongan atención, que sus dudas están por resolverse.

El hombre hablaba tan sereno, como si estuviese dando una conferencia de un tema que dominaba a la perfección a un grupo de estudiantes, o como si estuviera intentando venderles algo y con suma indiferencia, continuó su monologo.

Bajos Instintos [Maylor] [Deacury] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora