Villanos.

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— ¿Qué quieres decir con que una coneja salvó al oso?— La voz controlada aumentó de timbre hasta que el peón que había entregado el informe, tembló de miedo.
—Era un conejo grande, con colmillos. Grandes colmillos enormes.
—Los conejos no tienen colmillos, imbécil. Debiste haber movido con la mano una condenada zanahoria delante de ella. —Una falta de paciencia con la rata rastrera hacía que la orden fuera de deshacerse de él fácilmente. Los guardias arrastraron a los gritones roedores lejos de las jaulas donde encerraban a los sujetos de prueba.
—Jefe. — Su lugarteniente, una hiena escorbuto, entró y enseñó en la mano una memoria USB. —Creo que tiene que ver esto.
—Más vale que sea bueno. —Fue la respuesta. Tamborileó los dedos impacientes en el apoyabrazos.
El lacayo, quien había logrado escapar de la emboscada que había salido muy mal con solo unos cuantos peones, mientras que habían perdido a todos los sujetos de prueba lo que era más caro que los mercenarios, había quedado grabado en la tarjeta de memoria en un video. Las imágenes del oso desplomándose de sus cadenas, y echando a correr. Aburrido, hasta que una mujer con el pelo rubio se unió a los cautivos, pero fue lo que sucedió después de la primera oleada de guardias que resultó más interesante. Inclinándose con la boca abierta, su incredulidad creció mientras la modesta mujer se transformaba en una criatura de terror y de perfección.
— ¿Quién es ella? La quiero a ella. —Y a los genes que atraviesan su cuerpo.
—Es de la CUP.
—Sí, parece ser que ella aparece en un buen momento, pero ¿quién es?
La hiena dio un suspiro que le valió una mirada oscura.
—Una agente de la CUP, de la Coalición Unidos Peludos. También pasa a tener el apartamento de enfrente del oso.
—Y es ¿qué?, ¿descendiente de conejos asesinos?
—No, aún mejor. Hice algo de investigación. Su familia parece que porta un gen recesivo en algunos miembros de las bestias de la familia de tiempos prehistóricos.
—La quiero. A ella y al oso, en realidad. Serían perfectos para la prueba.
—Como usted quiera. —El siervo que le había fallado, una maldita hiena cuya idea de higiene hacía que las ratas de alcantarilla olieran agradablemente, se escurrió de la sala con evidente alivio por haberse redimido, lo que le ahorraría un día más.
Solo, una sonrisa brotó mientras las manos se rozaban alegremente. Una risita malvada hubiera sido conveniente también, pero dominar mos sonidos de los huesos correcta y escalofriantemente, aún quedaba fuera del alcance de su práctica a pesar de todo.
Pero si puedo aprovechar ese gen prehistórico, cómo me oiga no importará. Finalmente, todos me temerán y voy a jugar cualquier maldito juego que me guste, usándolos a ellos como bolas.

EL OSO Y LA CONEJITA (FINALIZADA)Where stories live. Discover now