XVIII

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Capítulo 18:
Confianza


La reina Agnes pestañeó una vez.

―¿Cuál trato? ―inquirió sin inmutarse.

Apreté los dientes y mis dedos inquietos se cerraron sobre la tela de mi vestido.

―No nos haga perder el tiempo, sabe bien cuál trato ―mascullé―. Si oculta información, recuerde que le está ocultando información a la corona de Atanea.

Agnes sonrió con desafío. Kaleb apoyó un tobillo sobre una rodilla y estiró un brazo por detrás de mi espalda.

―Amor, si le hablas así a la reina, no creo que consigamos nada ―me susurró, lo suficientemente fuerte como para que ella también escuchase.

Lo que faltaba, estábamos jugando al policía bueno y al policía malo.

―¿Son novios? ―preguntó ella.

―Sí.

―No.

Lo fulminé con la mirada. Kaleb movió el brazo para tomarme la mano y la quité de un golpe. Agnes soltó una carcajada cantarina.

―Ya me parecía. Los rumores dicen que eres la novia de su medio hermano, Theo Jatar ―apuntó.

―No es su hermano ―repliqué―. Como sea, reina, necesitamos la información, y la necesitamos ahora. Krishna utilizó al reino de Lumba para amenazar la paz y prosperidad de los reinos indefensos, incluyendo el suyo. Si oculta información, la reina Eloise podría pensar que sigue siendo aliada de Krishna.

Agnes cambió de pierna y apoyó la otra sobre su rodilla. Sus movimientos calmados y armónicos me exasperaban.

―No tildaría a mi reino de indefenso. La tecnología de los otros doce está a años luz comparada con la nuestra ―repuso, y su mirada se afiló―. Mi reino no estuvo en riesgo durante la guerra.

Enarqué una ceja.

―Ah, ¿no? Y si posee tanta tecnología, cosa que lo hace sumamente poderoso, ¿por qué no fue parte de la alianza con los reinos más fuertes para vencer a Lumba bajo la dictadura de Krishna? ―repliqué acusatoria.

 Kaleb tenía una media sonrisa dibujada, evidentemente encantado por el debate.

―Si mi reino no estaba amenazado y estaba en una posición neutral, ¿para qué iba a usar nuestros recursos, dejando a mi pueblo expuesto, princesa Claire? ―rebatió Agnes.

No me lo podía creer.

―¿Cómo que para qué? ―Mi voz subió el tono y salió más aguda al final―. ¿Para escudar a las miles de vidas indefensas, por ejemplo? ¿Pelear por la justicia? ¿No? Nada importante, ¿verdad? ―ataqué. No me había dado cuenta de que ya estaba sentada en el borde del asiento.

Agnes movió un hombro delicadamente.

―No estoy de acuerdo con el actuar violento de ustedes. Creo que hay otros métodos de negociación, como el diálogo.

Me entraron ganas de lanzarle un vaso de agua en la cara. 

Tampoco me gustaba la violencia, pero ¿dialogar con Krishna? Me tenía que estar jodiendo.

―Claro, por supuesto, como eso no lo intentaron ya. Krishna estaba tan abierta al diálogo, sobre todo cuando asesinó a su propia gente ¡por cuestionarla! ―rugí, y el peso de mi cuerpo se inclinó hacia adelante.

La reina perdió su semblante armónico y sus duras facciones se tensaron. Apoyó las manos en los brazos de su gran trono y se levantó lentamente.

―Soy la reina de Cyril, y usted, princesa, está en mi territorio cuestionando las decisiones que tomó por la paz y prosperidad de mi pueblo. ¿Esa es su estrategia? ¿Venir a atacarme en mi propia casa, cuando está todo el pueblo afuera esperando para escucharme? ―Moduló cada palabra de forma muy marcada, con una amenaza tácita en cada sílaba.

Princesa de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora