Capitulo II

88 19 2
                                    


Yoongi sintió que se asfixiaba. La lluvia había empezado a caer y las gotas frías le calaban los huesos.

Sucedió en un instante. El rugir de un trueno lo obligó a hacerse un ovillo en la esquina de aquel callejón.

De la misma forma en que se desbordaría el caudal de un rio, así se desbordaba todo su ser.

Primero apareció el miedo, irracional y frío. Después la angustia. Le siguieron las lágrimas, grandes y pesadas gotas saladas que caían por su rostro, mezclándose con la lluvia.

Al final llegaron los gritos, desgarrando su propia garganta. Un loco muriendo de agonía en mitad de la noche.

En algún punto de su pánico, fue lo suficientemente lúcido como para correr.

Yoongi desapareció, perdido en la bruma del pánico que lo ahogaba, y, cuando el miedo se fue, llevándose sus energías y ganas de vivir, se vio envuelto en mantas verde menta, y grandes ojos castaños mirándolo con ansiedad, labios rosas y gruesos fruncidos en una mueca de desesperación y el calor de dos manos apretándole los hombros.

Naturalmente, Yoongi se asustó y huyó.

Dicen las leyendas, que cuando dos almas están destinadas, no importa cuanto lo evites, de una forma u otra siempre terminarás llegando a ella.

Yoongi no podía explicarse cómo es que se encontraba nuevamente en la puerta de aquél bar.

Si, podía decir que se sentía un poco cohibido, tal vez algo entusiasmado.

Sin embargo, aunque nunca fue valiente, en ese momento tenía que serlo.

Se dió un tiempo fuera después de aquella noche tormentosa de la cual no recordaba cómo llegó hasta ahí, pero que increíblemente tenía grabado a fuego en la cabeza y el corazón, la sensación cálida que le generó aquél lugar, como si fuera la pequeña casa del pueblo donde creció.

No sabía si era el piano, el olor a ramen recién cocinado, el calor de las estufas o esos ojos castaños que no lo habían dejado dormir en paz las últimas tres semanas, pero definitivamente había algo que lo arrastraba hasta ahí.

Sus días pasaban en una monocromática sucesión que a veces lo aburría.

Hasta el día que se encontró tocando un piano viejo en algún lugar de comida.

No recordaba cómo había llegado ahí, ni que lo impulso a hacer aquello. Pero el deslizar de sus dedos por las frías teclas le devolvió un poco de la vida que poco a poco iba perdiendo.

Yoongi regularmente perdía la noción del pasar del tiempo, como una jodida alma en pena.

Así que se sorprendió cuando, algún tiempo después, ya se había hecho su costumbre pasar por aquel bar todas las noches.

Lo hacía sentir cálido, vivo, y en la circunstancia en la que se encontraba era un pequeño privilegio que no se podía dar el lujo de perder.

Miró a través del ventanal y suspiró por milésima vez observando el arrugado papel en sus largas manos.

Lo había escrito en un arranque de euforia. Ahora parecía sin sentido, pero en si cabeza sonaba completamente inteligente en el momento en que lo escribió.

Cuando era pequeño lo había hecho una vez, y los resultados fueron medianamente buenos. Después las cosas se jodieron y había dejado de vivir de aquella forma.

Pero después de una agotadora noche de lluvia, despertando como de un horrible y pesado sueño se vio envuelto en mantas verdes, un suéter rosa y la visión de una amplia espalda de hombros anchos, sintió por primera vez en años, que podía recomponerse.

SAGA: EL HILO ROJO | CURE | JINSU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora