INTRODUCCIÓN

3 0 0
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Clara rascó fugazmente la parte rapada de su cabeza, para luego mecer el largo mechón de su flequillo sonriendo. Era morena, de piel realmente blanquecina. Frente a ella, Irene, su pareja, que se deshacía cada vez que presenciaba ese gesto por parte de Clara.

Se encontraban sentadas en su lugar habitual de aquella terraza. Inmersa toda la zona costera en una severa ola de frío invernal, la terraza y aquel bar parecían un reclamo notable para las solitarias almas lugareñas.

Irene, rubia de clara mirada azul, le devolvió la sonrisa a su novia y exhaló una tímida nube de vapor al tiempo que escondía la barbilla en su bufanda y elevaba las solapas de su chaleco nórdico.

« Joder, qué buenas que están. » Las palabras que sus pensamientos formaron prácticamente se le escaparon en forma de susurro inaudible. Fue suficiente para que Lyn elevara su rostro demacrado de la copa de vino que había sido su aliada toda la tarde. Su aliento apestaba a tabaco, a restos de hierba y vino malo. Tylerskar sonrió ante el contraste entre la mesa de la pareja lesbiana, con sus cafés con leche humeantes no hacía mucho, el aroma que desprendían y la conversación animada que sostenían, y el evento fúnebre que se desarrollaba en la suya. A Lyn podías aguantarla un rato. Sus teorías sobre la magia, sus divagaciones pseudo científicas y, en definitiva, toda la parafernalia que esa mente desquiciada era capaz de escupir por la boca como si de una ametralladora de munición infinita se tratase. En ese preciso instante, el ni siquiera susurro de Tylerskar hizo que Lyn se callase, desviando su mirada al dedo de vino que habría de bajar acto seguido por su garganta.

—¿Mie einvitass a una uotra? —Nunca supo bien si el país de esa mujer era la causa de su acento, o si el alcohol y la marihuana tenían más que ver en una especie de resultado crónico. El caso es que Tylerskar abrió de par en par los ojos durante una fracción de segundo, sintiendo como el odio tóxico que corría por sus venas se abría paso.

« Enfunda, vaquero. » Tras tranquilizarse refrenando ese impulso que ya casi nacía, berreando y pataleando, regresó a su posición encorvada y, negando con la cabeza, miró de reojo como Lyn se levantaba dando bandazos, tratando de dirigirse al interior del bar.

Transcurrieron unos minutos en los que se encendió un pitillo y trató de relajar su postura estirándose, cuando unas risas le interrumpieron.

Mientras Irene salía del bar habiendo pagado las consumiciones, Clara se levantaba y juntas tomaban rumbo a donde quiera que viviesen.

Lyn se había perdido, al parecer, en su particular misión de que le fiasen el alcohol, y no parecía que fuese a regresar a la mesa.

Era una noche cerrada de cielos despejados. No soplaba atisbo de viento.

Tylerskar se encontraba solo, rodeado de desconocidos sumidos en lo que parecían animadas charlas llenas de confianza y camaradería. Masculló algo para sus adentros.

La Cala: Perdida en la gran ciudadWhere stories live. Discover now