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Dos días después Raven regresó a la mansión de Malibú. El resentimiento por los secretos guardados todavía flotaba en el aire, pero sus amigos estuvieron felices de tenerla de vuelta; además, se acercaban los próximos conciertos y necesitaban a su pequeño talismán.

— Confieso que los extrañé — ella y Duff estaban en la piscina, charlando. Desde que había vuelto él era su mejor compañía — Y por supuesto, no quería preocuparte.

McKagan sonrió, restándole importancia. La verdad era que por momentos había temido que Raven volviera a Finlandia sin decirles, conocía bien lo impulsiva que podía ser.

— A veces Axl puede ser demasiado posesivo, pero es solo porque la idea de perderte para siempre le aterra.

— Eso lo sé, Duff — suspiró — Quisiera poder complacerlos a todos, costara lo que costara.

Él se zambulló por unos segundos, había respuestas que se le escapaban.

— Voy a llevarlos a todos a una isla desierta, así al menos estarán en el mismo sitio.

— ¿Para que nos matemos unos a otros? — le lanzó agua con las manos — Mejor intenta refrescar ese cerebrito, ya estás a toda marcha si piensas así.

Raven se echó a reír tratando de esquivar y devolver el golpe. Su amigo siempre había sabido como relajarla.

Desde que los conociera e incluso antes, desde que la banda se juntara, Duff siempre era el mediador en las peleas. El único que lograba que dos cabezas duras como Axl y Slash se entendieran y en el camino la comprendieran a ella.

Michael McKagan era el Arcángel guardián de los Guns n Roses.

— Sabes que si la ahogas habrá dos funerales, ¿verdad? — bromeó Saul, entrando a la piscina — Axl se cortará las venas con una cuchara si es necesario.

Los tres rieron a carcajadas ante la imagen, sin embargo, en el fondo sabían que el sarcasmo encerraba la verdad: Rose había sido abandonado muchas veces a lo largo de su vida. Perder a su princesa sería la gota que colmaría el vaso de la locura.

Cuando los otros comenzaron a hablar de acordes, melodías y composiciones musicales, ella los dejó solos. Todavía no había enfrentado a la bestia desde su nuevo regreso.

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"November Rain", siempre podías descifrar cuándo Axl estaba melancólico gracias a esa canción. Ya fuera un hotel, un cabaret o un museo, si había un Steinway Clásico, él tendría que tocarla.

Lo encontró en el salón de grabación, sentado frente al piano. Los ojos cerrados y enfrascado en hacer que el instrumento comprendiera el dolor que sentía volcándolo en notas.

— Nunca dejará de gustarme lo calmado que luces frente a uno de esos — comentó.

Él la contempló unos segundos en silencio, quería abrazarla, pero se contuvo.

— Me alegra que hayas vuelto.

— Yo... siento mucho las cosas que dije... no pensé... te hice daño y una vez prometí... — con un gesto la obligó a callar.

— Ven, siéntate.

La estrechó con fuerza entre sus brazos, le acarició el cabello y por último dejó un beso en su mejilla. Lo más hermoso en su relación era el hecho de que, en ocasiones como aquella, las palabras sobraran para una reconciliación.

— Nena — murmuró acariciándola — deseo tanto protegerte que acabo apartándote una y otra vez. Por eso dicen que algunos amores pueden matar.

Raven lo miró a los ojos y se atragantó con las palabras. No sabía si debía consolarlo o pedirle espacio.

— No trates de encerrarme, Axl. Yo te quiero, pero con esa misma intensidad también quiero ser libre, hacer mi vida, sin que me digas cómo y sin apartarte.

Su cara se transformó en una mueca de desesperación.

— Tu vida... ¿en Finlandia?

— No has entendido nada, ¿cierto? Estoy intentando que hagamos las paces, vine a Los Ángeles por ustedes. ¿Acaso eso no es suficiente para ti?

Rose se puso en pie y fue hasta la amplia ventana, permaneció en silencio unos minutos, pensando, buscando la manera de convencerla, hasta que notó que era casi imposible.

— De acuerdo, vamos a dejar este tema aquí. Aún necesito repasar en mi mente las cosas y hasta que no tenga pruebas suficientes, para mí ese tipo no vale tu tiempo.

— Mi tiempo... ¿o el tuyo? — comentó frunciendo el ceño.

— Raven, por favor.

Ella asintió mesándose los cabellos, conocía de sobra a su amigo y sabía que no iba a rendirse sin antes dar batalla.

"Habrá que esperar y ver a dónde nos lleva todo esto", pensó.

Se acercó hasta él y dejó que le rodeara los hombros con un brazo.

— Vamos a olvidarlo, ¿de acuerdo? De todos modos es algo que quedó en esa vida, pero que no puedo traer a esta. Es pasado — le dijo.

— A veces, nena, el pasado regresa para atormentarnos — y la besó en la frente.











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