26. alcohol y error

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— Te escucho entonces, Rick. Aquí me tienes, con el cielo a punto de llover, en pijama y detrás del callejón de mi edificio. ¿Que mierda es lo que quieres entonces?

Y si.

Lo tengo a frente a mi, vestido de una manera que, si no fuera porque estoy demasiado cabreada con él, ahora mismo le estaría arrancando los botones de su camisa por ser tan jodidamente sensual.

Luego del mensaje que le he enviado, tras pasar veintisiete minutos en los cuales lloré, le pegué y luego abracé a mi almohada, la pantalla del móvil volvió a iluminarse, mostrándome un mensaje suyo, el cual me decía que estaba en el callejón trasero del edificio, esperándome para hablar.

Estuve a punto de responderle en que estaba perdiendo el tiempo, en el cual no iba a bajar para verle. Pero no. Eso no sucedió.

Aquí me encuentro, cruzada de brazos, apoyada sobre la pared del callejón, mientras él está fumando, sentado sobre el capó de su coche.

— Alaska...

— Si te acercas te puedo asegurar en que mi rodilla se va a depositar directamente sobre tu polla. — amenazo tras ver como él da un paso en dirección a mi cuerpo.

Sin embargo, se queda estático mirándome.

— Estás en todo tu derecho a tener que estar molesta conmigo, pero déjame darte una explicación.

— ¿Puedo hablar primero yo, Rick? — su nuez de Adán se mueve de arriba hacia abajo. Él, sin más, asiente. — A mi no me interesa a donde lleves a tu mujer. Ni lo que quieras hacer con ella, ni nada de eso. Por mi, incluso puedes irte a un puto palacio, que a mi no me va a molestar en lo absoluto. ¿Pero sabes que es lo que realmente me jode a gran sobremanera, gilipollas? Que tengas el privilegio de mentirme de manera monumental, cuando yo te he entregado todos mis sentimientos. Porque esta mierda que haces, me da asco. Realmente me da decepción de una persona como tú. — los ojos se me llenan de lágrimas, pero ahora mismo eso es lo que menos me importa. — Porque yo... Joder. Yo estaba comenzando a pensar en que, en toda esta maldita locura, íbamos a poder formar algo. Pero vaya ilusa he sido. ¿Que puedo formar contigo? Si eres un puto imbécil que se acobarda en dejar a su mujer, aunque realmente no sé si es por miedo o porque realmente no quiere hacerlo. Pero lo que si sé, Rick, es que no te cansas de mentirme una y otra vez. ¿Que? ¿Acaso no era una cena familiar? Joder, imbécil. Tengo que felicitarte, porque si no era por Enid, me hubiese creído la historia. De hecho... ¿por qué estás aquí? Vamos, Ricky. Que tu esposa debe estar esperándote desnuda en la cama para soplar la vela de cumpleaños.

— Para, Alaska.

— No. Para tú, Rick. — entonces, me atrevo en ir hacia él. Empujar con mis manos a su pecho, clavando mi mirada llena de dolor en sus ojos, llorando sin poder evitar a las lagrimas cayendo y deslizándose por mis mejillas. — Realmente no entiendo por qué mierda haces esto. Luego de todo lo que te he putas confesado. De haber creído en cada maldita y jodida palabra que me haz dicho... ¿con qué derecho?

— ¿No puedes entender al menos un poco de lo que me pasa a mí? ¿No puedes entender que un matrimonio no se acaba de un segundo hacia el otro?

— ¡Pues entonces no me hagas esas malditas ilusiones con que vas a dejarle si la llevas a un puto hotel con la intención de pasar toda la noche follando con ella, gilipollas!

Grito tan fuerte, que incluso temo a que mi hermano me haya escuchado, dado a que el edificio no está tan lejos de donde yo si lo estoy ahora mismo.

Rick pone a sus manos en puños, cierra de sus ojos, respira con muchísima fuerza y aprieta a sus labios, aguantando la ira que de seguro recorre por sus venas.

PROHIBITED RULES +18 © (RICK GRIMES)Where stories live. Discover now