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La mañana antes de que el sexagenario Rondolfo fuera asesinado de la peor forma posible, sus vecinos notaron en él cierto nerviosismo, algo que era fuera de lo normal.

En el condominio era conocido por su metódica y desesperante calma al hablar, por lo que sólo unos cuantos solían entablar charla con él. Estaban al tanto que el anciano prefería pasar sus días en soledad, pasando el rato con viejos artículos de prensa. Se le daba bien resolver crímenes.

Una mañana, su vecina, que lo conocía de toda la vida tocó su puerta.

—Es mi hija, desde el viernes que no regresa. —le contó afligida.

—Lo que tiene que hacer es ir a la policía a poner la denuncia. —respondió con sus largas pausas entre palabras.

—Lo hice, don Rondolfo, pero no la encuentran, creen que se ha fugado de casa. Pero yo sé que no es así. ¡Ayúdeme por el amor de Dios!

Don Rondolfo, que no sabía decir que no, aceptó por compromiso. La vecina le contó todos los pormenores. Por su parte, buscó en los periódicos.

"La madre de la adolescente contó que la noche del pasado lunes, le había dado por primera vez permiso para llegar a casa a la medianoche. Según nos cuenta, su hija tenía planeado encontrarse con sus amigas en la plaza, cerca de la escuela a la que asisten. Por lo que sabemos es un lugar común en la que los adolescentes de los alrededores habitualmente se reúnen para pasar el rato"

Don Rondolfo leyó la noticia del día martes:

"Una de las amigas cercanas de la joven desaparecida, confesó que había quedado esa misma noche en verse con su novio. La madre, por su parte, mantiene firmemente que su hija no tiene novio. La policía confirmó la información. Hasta donde sabemos, el joven desocupado Andrés Pérez, de 20 años es el novio de la joven desaparecida"

La noticia del miércoles:

"La joven, a la que llamaremos Ana, por ser menor de edad, se presentó a declarar esta mañana, acompañada de sus padres. Afirma haber visto las 10:30 pm a la joven Mabel, despidiéndose de Andrés Pérez, luego ambas tomaron el camino habitual de regreso a sus respectivos hogares. Dicha afirmación coincide y prácticamente libera de sospechas al anteriormente mencionado"

Don Rondolfo dejó a un lado el periódico para frotarse los ojos, ya su vista no era la misma, y le ardían por el esfuerzo.

Hasta ahí todo cuadraba. Las pistas terminaban ahí. Mabel y su amiga se despidieron en el cruce, luego, en teoría, cada una se fue para su casa. Pero Mabel jamás llegaría.

A partir de ese momento nadie sabía nada. No había testigos. Al no encontrar el cuerpo, un solo indicio que diera a sospechar que le ha pasado algo terrible. La policía, como era de esperar, redujo la búsqueda.

A pesar de la madre, el anciano era consciente de que cabía la posibilidad de que la chica decidiera huir. A sus sesenta, había aprendido que la realidad solía ser tan triste y simple de lo que se piensa, o de lo que uno espera.

Llamó a la oficina de su único hijo; un reluciente detective recién ascendido, al que sólo veía en las navidades, pero le comunicaron que se había ido hace menos de diez minutos. El anciano, que no sabía mucho de las tecnologías actuales, esperando que pudiera venir a darle su opinión sobre el caso, consiguió con esfuerzo escribirle un mensaje.

Analizó nuevamente los testimonios. Que un adolescente decidiera huir, se debía muchas veces a que no veían otra salida al maltrato, abusos o violaciones ejercido por uno o por sus dos padres. Pero en este caso no existía indicios de nada.

Aparentemente, desde su opinión, por lo que pudo advertir en esos años, madre e hija, no tenían problemas de convivencia. La chica era tranquila y educada. No tenía problemas para seguir y respetar las reglas. Por lo que bien podía afirmar que la policía se equivocaba. Su olfato infalible le decía que había algo más. Algo más, pero qué.

Relatos de terror, misterio y suspensoWhere stories live. Discover now