Año 0

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"Si juzgamos al amor por la mayor parte de sus efectos, se parece más al odio que a la amistad"

Comenzó como terminará. Con un cambio de naturaleza. 

Había sido un buen día; habían pasado al menos treinta desde que el Armagedón no se llevó a cabo y tres desde que Beelzebub había tenido que lidiar con la revuelta de los demonios que exigían la cabeza de alguien que no fuera la propia. Beelzebub les había dado una cabeza. No la del traidor Crowley ni la de sus más allegados. Tomó al primer demonio que se había revelado y dejó en claro que los motines no estaban permitidos en su mandato, no mientras fuera príncipe de los infiernos. 

Grave error. Beelz debió haberse planteado el hecho de que dejar ir a Crowley y degollar al creador de un motín le traería problemas, sobre todo considerando que los ánimos estaban por lo bajo. No fueron sus únicos crímenes, también se le imputó el hecho de que pidió a Miguel agua bendita y varios mensajes que encontraron donde dejaba en claro información filtrada al cielo con nombres y lugares. No era suya, pero aún así era la prueba que necesitaban los demonios para asignar al culpable y cortar la cabeza que tanto querían. Beelzebub tuvo la mala suerte de encontrar al señor de los infiernos de mal humor y de que lo seleccionaran como el chivo expiatorio cuando no quedó a quien más culpar. 

Dagon y Hastur trataron de interceder por su príncipe. Hasta que las pruebas fueron presentadas. Beelzebub se esperaba de todo en su juicio, incluso agua bendita pero no la llegada de cierto arcángel que caminó rumbo a las salas del infierno. Beelz ya lo había visto en varias ocasiones, la última vez hace treinta días, cuando ambos aparecieron en la tierra para reclamar el fin del mundo y proceder a la gran batalla. 

Gabriel ocultaba una sonrisa detrás de esos ojos imperturbables de tono violeta. Beelzebub estaba a punto de escupirle en la cara, sobre todo cuando declaró en su contra. Beelzebub fue condenado, pero no a sucumbir ante el agua bendita, sino a algo peor. 

El príncipe de los infiernos escuchó con horror su sentencia, vivir siendo humano y pasar su vida de forma miserable. Su condena hizo a Gabriel sonreír de lado, Beelzebub ese día se volvió el chivo expiatorio del cielo y el infierno por igual. Trató de defenderse cuando varios demonios la tomaron por la fuerza. Solo fue capaz de intercambiar unas cuantas palabras con su último verdugo, quien aun sonriente le dedicó solo unas palabras. 

-Ten por seguro que lo voy a disfrutar- si había algo a lo que Beelz trató de aferrarse fue al odio. El odio que sintió por aquellos ojos violeta, por aquel arcángel que no hizo nada mientras se lo llevaban, por el cielo y por el infierno pero sobre todo por Gabriel. El príncipe del infierno cayó en el mundo mortal en el día 0 de nuestro relato, mientras un arcángel volvía al cielo limpio de toda culpa y consciente de que esos años serían los mejores de toda su existencia. No habían tenido una batalla pero al menos uno de sus adversarios había sido castigado. 

Cuando se sentó en su escritorio empezó a pavonearse y a buscar donde estaba el alma del príncipe. Sonreía. Qué habría pensado si faltaban exactamente nueve meses para que dejara de hacerlo, quizá se habría horrorizado, pero lo hecho estaba hecho y ni Gabriel con toda su gracia era capaz de predecir el futuro.

Sin saberlo, Gabriel se había condenado a sí mismo y faltaban exactamente veintiún años para que se enfrentara a su juicio. 

Angelus (ineffable bureaucracy)Where stories live. Discover now