Prólogo

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POV Usami Akihiko

Los asistentes a la boda están preocupados, la novia no aparece y tu simplemente estas tan nervioso que has secado en el pantalón por enésima vez tus manos.

Evitas mirarme, quizás piensas que al hacerlo te arrepentirás, que usarás como excusa esa demora. Pero ese pensamiento es una forma de tratar que cumplas mi deseo, que corrijas el error que cometí al obligarte a aceptar esta locura.

Takahiro sonríe, su esposa no está muy contenta, en sus ojos veo la total reprobación de lo que sucede; me culpa, y lo peor de todo, es que tiene razón. La evado, no quiero reproches, es mejor pensar que todo es por tu bien.

Al fin los padres piden que nos acomodemos en nuestros lugares, la novia está cerca. Estamos uno al lado del otro, igual soy el padrino. Tus ojos brillan como lo hicieron tantas veces para mí. Entonces las palabras salen como si otro las pronunciara:

—¿La quieres?

—Tú me enseñaste a quererla —contestas con una sonrisa.

—¿Qué tanto la amas?

—Nunca igual que a ti —respondes serio, un poco hosco. Me gusta verte así.

—¿Me extrañas?

—Nunca dejare de hacerlo —tu tono era tranquilo. ¿Por qué lo había hecho? ¿En qué momento me rendí?

—¿La dejarías por mí? ¿por lo nuestro? —entonces me miró, sus ojos esmeraldas tenían la expresión de ese día.

—Nunca compares mi relación con ella a "lo nuestro" —volvió el rostro a la entrada de la iglesia.

—Es cierto, siempre has sido más fuerte que yo cuando tomas una decisión—, respondí agachando la cabeza.

La novia ya ingresa, la marcha nupcial comienza a sonar. Todo es tan lejano, pero no había más que sonreír. Como buen padrino le pase los anillos. La mirada de ambos era de amor, una mirada que yo nunca volvería a tener, porque simplemente, a partir de ahora, nunca volveríamos a tener esa intimidad, por primera vez seriamos solo amigos.

La pareja salió corriendo en medio del arroz y las felicitaciones, el ramo fue lanzado cayéndome en las manos, las chicas rieron, como siempre Isaka-san hizo su comentario inapropiado "los hombres que reciben el ramo de bodas, nunca se casan"... que importaba, por lo visto ese era mi día para los nunca.

Ya en la fiesta, las cosas siguieron como debía ser, el brindis, el vals, los regalos, la liga, y otras tantas tradiciones de recién casados; por ser el padrino, en varias de estas cosas tuve que participar. Él solo reía, nunca más esa risa sería solo para mí, ahora tendría que compartirla con ellos.

Estaba en el balcón, pronto se marcharían para la luna de miel... el regalo de mi padre, nunca pensé que lo apoyaría de esa manera. Hasta en mi familia dejaba marcas, ella también eso me quitaba. Sus pasos sonaron a mi espalda, lo reconocía tan fácilmente...

—¿Prometes que seguirás a mi lado? —ese era el chico que conocí años atrás.

—Nunca te dejaría, nunca podría.

—¿Te arrepientes de haberlo hecho? —dijo casi como un susurro. Los recuerdos regresaron más fuertes—. ¿De haberme apartado de tu lado?

—Nunca —respondí con total hipocresía—, era mejor para ti, por tu hermano, por tu familia —escuché su risa entre dientes. Me extendió la mano, acercándome cuando la tuvo. Me abrazó, dejándome sentir el calor del día en que me dijo que me amaba.

—Gracias. Si no me hubieses dejado ese día, no la tendría a ella. Realmente eres mi amigo, sensei.

—Nunca lo dudes, siempre estaré para ti Misaki —sentí un sollozo. Apartándolo, vi su cara, dos lágrimas resbalaban por sus mejillas.

Limpiándolas como siempre, por última vez me atreví a besarle. Hubiese dado el mundo para que ese instante no acabara, sentí como temblaba por las caricias que no pude evitar darle, aprecié como mi cuerpo rogaba porque lo hiciera mío. El ruido de la bocina nos separó, tomándome de la mano, me hizo correr hasta la entrada.

Ayudé con las maletas, abrimos la champaña y rociamos el contenido sobre los recién casados y el auto, realmente se veía feliz. Un último estrechón de manos, para luego irse con ella, su mujer.

Me quedé mirando la carretera hasta que el auto desapareció. Fue cuando me percaté del papel en el bolsillo de mi saco, buscando privacidad, ansioso lo abrí...

Usami-san:

¿Me preguntas si la dejaría por ti?

Cada día me arrepiento por no haber luchado lo suficiente, por no haber insistido, por creer que era mejor mantener el teatro frente a mi hermano, a pesar de que mi cuñada sabía de lo nuestro. Todo porque nunca he dejado de ser un cobarde.

Pero bien lo has dicho: Hay cosas que es mejor que nunca sucedan.

Me voy con ella, pero nunca podrá ocupar tu lugar, porque lo nuestro es más fuerte que un anillo.

Misaki.

Reí como tonto, al principio era solo una sonrisa, pero la carcajada y las lágrimas comenzaron a brotar sin pensar, cuando pude llorar debidamente, me sentí tranquilo, como siempre me había salido con la mía. Él cumplía mi capricho.

—Nunca vas a cambiar —besé la carta y la guardé, porque lo nuestro nunca podría ser profanado, un verdadero lazo de amistad, un verdadero y siempre eterno lazo de amor.

Tardes NegrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora