002.

422 71 58
                                    





Eran las tres con diecinueve de la madrugada del lunes. Para cualquiera, aquellas horas eran de descanso pleno y así iniciar con sus días al salir el sol, pero para Hongjoong eran horas perfectas cuando de trabajar en sus letras se hablaba. 

Simplemente era su hora de trabajo perfecta. 

No había ningún tipo de ruido a su alrededor. Las personas dormían, los animales igual lo hacían y él necesitaba conseguir descargar todo el estrés que había acumulado con anterioridad cuando estuvo arreglando las cosas en su habitación.

Había considerado el hecho de llamar a Seongwha y así contarle lo ocurrido, sabía que no había nadie mejor que su amigo para escucharle, probablemente no tuviese fechas para próximas promociones o tal vez sí, pero sólo lo sabría escribiéndole. En Rusia probablemente eran las nueve de la noche, estaba al tanto de que para esas fechas el rubio estaría allí.

Seongwha le hizo saber –por medio de ciertas cartas enviadas cada tanto– sobre su paradero y dadas las fechas, su amigo podría estar hasta cenando en ese preciso instante en algún lugar de Rusia. Conociéndole, probablemente estaría en Moscú.

Sólo debía hacer una llamada, hablar un poco con él y contarle lo ocurrido. No era complicado, por supuesto que no.

Claro.

No lo era si tuviese un teléfono a la mano. Aunque por desgracia, no lo tenía y a esas horas de la madrugara le era imposible siquiera conseguir alguno.

Se golpeó mentalmente por jamás haber pensado en un teléfono de respaldo o algo parecido. Pero no podía culparse, nunca imaginó que en algún momento de su nueva y cómoda vida pasaría por algo similar. 

Si le decías al Hongjoong de hace dos años atrás que por cumplir sus sueños de aislamiento terminaría por sentir un completo vacío en su interior y probablemente acabaría llorando un día entero por ello, probablemente se habría reído en tu rostro por lo estúpidas que fuesen sonado aquellas palabras. Pero ahora, ese mismo Hongjoong pero dos años más viejo, necesitaba un consejo, necesitaba de alguien porque sabía que si pasaba una semana más con aquellos pensamientos en mente estando completamente solo, las cosas no resultarían bien.

Hongjoong no era lo suficientemente valiente como para atentar contra su vida, mucho menos como para quemar sus obras por mera frustración. Él simplemente podría acabar con su casa, cada adorno lo tiraría al suelo y gritaría hasta quedarse si voz.

Definitivamente eso quería hacer, pero sabía que no era digno de él. También sabía que sus vecinos llamarían a la policía de inmediato y eso crearía gran controversia; todos se enterarían y lo más probable era que lo internaran en algún psiquiátrico hasta que su amigo fuese al rescate por él.

No era un buen plan por ninguna parte.

El resto de su día se había concluido a llorar, comer e intentar dormir y no prestar atención a las canciones de Hip-hop que se escuchaban al fondo. Porque sí, su jodido vecino había puesto la música para que se escuchase hasta en Argentina si podía.

Aunque, debía agradecerle en cierto aspecto, aquello en definitiva logró entretenerle un poco.

Sin embargo, no dejaba de pensar en aquel incidente mañanero, recordaba a la perfección haber visto los ojos castaños escudriñar su rostro cuando cerró las persianas. Hongjoong entonces estaba bañado en lágrimas, no quería parecer un débil enfrente de un mocoso cualquiera.

Between Balconies  ⌘  [𝐇𝐨𝐧𝐠M𝐢n]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora