Capitulo 8

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Habían pasado dos meses desde que Lysandre ingresó a la prisión, desde entonces no pude volver a saber de él, dejando a mi mente preocupada y a mi corazón destrozado. El único medio por el que podía verle era la televisión, rebobinando una y otra vez el momento de su detención el cual, además de ser brusca, fue una farsa, porque los medios de comunicación mintieron como si niños fuéramos; pero todo el mundo se lo creyó. Creyeron que Lysandre puso resistencia y que agredió a más de un policía, y aunque me negase no tenía pruebas de ello. Creyeron que Lysandre seguía siendo ese loco de un año atrás.

Todo sucedió la misma semana, el juicio, el ingreso a prisión, su aislamiento social.. Aunque no pasaría mucho tiempo antes de que Lysandre fuese trasladado a un hospital psiquiátrico, al fin y al cabo, no dejaba de tener una enfermedad que debía ser tratada. Estos meses había faltado a mi amado trabajo por miedo a lo que la sociedad llegase a hacerme, pues aún estando en mi propio hogar recibía una serie de llamadas, amenazas e insultos por haber tenido a Lysandre bajo mi techo. Personas que a día de hoy continuaban molestas con ese hombre de ardiente cabello que solo buscaba la belleza en el mundo, y que ahora, indirectamente yo era quien pagaba su factura. Sabía perfectamente qué iba a suceder en cuanto Lysandre se entregase, y aunque él me lo hubiese recitado yo en su día ya lo había vivido.

Pues mis sonrisas nunca fueron ciertas, en mi círculo social y familiar perdí a muchas personas solo por haber amado a ese hombre que soñaba con algo más que la paz en el mundo. Perder contactos con amigos en común que ahora solo giraban la cabeza al ver mi estado emocional. ¿Amigos? Pensé. Mi mente ya no dibujaba a esos amigos, sino personas inflexibles, incompetentes, desinteresadas. Decidí mirar a mi derecha para olvidar mis demonios internos, y una grata sorpresa me recibió; allí estaba Pyroar, su mirada aún me transmitía preocupación la cual yo también sentía;

—Él está bien.. Sabes que está bien. Lysandre sabe defenderse muy bien y seguro que ninguno en la prisión se ha atrevido a decirle algo —dije, acercándome al Pokémon— Además.. pronto irá a un lugar donde le tratarán mejor, le ayudarán a curarse —.

Aunque aquellas palabras no sabía realmente a quien se las recitaba, si al Pokémon o a mí, indirectamente. Me levanté del mueble caminando hacia el teléfono porque aquel aparato comenzó a sonar con fuerza, al asomarme para ver el número que llamaba me sorprendí al ver que no era privado, con lo que decidí contestar. Cuando acomodé el teléfono en mi oreja una voz desganada me saludó del otro lado, indeciso decidí responder.

—Écoute moi bien —dijo una extraña voz, no conseguí entender su acento.

—Pardon? —rebatí.

—Selon notre comte, vous êtes une personne de confiance. Nous avons besoin de vous, viens immédiatement au château, nous attendons votre arrivée. Le comte Furadari a besoin de vous—.

Alarmado decidí retirar la llamada dejando el teléfono nuevamente en su lugar, aquel extraño acento me mantenía intrigado y extrañamente algo asustado. Sentí el rostro de Pyroar rozar mi mano, al mirarle me dirigió una mirada distinta, no comprendía qué sucedía e incluso llegué a dudar si todo aquello era un mal sueño. Necesitaba hablar con Lysandre ya no solo por saber de su estado, sino la llamada que había recibido. Aunque entre todas aquellas palabras que no logré entender, pude escuchar perfectamente su nombre. Temía que siguiera ocultándome cosas, temía volver a perder la confianza en él.

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Caminaba por los pasillos de la prisión, mis pasos se tornaban cada vez más pesados a medida que avanzaba dándome a entender lo poco que deseaba continuar, probablemente por el dolor que sentiría ver a Lysandre tras un cristal y no poder abrazarlo para calmar su miedo. O tal vez el mío. Era acompañado por dos guardias y Pyroar quien lucía algo tenso por estar entre aquellas paredes. Había acudido al lugar después de recibir aquella misteriosa llamada, hubiese deseado guardar mi visita del mes para más tarde pero todo me tenía tan asustado que el miedo me engulló.

Nuestro mundo perfecto (Perfectworldshipping)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora