019

537 16 0
                                    

Mi cuerpo recibe descargas eléctricas inexplicables, totalmente excitantes, dejándome confundida.

Lo último que recuerdo es haber quedado completamente dormida, tumbada sobre el cuerpo de Rodolfo.

Ahora, que poco a poco voy abriendo mis ojos, comprendo que es lo que está sucediendo.

Y es por eso que caigo en el placer que todo me está provocando, a nada más despertar.

Rofolfo está abrazado a mis muslos, con su cuerpo boca abajo, arqueando un poco a su espalda, lamiendo a mi zona intima a su antojo.

— ¿Que... que haces?

Mis bragas se encuentran en mis pantorrillas.
Él no responde. Simplemente me mira con sus ojos recién despiertos, cafés y con las pupilas completamente dilatadas.

Alzo de mis caderas cuando él agolpa a su lengua contra mi clítoris. Mis manos viajan directamente hasta su cabello, tirando de sus hebras castañas con lentitud y poca fuerza para no hacerle daño, mientras que ambos seguimos mirándonos, sin apartar la mirada tan placentera y sexual que nos brindamos.

Despertar así, es mil veces mejor que cualquier otra cosa.

— Quieta. — dice con su voz rotunda en cuanto nota como yo quiero inclinarme para poder besarle con desesperación.

— Rodolfo ...

— Quiero terminar con lo del otro día, leona.

Madre mía.

Es impredecible. Y eso es lo que me fascina de él. Que siempre me sorprenda de forma inesperada.

Cierro mis ojos y aprieto más a mis muslos contra su cabeza.
Rodolfo se aferra a mis caderas y sube de sus manos hasta mis pechos, estrujándolos con fuerza.

Su lengua se mueve con avidez y destreza.
Sabe perfectamente bien lo que hace y como complacerme en cuestión de segundos, con un simple acto.

La intimidad nos beneficia a gran sobremanera. Estamos en medio de la nada, solos, sin que nadie nos moleste ni esté espiándonos. No debo tapar de mi boca para ahogar mis gemidos, lo cual lo vuelve loco a él. Sé que le encanta que exprese todo lo que me hace disfrutar.

— ¿Te gusta? — pregunta. — ¿Te gusta que te lo haga así? — Si, daddy. — digo por inercia, sin pensar absolutamente ninguna de las palabras que salen por mi boca.

Cuando bajo de mi cabeza nuevamente y le miro, puedo notar como sus ojos oscuros me deslumbran mientras observa a mis pechos.

Me arqueo un poco hacia arriba y me quito por completo el sostén, ahora si, quedando desnuda de pies a cabeza, tal como al ballestero le gusta.

Su mano derecha viaja por todo mi abdomen hasta llegar a mi sexo. Ahora mismo, no está solamente lamiéndome, sino que también tocándome con dos de sus dedos, los cuales entran y salen con facilidad.

— Ro-Rodolfo. — titubeo nerviosa, respirando rápidamente.

— Sh. — sisea y siento su acalorada respiración contra mi clítoris. — Sé que estás a punto.

ERES TÚ | RODOLFO PIZARRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora