uno en muchos

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El pequeño vástago despierta en una desértica tierra, llena de penitentes que caminan hacia la cálida luz que brilla en el extenso cielo. El protagonista se toma su tiempo para observar las nuevas tierras secas que sus ojos apreciaban, mientras observaba, nota como unos exhumados sobresalen poco a poco de la arena abrazadora y, al terminar, dan encomienda a su interminable y lamentable caminata a un sendero sin final conocido, el vástago sin comprender nada, decide tomar el mismo rumbo que sus hermanos execrados. Mientras seguía su sendero, el febriente sol que ardía ferozmente quemaba la piel del ya denigrante protagonista, las tierras doradas hervían las botas del mismo, pero el, seguía decidido a encontrar el final de la encomendada caminata. Largas horas gastadas en un rumbo de un sendero con final desconocido, el protagonista observa como algunos de sus compañeros caminantes caen y son abrazados por las cálidas arenas doradas, al acercarse a uno, nota la falta de carne y piel que este caminante carecía y ya poseía antes de caer, pero no se inmutó, como si fuera algo natural para él, se levanta y continúa con su sendero prepuesto alejándose más y más. Muchas horas pasaron de aquellos sucesos pasados, la piel quemada poco a poco fue cayéndose, pero él ni se daba cuenta como su cuerpo sufría o, mejor dicho, si sabía, pero no le importaba, pero como no quería que su cuerpo se rindiera antes de tiempo, profana el cuerpo mutilado de uno de los caminantes caídos y continúa su rumbo. Al seguir su sendero auto encomendado se acerca a un gigantesco templo, o al menos a su pináculo, ya que este estaba hundido en las gigantescas tierras desérticas, era como un pequeño hospicio de descanso para los caminantes. Al entrar en el desconocido y oscuro templo una ventisca fría golpea a nuestro protagonista, era una pequeña ventisca que contrastaba con el ferbente calor de los exteriores del templo (las heridas secas del protagonista comienzan a sangrar). Él observa con atención a cada detalle del templo, viendo uno a uno los ornamentos de dicho templo hasta llegar a la estatua del centro, era de un hombre bello que desprendía tristeza y su sufrimiento interminable en su mirada, postrado en cenizas o arena, con una aureola en la cabeza , la obra se llamaba "una divina tragedia para un trágico divino", en ese entonces, mientras el vástago protagonista se perplejaba con la estatua, las antorchas del oscuro y solitario templo encendieron su fuego, dando paso a la luz, atrayendo a los caminantes, siendo nuestro protagonista el primero en entrar. Los caminantes entrantes se acomodaron en silencio y separados en el templo (las heridas comienzan a arder), al terminar de entrar, la estatua se ilumina y habla.

-oooh pequeños hijos de la tragedia, almas perdidas en el lamento de su inalcanzable fin, descansen en mi extenso templo de su destino que no comprenden, descansen, pues estas tierras solo les darán una oportunidad para terminar con sus lamentos.

A nadie le parecía raro la estatua hablante, y menos a mí, pero decidí aprovechar esta pequeña oportunidad para preguntar.

-Gran estatua en pena, rey de este hospicio de caminantes, eh estado viajando por meses en estas tierras secas y ya no recuerdo el por qué empecé mi viaje ni por que lo sigo sin cuestionármelo.

La estatua levanta su dura cabeza de mármol hacia mi ubicación, lanzándome una mirada fría y vacía con su rostro de mármol y respondió.

-oooh Pequeña alma desorientada, tu eres como un insecto atraído por la gigantesca luz de los cielos, buscando orientación para tu triste alma, no se por que o a que viniste a estas tierras, pero se que ya empezaste a caminar en el sendero y no podrás encontrar paz hasta terminarlo.

(las heridas comienzan a derramar sangre)

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⏰ Last updated: Sep 29, 2019 ⏰

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La compungida alma del perdidoWhere stories live. Discover now