Capítulo 39:

38.4K 5.3K 2.7K
                                    

ARLETTE:

Ha pasado un mes y medio desde que mi compromiso con Vicenzo se rompió y la sensación de libertad aún es irreal. Es difícil para mí no agudizar el oído cuando escucho a alguno de los hombres de mi padre hablar de él: de su cambio en lo referente a su actitud como Ambrosetti y de sus nuevas conquistas. No preocuparme de que esté arrastrando el nombre de nuestras familias por el suelo. Esta nueva etapa de mi vida es como estar drogada las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, sin motivo, plena pero a la vez ausente. No tener una vida estrictamente planeada me ha dejado con mucho tiempo libre, el cual hasta los momentos gasto en el club y estudiando para mis exámenes finales.

Pronto iré a la universidad.

En un mes habré terminado la preparatoria.

En unos días cumpliré dieciocho, pero no me casaré inmediatamente luego.

Se siente raro.

─¿Arlette? ¿Estás aquí?

Parpadeo varias veces antes de enfocar mi atención en Verónica. Papá me permitió quedarme en su casa para que pudiéramos tener una pijamada con la condición de que Fósil y Luc me acompañaran, por lo que ambos se encuentran viendo televisión en la linda, pero pequeña, sala de estar mientras nos arreglamos las uñas y las escucho a ella y a Marianne hablar de chicos. Ellas han escogido un tono rosa. Yo opté por un rojo con brillos dorados. Nunca pensé que me divertiría arreglándolas, toda mi vida Petrushka u otras chicas del servicio lo hicieron por mí, pero lo encuentro relajante. Deslizo la manga de mi bata alzando el brazo antes de contonear el borde con un palillo. No soy buena manteniéndome al margen.

─¿Sí? ¿Por qué?

Verónica pone los ojos en blanco mientras me tiende un pequeño algodón con forma de corazón con removedor. Marianne y ella usan infantiles pijamas de unicornios. Compraron uno para mí, pero no estoy segura de que vaya a usarlo alguna vez, por lo que tengo una bata de seda rosa encima de un camisón del mismo material, pero con encaje en los bordes.

─Marianne y yo estábamos comentando que, ya que es viernes y tu cumpleaños es en un par de días, tal vez... deberíamos celebrarlo desde ahora. ─Nunca me ha gustado celebrar mi cumpleaños. Gracias a mi madre siempre he visto mi llegada a este mundo más como una maldición que como una bendición, lo que significa he pasado cada uno de ellos preguntándome si Sveta aún viviría de no haberme tenido. Si ella y papá serían felices. Nunca he probado celebrarlo días antes, sin embargo, así que siento curiosidad─. Podemos llevar a tus chicos de seguridad. Tengo suficiente dinero ahorrado para que entremos a un buen lugar.

No hemos cenado, así que podríamos pasar por el club, beber, comer y disfrutar del show de las chicas. Se han vuelto impresionantes desde que le di un aumento a Diana. Después de arriesgarse al ayudarme en la fiesta de diamantes, lo merecía. Fue una suerte que papá no hubiera ido tras ella o me forzara a cerrar el club. Ese era el tipo de castigo que esperaba, no ser enviada a Milán con Vicenzo. Desterrada. Mi mente nuevamente se pierde en lo rota que ha estado mi relación con él desde entonces.

Me dio lo que más quería para compensar sus errores.

Para hacerme feliz.

Pero nada nunca será suficiente. El daño que permitió que mi madre me hiciera, del que tuvo advertencia, jamás se desvanecerá. Mi decepción tampoco. Siempre pensé que su locura, su comportamiento aberrante, era una sorpresa, pero ahora sé que no y que él la eligió. Se negó a aceptar la realidad, que la mujer que amaba era un monstruo, y yo fui el precio.

Toda mi vida he estado muerta, forzada a no sentir, por su culpa.

─¿Arlette?

Asciendo mi mirada de regreso al rostro de Verónica, quién ahora me ve con preocupación. Marianne deja de limar sus uñas para imitarla.

Arlette © (Mafia Cavalli I)  EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now