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No podía dejar de observarlo.

Su cabello, su postura, su altura, su caminar. Todo él, me llamaba la atención completamente.

Inevitablemente, siempre que volteaba a otro lado para intentar distraerme, mi mirada terminaba volviendo a él, como si tuviera algún imán o una fuerza de atracción sobre mí.

Hasta esta altura en la que yo me encontraba, podía escuchar su voz y su dulce y delicada risa, la cual no dejaba de parecerme música para mis oídos.

Él era arte, y yo era un simple mortal que no sabe diferenciar entre arte verdadero y falso, pues no soy un crítico profesional, pero que sin embargo, tenía sentido común, y lo único que podría afirmar durante toda mi mundana existencia, es que: él era arte.

De ese arte que poco a poco se vuelve un deleite para la vista, y deseas que te embriague completamente de su esencia.

Al parecer sintió mi mirada.

Me sorprende que la haya sentido una hora después de que lo haya estado observando fijamente. Pero al parecer no le sorprende, o no lo espanta, pues sólo alza su mano y me sonríe de manera ladina.

Le devuelvo el saludo, con la mejor sonrisa que mis resecos labios pueden formular, y parece conformarse con eso, pues su sonrisa se ensancha y me deja apreciar aquellas blancas perlas que tiene por dientes.

Con esta, son ciento diez sonrisas que van de su día. Normalmente son de doscientas a trescientas sonrisas, pero está bien, para la hora que es, estoy seguro que volver a cumplir su propio récord marcado.

Vuelvo a dirigir mi vista al reloj, y frunzo un poco mi ceño al darme cuenta que lleva dos minutos demás hablando con su amigo Robert, lo cual es muy raro, siempre es muy puntual en sus tiempos.

Quizás pasó algo malo.

Cinco minutos después, ambos se despiden y se levantan de aquella mesa pública que habían escogido.

Suspiró con alivio al darme cuenta que es Martes, los Martes siempre vamos a nuestra casa durante una hora para poder despejarnos un poco de todo el agobio que causa la ciudad y el trabajo.

Él se levanta y empieza a caminar hacia la salida del parque, para poder dirigirse a la casa.

Espero cinco minutos más sentado en esa incómoda y fría banca, y finalmente me levanto.

Él camina con gracia y poca prisa, por lo que, cuando yo apenas llevo diez pasos, él ya ha dado treinta y cinco.

Puedo ver su espalda, su cabello, sus hombros, sus piernas...

Suspiró tontamente, pensando lo afortunado que soy por haber encontrado a Gerard Way y tenerlo a mi lado.

You Belong To Me [Frerard]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن