Tercera Parte

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La tercera vez que lo vio tenía diecisiete años y había ansiado la llegada de la Navidad con la arrolladora felicidad de un niño pequeño.

Volvía a sentir la ilusión y la alegría, y no sólo por la esperanza de volver a verle, sencillamente se había vuelto a dar cuenta de que la Navidad podía seguir siendo una época mágica por mucho que los años pasasen.

Salía a pasear todas las mañanas por las calles de la ciudad, intentando descubrir sus secretos, y cuando se encontraba en casa, las figuritas del Belén parecían cobrar vida ante sus propios ojos, y las luces de árbol brillaban con la intensidad de las estrellas en una noche sin luna.

Esa mañana de Navidad poco había tardado en ponerse su gorro de lana rojo (que se había convertido para ella en una especie de amuleto) y en echarse a la calle cuaderno de dibujo en mano.

Esta vez no dio ningún rodeo ni se paró a dibujar a unos niños que jugaban en la calle vestidos de Papá Noel pues tenía su destino claramente señalado.

En El Retiro los árboles nevados la recibieron , los ancianos paseaban tranquilos envueltos en sus abrigos de punto mientras que los niños correteaban de un lado a otro siendo perseguidos por unas preocupadas madres tratando de ponerles a sus niños más capas de las que ya llevaban. Uno de los niños tropezó y ella lo ayudó a levantarse antes de proseguir con su camino.

Conforme avanzaba podía escuchar sus latidos aumentando de ritmo, para cuando llegó al paseo que desembocaba en la glorieta creía que el corazón se le iba a salir por la boca.

El camino se le hizo mucho más corto de lo que necesitaba para tranquilizarse, así que cuando avistó al Ángel en las alturas aún tenía la respiración acelerada.

Él aún no había llegado, pero se obligó al calmarse, puesto que aún era temprano.

Se sentó en el mismo lugar en el que lo había oído cantar por primera vez y empezó a dibujar.

No supo cuanto tiempo estuvo dibujando, y se le preguntaras ahora qué era lo que dibujaba en aquellos momentos probablemente no supiera responderte pues en su cabeza vagaban todo tipo de pensamientos inconexos.

Después de lo que podrían haber sido horas o minutos sintió una presencia junto a ella, pero pensó que sería mejor hacer como si no se hubiera dado cuenta de ello.

-Eres increíble – oyó que alguien susurraba – Digo...tus dibujos... – se corrigió en seguida con nerviosismo.

Ella alzó la mirada y murmuró un simple “Gracias” con timidez y volvió a hundir la nariz en el cuaderno, pero se permitió observarlo de reojo mientras se acomodaba a su lado. Llevaba el pelo un poco más largo de lo que recordaba, se fijó en la incipiente barba del mentón y en la cicatriz de su ceja. Sus cuerpos no llegaban a rozarse, pero sentía su presencia a su lado, el calor que desprendía su cuerpo en aquella fría mañana de Navidad.

El leve crujido de la cremallera de la funda de la guitarra al ser abierta era lo único que quebraba el silencio en el que estaban sumidos. Con cuidado se apoyó la guitarra sobre el regazo y reviso las clavijas.

El silencio se prolongó durante varios minutos más, en los que ella garabateaba sobre el papel y él afinaba la guitarra con dedicación.

Ella se imaginó que desde fuera debía de verse como una escena muy curiosa.

-Creí que no vendrías – había dicho él para intentar superar el silencio.

Al cabo de un rato, y en una voz apenas audible ella le contestó:

-¿Por qué? - Y él como un resorte se giró en su dirección.

-¿Por qué, qué? - se le veía tenso y desconcertado.

Ella respiró hondo, alzó la cabeza y mirándole a los ojos le dijo:

-¿Qué por qué pensabas que no vendría? - había tratado de alejar la vacilación de su voz y a duras penas lo había conseguido. Contempló entonces como sus hombros se relajaban  y esbozaba una ligera sonrisa.

-Bueno, si yo fuera tú no sé si habría venido – se rio – Porque que un chico al que no conoces te diga que quiere volver a verte, así porque sí, no es muy normal... ¡Vamos! Si hasta yo mismo admito que tuve que parecer un acosador o algo así – lo decía en tono de burla, pero ella pensó que tal vez si que se hubiera sentido así.

-¿Qué?¡No parecías un acosador! - se sorprendió de lo contagiosa que podía llegar a ser la risa del chico – Yo si que tuve que parecer una loca hace dos años -comentó – Salir corriendo de aquella manera... - lo dijo negando con la cabeza, pero no podía evitar reírse al recordarlo.

-Bueno...Un poquito loca si que te me pareciste... - admitió él, pero al segundo estalló en carcajadas.

-¡Oye! - gritó ella haciéndose la ofendida empujándole suavemente en el hombro – Un verdadero caballero habría dicho que no, que parecí  una damisela en apuros huyendo de un fiero dragón... - se llevó la mano a frente en un gesto dramático improvisado. 

Él se apoyó sobre la guitarra y ladeando un poco la cabeza le contestó:

-Pues que lástima que yo no sea un caballero – el cielo encapotado hacia que sus ojos grises se vieran aún más grises, y en aquel momento brillaban de pura de diversión.

Y tan pronto como había aparecido, la tensión y el silencio entre ellos desapareció. Hablaron largo y tendido. Él le pidió su cuaderno de dibujo, que ella le acabó mostrando no si cierta reticencia. Él admiró cada dibujo por simple que pudiera llegar a ser y al llegar al final del cuaderno, le pareció ¿decepcionado?

-¿Ocurre algo? - le preguntó.

-No, solo que... ¿No falta un dibujo? - ella lo miró con desconcierto – Ya sabes... ese en el que salía yo tocando, aquí mismo... - ella sonrió. Ese dibujo se encontraba colgado en el interior de su armario, a salvo de cualquier mirada, pero él no tenía por qué saber eso.

-Ah, ese – respondió – No sé, creo que se perdió – dijo sin mas.

-Ah.

El tiempo se les pasó volando mientras ella dibujaba sus canciones y él tocaba sus dibujos, pero al fin y al  cabo todo lo bueno se acaba y la hora de despedirse había llegado.

-¿Volverás el año que viene? - preguntó él.

-Por supuesto – había respondido ella. No sabía que estaba equivocada. 

Los días que nos unieronWhere stories live. Discover now