1.

341 52 4
                                    

Tanjiro, como todos, creció escuchando historias acerca de las almas gemelas. Dichas historias variaba de tono según la persona que la contara: las almas gemelas podían ser una bendición o bien, una maldición, pero todos coincidían en que eran una enfermedad trágica e incurable y nadie, absolutamente nadie quería tener la desdicha de padecerla. Tanjiro no creía en eso, ¿por qué la naturaleza haría algo tan cruel? ¿De qué servía conocer al amor de tu vida si ibas a morir al año siguiente? Era ridículo, eran solo historias creadas por gente muy aburrida. O eso pensaba, hasta que pasó en el pueblo.

Le sucedió a una señora que solía dedicarse a llevar una pequeña cocina, donde vendía comida casera a los habitantes del pueblo. Era soltera vivía sola y cuando Tanjiro bajaba a vender carbón, a veces le pedía que la ayudara a hacer mandados y lo recompensaba dándole un plato de la especialidad del día. Era un señora tan amable y dedicada, por lo que Tanjiro sintió una profunda tristeza cuando ocurrió. Lo vio con sus propios ojos, la mujer tenía un plato de cerámica entre las manos cuando un forastero pasó frente a ella, ambos se quedaron viendo el uno al otro a los ojos antes de romper en llanto y abrazarse, el plato cayendo al suelo hasta hacerse añicos, sin nadie que le prestara atención.

A partir de ese día, Tanjiro no vio sola a la mujer nunca más, siempre estaba acompañada de ese hombre. Recuerda verlos paseando por el pueblo, preparando comida juntos; la mujer ya casi nunca le pedía ayuda porque su pareja la ayudaba en todo. Se tenían el uno al otro para todo. Parecían ser la pareja de enamorados más feliz del mundo, hasta que a partir de los seis meses empezaron a haber cambios, cada vez los veía menos y cuando lo hacía, tenían una apariencia enfermiza, cada vez más pálidos, más delgados, caminaban más lento y como si se arrastraran, sosteniéndose entre ellos. Cada vez que Tanjiro preguntaba qué les pasaba, la gente del pueblo decía, con miedo, que era a enfermedad, que no había nada que pudieran hacer y que su final sería inevitable.

Tanjiro nunca fue testigo, pero de repente no los volvió a ver. Los rumores dicen que los encontraron abrazados, sin vida, justo un año después de su primer encuentro. Tanjiro no quiso creerlo, pero a día de hoy la casa de aquella mujer está vacía, completamente abandonada desde entonces y así, una parte de él puede asegurar que es verdad, aunque no lo diga en voz alta.

Es verdad, las almas gemelas existen. En el fondo lo acepta y lo sabe y tal vez es por eso que cuando nació una marca en su muñeca su madre lloró tanto y le pidió entre lágrimas que por favor, no volviera a salir de casa, porque con tan solo trece años era muy joven para decirle adiós a su primogénito.

No importaba cuánto sus manos se mancharan con carbón, al lavárselas la marca seguía ahí, brillante en su muñeca. No tuvo mucho tiempo de pensar en su alma gemela ni en qué tipo de persona sería, porque su familia fue asesinada y su hermana fue convertida en un demonio poco después, por lo que su inminente muerte pasó a segundo plano cuando la última familia que le quedaba lo necesitaba más que nunca.

No tenía tiempo de pensar en una supuesta alma gemela que ni siquiera conocía- y que ni le interesaba conocer a este punto. Así que entrenó hasta vomitar.



Inosuke creció en la montañas, aislado de la gente. No tenía ni la más mínima idea de la existencia de las almas gemelas, por lo que no sabía qué significaba aquella marca que un día brotó en su muñeca.

Lo primero que se le ocurrió fue tallarla, rascarla hasta que la piel se rasgó y salió sangre. Pero al cicatrizarse, la marca seguía ahí.

Qué molesto.




Tiempo después el asunto de las almas gemelas había sido olvidado por Tanjiro. Era fácil ignorarlo, si su uniforme y haori cubrían su muñeca las veinticuatro horas del día. Pero un día por causalidad, por cosa del destino, le conoció.

La máscara de jabalí se deslizó, dejando al descubierto un rostro de ojos verdes, fieros, y cabello lacio color negro y por mero instinto, sus ojos bajaron hasta la marca que sabía de antemano que estaría ahí. Verlo por sí mismo solo fue más doloroso. Había golpeado a su alma gemela, le había roto las costillas y su alma gemela había intentado asesinar a su hermana. No estaba preparado para eso y tampoco lo hubiera estado de saberlo.

Hashibira Inosuke, como había dicho que se llamaba, era un salvaje y ni siquiera cuando Tanjiro podía asegurar que podía sentir lo mismo que él había parado de arremeter en contra suya, sino que al contrario, parecía hacerlo con más ganas y energía. En algún momento, Tanjiro rompió en llanto y su alma gemela le gritó, con una voz ronca que no encajaba con su rostro de facciones suaves, que dejara de llorar porque a él no le gusta la gente débil.

Ahí Tanjiro se dio cuenta.

Se dio cuenta de que está enfermo, de que inevitablemente va a morir.

Y si es inevitable, si va a morir, si no hay nada que pueda hacer para remediarlo y va a irse de este mundo sin haber sido capaz de lograr nada, ¿al menos Inosuke lo abrazará durante su último aliento, sin importar sus arrepentimientos?

Ojalá que sí.

Estoy enfermoWhere stories live. Discover now