Marc

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Cada vez que Marc debía cruzar el Antiguo Palacio de la Generalitat, actual sede de las Fuerzas de Liberación del Sur de Europa, intentaba fijarse en todos los rincones con tal de encontrar nuevos detalles de la edificación y así saciar su eterna curiosidad. Sin embargo, en esta ocasión fue diferente, ya que llevaba más de 24 horas sin dormir y en lo único que pensaba era en salir a la calle y tomarse un café recién hecho.

Durante toda la noche estuvo estudiando las fotografías que había tomado el día anterior y nada parecía tener sentido. No había ninguna enfermedad conocida que presentara los síntomas que mostraba su sobrina. Su cabeza no paraba de dar vueltas y de pensar qué podía ser lo que ocurría, y aunque su hermano Jordi intentaba ayudar en lo que podía, cuatro manos no eran suficientes.

Mientras ambos cruzaban el Patio de los Naranjos, el menor de los hermanos sacó de su bolsillo una lata de tabaco de mascar, vicio que habían adquirido ambos durante su servicio en las tropas del ejercito, y que según ellos les ayudaba a relajarse.

— ¿Quieres un poco, hermano? Aunque no hayamos conseguido sacar nada en claro, creo que nos lo merecemos... — dijo mientras se introducía un buen pellizco en la boca.

— Pensaba que nunca lo dirías, ya lo necesitaba —.

Con un hábil movimiento de muñeca Marc compactó la lata y se la pasó a su hermano. Éste abrió el pequeño contenedor con sumo cuidado y, por pura ansia, se introdujo tanto tabaco que apenas podía hablar.

Ambos dejaron que el sabor cítrico embargara su boca y relajara sus mentes. Hacía tiempo que los dos no compartían tanto tiempo juntos y lo cierto es que Marc lo había echado de menos. Mientras seguían caminando, el menor de los hermanos pasó su brazo por encima de Jordi y le abrazó.

— No te preocupes, no será nada ya verás — dijo en un tono cariñoso, intentado tranquilizarle — Lo que de verdad me inquieta es ese pequeño flotador que llevas puesto... – espetó entre carcajadas.

— ¡Serán mamón! ¡Esto no es nada, en una semana vuelvo a ser el que era y lo sabes! —

Marc pudo ver cómo Jordi se sonrojaba, y es que sabía que a su hermano le molestaba bastante que la gente hiciera comentarios sobre su físico. Sin embargo, también sabía que tenía razón, debido a su condición, su hermano podía volver a estar en forma en cuanto quisiera, así que, quizás el hecho de que se hubiera dejado tanto era un reflejo de cómo se sentía por dentro.

— Me encanta esta estancia, ¿lo sabías? — susurró el mayor de los hermanos mientras cruzaban el Salón de Sant Jordi.

— No te faltan motivos, es una suerte que conservemos edificios cómo este, el resto del mundo no puede decir lo mismo... —

Mientras seguían hablando, cruzaron el gran pórtico que daba acceso a la Plaza Sant Jaume. El sol aún se mostraba tímido, y unos tenues rayos de luz iluminaban la parte superior del edificio del Ayuntamiento de Barcelona, situado justo al frente a la Sede de las FDLSE (1).

Apenas eran las 7 y media de la mañana y tan sólo pudieron ver a los guardias que salvaguardaban las entradas a los edificios oficiales, hecho insólito, ya que, aunque la plaza no era de las más transitadas de la ciudad, uno siempre podía encontrarse algún transeúnte que volvía a casa o a un personaje pasado de copas que apenas sabía donde estaba. Pero esta vez no era así, la nada, el mayor de los silencios se había apoderado del entono.

— ¿Soy yo, o esto es raro de cojones, hermano? —

Marc no tuvo tiempo a responder.

El ruido estrepitoso de cientos de pasos inundó el lugar y en apenas unos segundos, las calles colindantes a la plaza estaban abarrotadas de criaturas encapuchadas.

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⏰ Last updated: Oct 27, 2019 ⏰

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Después de Pandora. La Caída.Where stories live. Discover now