She is my Lady.

852 11 5
                                    

Les contare mi historia, sobre cómo acabe así. Yo nací en la época de las colonias, para ese entonces, se habían acabado las cruzadas y los cristianos empezaron a evangelizar, más de lo normal. Yo era hija de una honesta familia de una tribu en África, no tenía nada en especial, excepto el que yo había sido engendrada de la violación que sufrió mi madre. Mi color de piel revela su raza y el pecado que ella sufrió. Recuerdo que a los 5 años nunca faltaba el católico diciéndonos que si adorábamos a su dios nos premiaría con comida, aún a tan joven edad me parecía tonto.

Se suponía que no debía vivir una vida de lujos, ni una vida como la de los antiguos habitantes de otras tribus, esclavos. No es como si fuese mi decisión. Una noche, tendría yo entre seis y ocho años, hubo un incendio que acabo con una familia que vivía cerca nuestro. Atónitos, no, distraídos por esto, fuimos atacados. Nuestra desventaja en armamento nos sentenció como esclavos. No recuerdo mucho de ese entonces, la vida se basaba en calabozos y comidas escaseas. Ya a los diez años, habiendo vivido una vida consiente ahí, se me compró a manos de un burgués. No me negué, mis padres nunca saldrían de allí.

En el año que me mantuve como propiedad de aquel adinerado hombre, me sentí muy tranquila. Vivía como dama de compañía de una joven chica de amarillentos cabellos y ojos azules cual lagos cristalinos. Su nombre era Elisabeth, aunque siempre me pedía que le dijese Elisa, nunca le llegue a llamar de tal manera.

La vida era pacífica, no se me maltrataba. La comida que se me daba no era comida de reyes, pero era más que suficiente para alguien como yo. Me acuerdo de que en aquel entonces me encantaba jugar con Elisabeth. Toda clase de juegos, escondidas, a los piratas, e incluso a ser conquistadores. Yo nunca podía ganar, aunque ella se enojaba por eso. "¡Nunca sabré cuándo gane si para ti siempre soy la ganadora!", recuerdo que me dijo una vez.

Creo que esos fueron de los mejores años de mi vida, no hubo gran conflicto. Pero, como siempre, eso no fue más que un corto tiempo. Poco después, hubo un terremoto que arrasó con medio pueblo. Tal situación se vio, que todos los burgueses se vieron obligados a vender sus más preciadas pertenencias para poder financiar la reconstrucción de sus viviendas. Entre tan preciosos objetos, me hallaba yo. No costo venderme. Estaba en buena condición física, y se me consideraba atractiva para mi edad.

Qué años fueron esos. Fui comprada por lo que resulto ser un líder de un grupo de ladrones. Me toco hacer del mismo papel, dama de compañía, o algo así. El líder tenía un hijo, un joven algo mayor. Para ese entonces tendría entre once y trece, pero el otro era mayor, unos dieciséis o diecisiete años. Según me contó Elisabeth una vez, a esa edad, los jóvenes son muy frustrados. Sus deseos pueden consumirlos tan rápidamente como incendio en monte seco. Yo pensé que no sería así, y no lo fui, pero aquel joven si. Me pedía 'favores' sexuales, al principio, no muy continuamente. Era algo molesto. Me tomaba a mí misma como una dama, pero se me olvida que sigo teniendo cadenas amarrándome cada pie. No es como si me pudiese negar.

Poco a poco, el cuerpo y mente del otro cedieron. Aquel joven sólo pensaba en relaciones sexuales, y como esclava, no podía negarme. No fue cuestión de unos meses a que me obligase a usar prendas bochornosas diariamente o ha hacer 'juegos de rol' en las situaciones tan vulgares que él tanto adoraba.

Nunca cedí mi mente, jamás. Y un día, él notó eso. Enojado, empezó ha hacerme maltratos más físicos qué sexuales. Látigos, mordazas, eran una manía. Mi cuerpo se hallaba tan a merced de cada maltrato, que empezaba a perder un poco de mí por cada embestida que sentía. Empece a caer poco a poco, aunque mi resistencia era casi en vano.

Entre esos horribles días, apareció lo que yo llamaría un ángel. Recuerdo perfectamente aquella noche. No tenía nada de especial, otro día más de maltratos. Pero en ello, llegó uno de los comerciantes que frecuentaba con el padre de lo quién a mí me tocaba llamar 'Amo'. Aquel hombre trajo consigo un aura orgullosa, su tono de hablar demostraba un deseo monetario mayor que los de un rey. Se olía la avaricia. El líder de aquellos ladrones preguntó por la razón de la venida del hombre y éste respondió haciendo una seña hacia la puerta que se hallaba atrás suyo. De allí salió una hermosa figura, un ángel de dorados cabellos y cristalinos ojos. Imposible no reconocer aquella mirada llena de amor e inocencia, era ella. Miraba atónita aquella figura que tanto adoraba, mi ama, Elisabeth. Sus vestimentas eran nulas, las bolsas donde se cargaban papas con unos agujeros, su cara se hallaba sucia, parecía haber hecho muchos trabajos. Ella tampoco esperaba encontrarme, y menos en mi estado de entonces. Usando ropas escasas, similares a las ropas que se utilizan en las Indias, vestimentas hechas para provocar. Ella tapo su boca para reprimir con ello su asombro. Logre ver que estaba al punto en caer en llanto. No me reprimí más y fui hasta ella para poder abrazarle. No me detuvieron, simplemente lo dejaron pasar. "¿Te gusta, ah? La conseguí entre el mismo poblado que a ti. Es de esos burgueses que nunca volvieron a ser lo que eran después del incidente." dijo aquel comerciante. "No le costará mucho, su 'inminencia'" se arrodilló frente al padre de mi 'amo'. "Le aseguró que será igual a la otra, una esclava de primera categoría." El hijo hablo por su padre. "Sólo yo podría comprobar qué tan buena esclava es." Levanta el dedo índice, indicando el número uno con ello. "Un día, si no me agradan sus servicios, véndasela a alguien más." El trato se cerró y el comerciante se fue. Tuvieron qué incluso separarme de Elisabeth, no podía creer cómo acaba acaso así. Ella era rica, tenía tierras, no merecía esto. Hay quienes si, pero ella no. Absorta por estos pensamientos, no me llega a dar cuenta de que nos habían llevado a la habitación de quién a diario me torturaba. Allí, aquel hombre que tanto odiaba, nos ordeno desvestirnos. No podíamos negarnos. El cuerpo desnudo de mi verdadera ama era magnífico. Las curvas que marcaban sus caderas, sus rubios cabellos que llegaban a tapar parte de sus delicados senos, su actitud tímida ante la situación, se notaba que no sólo era virgen, sino que era muy inocente. Cada detalle de ella me hipnotizaba, por un momento, pensé que me agradaría lo que seguía. Pero no, mi ama no merecía esto. Quería rogar porque no la usasen de tal vulgar forma, pero conociendo el avaricioso corazón de aquel pervertido, lo primero que haría sería penetrar aquella zona que nunca debió haber sido ni vista por alguien que no amase. Por ello, me quedé sumisa ante todo lo que desease esa repulsiva figura. Elisabeth me miraba asustada, sabía que seguiría, pero me tocó limitarme a sostener su mano con fuerza. Aquel hombre nos coloco ambas sobre la cama, colocándose él encima nuestro, no llegue a soltar la temblorosa mano de mi ama. Comenzó a lamer uno de mis senos. Lo mordía, jalaba de él con brusquedad. Mi querida apretaba mi mano con bastante fuerza, sus ojos no se abrieron ni por la milésima de un segundo. No quería verme así, no quería admitir las cosas que me había hecho aquí. Quizás, ese día fue la primera vez que vi lo que hacia aquel pervertido. Por más que mi cuerpo reaccionase, mi mente nunca se hallaba en eso, pero está fue la excepción. Asco, repudio, odio. Sentí como mi cuerpo estaba sucio, manchado, herido, usado cual juguete. Odiaba esto y odiaba el doble que mi ama fuese a o pasar por lo mismo.

No me di total cuenta de mi alrededor sino hasta que sentí su fuerte estocada, se que adoraba hacer eso, ser brusco y saber que me dolía. Gritaba, lloraba, mis mejillas no dejaban de dar camino libre para mis lágrimas. No más, no deseaba más. Quería morir, simplemente eso, morir. Pero, le oí susurrar:"Juguemos con tu amiga". La tocó. "No es fea" Ella lloro.

¿Saben? Nunca me importó cuánto odio me agarrase hacia mí misma, pero creo que aquel día, algo se rompió. O se fue rompiendo en unión con sus palabras. "su dulce cuerpo..." La lamió. "Sus tímidos pechos" La mordió. "Esa actitud tímida" La besó. "Son mías" Casi lo logró.

Quizás, querido amo, no habrá sido buena idea hacer un calabozo sexual en el cual hubiesen armas blancas y menos considerando el odio tan inmenso que te tenía. No fue personal, lo juro. Pero aquellas curvas, aquel dulce cuerpo era sólo mío. ¿Los ladrones? No, todos son unos mismos fetichistas, puedo con todos. Sumiso, obedientes, todos en fila siempre y cuando crean que todo es un juego. Nunca la han tocado porque nunca estuvo en sus manos. Es cuestión de abrir el armario de mi nueva recámara para poder observar sus cálidos labios. Oh...Están tan fríos ya. Sonríe, ama, yo gane.

I win.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin