único.

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Las picaduras de una Serpiente | Obamitsu




«Todo es monotonía normal hasta que ella acaricia un jardín árido como si fuese fortuna utópica, única en la vida. »

i

Se llama Kanroji Mitsuri, tiene cabellos de algodón de azúcar y puntas cetrinas, sus pómulos sonrosados y pupilas cargadas de brillantina verde son compatibles con aquella dulzona alma que posee. Gusta de repartir caramelos de amor y purificar el odio rotundo, logrando ver (crear) alegría genuina en personas sombrías que viven panoramas taciturnos.

Es ella, a fin de cuentas, quien da amor pero jamás lo recibe.

ii

El día se torna grisáceo con nubes colmadas de lágrimas, esperando ser soltadas. Ella luce radiante como siempre, aún cuando las tareas en su último año de preparatoria se han vuelto complicadas. Sus compañeros desanimados charlan sobre el próximo examen de química y Kanroji trata de animar a su compañera con un nuevo restaurante en la ciudad.

—¡Debemos ir, Shinobu! Todo el mundo dice que su comida proviene del cielo, ¿lo imaginas?

La mujer, cuyo nombre parece ser Shinobu, le mira con ojos violáceos y profundos, su piel acendrada sólo le aclara el hecho de que se ha convertido en un ser monótono, lleno de perdida hipocresía. Una sonrisa muerta sobresale entre sus flácidas mejillas y Shinobu le muestra su máscara de felicidad infinita.

—Suena genial, pero debo cuidar a Kanao esta semana. Quizás otro día.

La conversación trivial se evapora cuando el ruidoso timbre se hace escuchar. Un bufido atolondrado escapa de los labios finos de Mitsuri, pues su casa vacía con paredes blanquecinas y pisos mugrientos le recuerdan su desafortunada pérdida, una y otra vez; no desea retornar a un lugar sombrío donde el sol parece jamás brillar.

La joven de cabellera negra con terminaciones púrpura se despide con falsa sonrisa y sale del salón con ridícula prisa. Kanroji se retira con una emoción particular; caminar por la ciudad siempre le ha gustado, pero inclinarse y bailar entre girasoles en medio de la nada misma, le produce un placer inexplicable.

Se dirige con el paso lento, mientras va saltando con alegría tenue como una tierna niña que no pretendía crecer. Cuando llega, sus pupilas se dilatan y producen luminiscencia natural; puede no ser más que tierra seca con rocas duras, pero para la chica con imaginación acaramelada ese es un verdadero Jardín del Edén.

Se balancea, demostrando la flexibilidad extraordinaria de su cuerpo, y danza al ritmo de la brisa primaveral que contornea su figura. Siente la libertad etérea golpear su pecho y su alma con miel acuosa sólo vocifera júbilo por cada poro.

Kanroji Mitsuri es flor trágica que crece en prados devastados.

iii

Kanroji suele cuestionarse la existencia del amor verdadero (propio), mientras se deja ensuciar el uniforme escolar por restos de arena fría que–irónicamente–limpian la tristeza aguda de su corazón.

Toda su vida ha ofrecido pedazos minúsculos de su alma a cada ente incapaz de sentir, porque ella no soporta la carencia de afecto (aún cuando ella misma no lo posee); entonces, dona prácticamente lo único que atesora: su alma.

(Ella espera a Adán, quien no se digna a aparecer y se encuentra a sí misma persiguiendo a Lucifer en busca de amor.)

Abre sus párpados, sólo para notar que se ha quedado dormida. Carcajea al ver una noche sin cuerpos celestes, sólo acompañada de humo aciago. Hasta que se percata de una presencia anónima analizando cada ínfimo movimiento de su persona.

The bites of a snake | Obamitsu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora