Capítulo I

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1

Madame Rosmerta, es una encantadora mujer de unas 50 primaveras, me dio la información necesaria para poder acercarme a la señorita Granger. Me comentó el nombre que describe como una chica alegre y dulce, solo que en estos días está ida, lo que se debe a que ve y siente la presencia de fantasmas (como lo hizo su padre y su abuela, quienes van descansando diez años en el cementerio de Valle Normal) durante las noches más que en los días.

La señora Granger dejó a su hija desde que cumplió los dieciocho años y de eso ya han transcurrido cuatro años, se marchó debido a que temía a los fantasmas y no deseaba estar relacionada con el hotel poseído. No me lo dijo Madame Rosmerta, pero al parecer la madre también tenía esos poderes. Envidio ese don.

Esa noche al regresar a la mansión vi a la señorita Granger barriendo el vestíbulo, mientras estornudaba reiteradamente, la ayudé, después de todo debía estar limpiando para su único huésped. Más tarde le ayudé a poner un par de plomos en el suiche para que dejara de usar velas en la plata baja. Ninguno dijo palabra alguna. Ella siempre mantuvo la mirada sobre el piso pulido, parecía estar ida. Me parecía interesante su manera de ser, tal vez veía un fantasma cada vez que me observaba o soy muy guapo que puedo dejarla ciega.

2

— 30 de octubre del año 2020, tres de la mañana — uso la grabadora de mi teléfono — Me encuentro en el cuarto piso de Granger's Hotel, voy a comunicarme con los espectros que he escuchado hace unos minutos — guardo el teléfono en uno de los bolsillos de mi pantalón del pijama.

Salgo de mi habitación, camino por los pasillos de la mansión, me es emocionante, más cuando uso un par de receptores-transmisores para hablar con los espíritus.

Voy concentrado dando pasos largos, en busca de una frecuencia que me indique algo de actividad paranormal

— ¿Buscas algo? — La voz femenina me hace dar un respingo.

— ¡Espíritus chocarreros! — exclamo y giro para verla. Usa un camisón blanco y lleva un candelabro en la mano. — ¡La llorona!

— Soy Hermione Granger, no la llorona — rebate algo divertida. — ¿Por qué está fuera de la cama?

— Oí el llanto de un bebé — Explico y muestro mi receptor-transmisor — Con esto pretendo comunicarme con los fantasmas.

Me ve a los ojos. — ¿Puede oírlos?

Asiento. Larga historia que le voy a contar, incluida mi interacción mente-materia, mas ella nunca mostró sorpresa, solo curiosidad.

3

A las 6 de la mañana ambos nos hallamos en su habitación, debido a corrimos escaleras abajo para evitar las apariciones paranormales del cuarto piso, debido a que cuando intentamos comunicarnos la voz decía: Disparen hacia el blanco posteriormente se empezaron a oír sonidos de balazos, pero no hubo nada roto, solo un dolor de tímpanos insoportable. Ella si vio a los soldados que nos atacaban. Su habitación era como un cubil al que se rehusaban a ingresar ya que había muchos amuletos religiosos, desde el budismo hasta el catolicismo. Tres horas hablando y ya nos tuteamos. Es una chica muy accesible y amable.

— Me parece asombroso que puedas vivir en esta mansión plagada de espectros. — comento cuando me da una taza de café caliente que hizo en la cafetera. — Yo apenas he podido dominar mi telequinesis.

— La mayor parte del tiempo los fantasmas son amables, excepto en estas fechas que es cuando se ponen histéricos, es como si su único cometido fuese aterrorizar. — Hermione bebe de su taza café descafeinado. — Es el único momento en que me aterran y no tengo huéspedes. Bueno hace un mes que no tengo a nadie aquí.

— Aun así, creo que eres muy valiente. Considero que es innecesario todos estos amuletos religiosos — Señalo sus paredes, donde reposan cruces, rosarios, espadas, cuadros de santos, imágenes de ángeles y estatuillas budistas. — A ellos no les importa si crees en todos ellos.

Ella sonríe, y niega con la cabeza — yo no creo en todo eso, Los fantasmas son los que se asustan al ver los amuletos, son sus creencias, no las mías.

Asiento pensativo. — Daría lo que fuera por verlos.

— Draco, verlos implica tener que hablarles y entenderles. Si no han pasado al más allá, debes de ayudarles a recordar que fue lo que dejaron por hacer.

— ¿Tú lo haces? — Pregunto.

— Por supuesto. Ayudé a mi padre a resolver su asunto pendiente, lo hice con mi abuela y con mi ex novio. — deja su taza de café sobre la mesa de noche y se recuesta. — Es mi hora de dormir, debes hacer lo mismo ya que a las 7 de la noche habrá más ruido. — Da un bostezo — En la tarde deberé adornar esta casa por si mañana algún niño se aventura a pedir dulces.

— ¿Podrás salir de aquí? — Antes me ha comentado que apenas puede salir de la cama por el miedo que le dan los fantasmas. — Es decir, a dar los dulces.

— Nunca vienen niños, los árboles secos de la entrada los asustan. — Ella cierra los ojos — o los espíritus los alejan.

— ¿Qué te parece si salimos en la tarde de mañana? — Quiero saber que ve en el exterior — De todos modos, necesitas saber cómo es que los espectros se comportan lejos de tu hotel, que es como su centro de reunión.

— Déjame pensarlo. Te diré mi respuesta en la tarde.

La veo enterrar su rostro en la almohada. Me retiro de su habitación. Te ves adorable incluso con esas ojeras.

Debería ir a dormir a mi cama, pero estoy demasiado cansado para subir un centenar de escalones hasta mi habitación. El diván del vestíbulo me es más apetecible, con mi telequinesis arranco la cortina más cercana para usarla de cobertor aunque eso me causa más de un estornudo. 

Ghosts ©Where stories live. Discover now