Capítulo 4.

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Midnight corrió, se detuvo frente a las escaleras y comenzó a ladrar. Aquello me asustó y me hizo entender que lo que estaba pasando no era normal. Definitivamente, tenía que subir a averiguar que había ocurrido.

—No pasa nada, Midnight. Ve a la cocina, yo subiré —acaricié la cabeza de mi perro e insistí—: Anda, ve.

Agradecí que Midnight fuera tan obediente, y después de que se fuera a la cocina, subí las escaleras corriendo.

—¡¿Abuelita?! —la llamé—. ¡¿Abue?! ¡¿Abuelita?! ¡¿Abue?! —Pero no respondió. ¿Acaso ya estaría dormida? Si ese era el caso, ¿cómo no la habrían despertado los ladridos de Midnight ni el llanto de mi hermanito.

No perdí un segundo más, y corrí al cuarto del bebé.

—¿Max?

Entre al cuarto y activé el interruptor de luz, pero no funcionó. Lo intenté dos veces más, y nada.

Entonces, escuché voces extrañas y chillantes.

—¿Max?

Me acerqué a la cuna, y ahogué un grito al no encontrarlo.

—¡No, no, no, no! ¡¿Max?! —exclamé desesperada.

Ahora, se escucharon carcajadas por parte de las mismas voces extrañas, y mi corazón empezó a latir rápidamente.

—¡¿Qué está pasando?!

Miré a los alrededores de la recámara en busca de cualquier explicación, cuando noté una extraña silueta en la esquina de la habitación. Lancé un grito de terror, e involuntariamente di un paso atrás.

Entonces, la silueta se transformó en una figura humana; la figura comenzó a caminar hacia mí y al hacerlo, una inexplicable y fuerte ventisca levantó las cortinas de las ventanas, dando paso a la luz de la luna y alumbrando a la misteriosa persona delante de mí.

No lo podía creer. Mi corazón se detuvo cuando encontré enfrente a un atractivo hombre de vestimenta extraña, cabello rubio, largo y desaliñado y peculiares cejas que enmarcaban a un par de ojos desiguales.

—Por Dios —dije casi en un susurro—. Eres tú —ahora hable en un volumen decente—. Eres... J-Jareth... el rey de los... goblins.

Él me dedicó una sonrisa, un tanto malévola y de satisfacción.

—¿Estoy soñando? —pregunté antes de pellizcar mi brazo con fuerza—. ¡Auch! ¡No estoy soñando! Espera un momento, creí que sí en verdad existiera el Rey de los goblins no sería exactamente como David Bowie. Sin embargo, tú eres así. Y en serio eres sumamente guapo —Me quedé embobada mirándolo y cuando alzó la ceja, me di cuenta de la impertinencia que había dicho—. ¡Dios! Q-q-quiero decir... No puedo creer que estés aquí... ¡En frente de mí!

Acerqué mi mano hacia él y me miró confundido. Cuando rocé su manga oscura y sentí la tela en mis dedos, volví a comprobar que no era un sueño. Entonces, solté un chillido de emoción.

—¿Qué demonios te sucede? —preguntó, aún confundido.

—¡Lo siento, lo siento! —me apresuré a disculparme—. Puedo llegar a ser un poco intensa, en serio lo siento.

Avergonzada, centré mi atención en otro lado y aquel lado, fue la cuna de Max. Entonces, recordé que estaba haciendo en esa habitación en primer lugar.

—¿En dónde está Max? —cuestioné, pero Jareth no respondió—. Max, mi hermanito —expliqué—. El bebé que estaba durmiendo en esta cuna. ¿En dónde está?

Pero el Rey de los goblins siguió sin contestar. Entonces, razoné la situación y quedé horrorizada.

—Tú... te lo llevaste, ¿no es así?

My Labyrinth | LabyrinthWhere stories live. Discover now