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Daki, a sus diecinueve años de edad, odia muchas cosas, e incluso tiene una lista de ellas. Hasta ahora, escritas en tinta negra, hay cosas como; la suciedad, los adultos, las personas en general, el fuego...
Pasa saliva a causa de éste último.
El sólo pronunciar esa palabra hace que su cuerpo comience a temblar.
Aunque, para ser sinceras, no es que Daki odie realmente al fuego, la verdad es que... Ella le tiene pavor.
El sólo verlo, el sentirlo, y el mero hecho de su existencia, le hace recordar a esos días pasados... Cuando ella y su hermano vivían de la peor manera posible, y ella tenía que ofrecer su cuerpo a extraños para poder ganar algo de dinero y así no morir de hambre, todo esto debido a que estaban faltos de alguna figura paterna que se hiciera cargo de ellos a como era debido. Ya que su madre luego de haberles dejado con innumerables traumas y problemas, decidió quitarse la vida con una navaja en la sala de su diminuta casa. Un escenario demasiado sangriento y fuerte para ser observado y limpiado por sólo unos niños.
Daki piensa en un día en específico, suelta un suspiro, y mientras espera en la banca de aquel parque, se permite recordarlo;
Un imponente hombre, por muchísimos años mayor que ella, llevaba horas acosándola, tiempo atrás inclusive la menor lo había atrapado siguiéndola mientras andaba por las calles. No le había contado nada al respecto a su hermano porque creyó que nada más estaba imaginando cosas.
