La Biblia así como Dios es inmutable pero pensar que la iglesia lo es tambien es absurdo. A través de estas páginas trataremos de varios puntos en que hoy la iglesia, necesita ser reformada como lo fue en 1517.
Es interesante observar las iglesias, y notar a medida que pasa el tiempo que estas cada vez están más lejos de ser lo que se supone que deben ser. Esto no es algo nuevo, ya ha ocurrido antes, luego de la muerte de los apóstoles y sus primeros discípulos la iglesia comenzó a corromperse, segada por el poder y el dinero. Esta época conocida como el medioevo ha sido una de las páginas más oscuras en la historia de la humanidad, marcada por la muerte, la superstición, las guerras y la ignorancia, pero sobre todo marcada por una ausencia casi total del verdadero Evangelio. Cómo no iba a ser así si la Iglesia que se suponía debía dar luz al mundo se encontraba ocultandola.
Tuvieron que pasar casi 5 siglos para que una luz se asomara por el horizonte, un monje agustino, hastiado de tanta mentira y codicia se levanta valientemente con 95 puntos que el creía firmemente que la iglesia debía corregir. Esta controversia generó lo que hoy conocemos como la reforma protestante, la cual dio lugar a una de las épocas doradas de la historia de la humanidad con cambios en las ciencias, las artes, la cultura y la teología. Sin embargo nuevamente cinco siglos han pasado desde entonces y una vez más la iglesia se encuentra caminando en malos pasos. Lo cual nos hace pensar si es necesaria una nueva reforma.
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Creo determinantemente que sí, hoy como en 1517 hay codicia, mentira, ignorancia y ancias de poder. En muchos casos la iglesia se encuentra escondiendo la luz de la Palabra de Dios para su propio beneficio y todo esto tiene que parar. En este libro pretendo explorar algunos puntos que creo deben cambiar en la iglesia, algunas cosas que deben reformarse y otras que deben mantenerse. Es momento de sentarnos con autocrítica y con corazones despuestos a ser enseñados por la Palabra de Dios que es lámpara a nuestros pies y lumbreara nuestro camino.
La iglesia una vez más debe convertirse en la sal de la tierra y la luz del mundo y ser puesta en el candelero para que traiga luz a todos los que están en la casa. Es nuetra responsabilidad y nuestro llamado como cuerpo de Cristo. No pretendo juzgar a nadie, ni creerme superior a ninguno pues muchas de las cosas que de las que voy a hablar son cosas con las que he tenido que luchar en mi propia vida y ministerio. El único propósito detrás de este libro es enseñar, pensar y llamarnos a cambiar todas aquellas cosas que estamos haciendo mal como iglesia, para que cuando el Hijo del Hombre regrese halle fe en la tierra.
