Complejo de héroe

161 23 15
                                    

Sentí algo revolverse justo debajo de mi estómago. ¿Era miedo a los golpes en mi preciado rostro? ¿Eran nervios? No estaba seguro.

Trevor abrió la puerta del cubículo nuevamente, y se apoyó sobre el marco de la puerta, entrecerrando los ojos, expectante, impactando su mirada sobre mí como si quisiera decirme algo.

¿Qué hacía un sujeto como él haciendo un gesto tan extraño? No sabía si temerle, o si reírme de él. Su cara se asemejaba al rostro de alguien estreñido intentando pujar con todas sus fuerzas. Ay, hice mera comparación dado a que estamos en el baño, fue inevitable, me disculpo.

—G-gracias por haberme encubierto —comenté, harto del escandaloso silencio, y percibí además que mi voz temblaba más de lo normal, pues sí... alguien tan perfecto como yo también tenía defectos: yo tartamudeaba, tal vez un poco. Bueno, en realidad mucho, más aún estando nervioso—, s-sin embargo, tú... crees... que... no sé... p-puedas tal vez... ¿dejarme ir? —concluí finalmente.

Trevor frunció el ceño y se cruzó de brazos. Y su siguiente movimiento fue sumamente peligroso, pues me fue difícil reaccionar cuando se encerró conmigo en aquel cubículo.

Mi corazón se alertó, y sudé frío. ¿Era de esas personas? ¿Acaso estaba frente a un pervertido cegado por mi belleza?

Naturalmente, arrimé mi cuerpo hacia atrás, escalando el inodoro sobre el cual me encontraba sentado. Entonces, queriendo lucir intimidante, apreté los puños y fruncí el seño hacia el pervertido.

—A-aléjate ahora o llamaré a la p-policía —mencioné, controlando el temblor en mi voz y mis jadeos de cansancio. Y rezando nuevamente por que no notara que no llevaba un celular conmigo.

Trevor frunció el ceño y luego su semblante reflejó confusión. Se acercó tenso y jaló mi camisa, alzando mi cuerpo levemente.

—Escúchame bien, rarito—dijo entonces, disminuyendo la distancia entre su rostro y el mío —No vuelvas a meterte con Nathan o lo último que recordarás será tu cuerpo estampado contra un muro —dijo mientras daba leves golpecitos contra mi pecho —¿Está claro?

Tragué saliva mientras intentaba mantener el equilibrio, y asentí una y otra vez con la cabeza, sumergido en mi propia desesperación.

De pronto, ambos guardamos silencio tras escuchar el ruido de unas llaves echando golpes en una puerta. Vi como el rostro de Trevor transformaba su expresión de odio a miedo, y sentí nuevamente mi estómago revolverse cuando llevó un dedo a su boca para exigirme silencio.

—¡Sí, señorita O'neil! Cerré bien todos los salones, ¡así que no tiene por qué preocuparse! Ningún alumno entra o sale de la escuela bajo mi guardia —fue lo que escuchamos desde aquel cubículo en el baño del colegio.

Fue allí cuando entendí que el conserje acababa de encerrarnos en el baño.

—Mierda —carraspeó por lo bajo el sujeto frente a mí.

Trevor soltó mi cuerpo bruscamente, aún con expresión aturdida. Se cruzó de brazos y salió del cubículo para camimar en círculos una y otra vez.

Me acomodé sobre el inodoro, ordenando mi ropa y calmando mi propia respiración. Y luego observé como Trevor miraba nervioso al rededor suyo, pareciendo igual querer mantener la compostura.

Ahora estábamos encerrados en el baño, un viernes casi a las siete de la noche, dentro del colegio católico en el que ambos estudiábamos.

Salí del cubículo disimuladamente, pues quería mantenerme fuera del rango de tiro de Trevor. Su mera presencia daba miedo. Era muy alto, de cabello oscuro y cejas prominentes. Sus ojos eran grandes, más aún con sus pronunciadas ojeras. Y por algún extraño motivo parecía odiarme, lo cual era contradictorio, pues hace apenas un momento acababa de ayudarme.

En sus marcas, listos, ¡ya!Where stories live. Discover now