La máquina de hacer historias

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¿Leíste alguna vez el hombre ilustrado? La última noche del mundo... a veces se siente como eso. Se siente como si cada noche fuese la última de este mundo, y nunca lo es. Siempre me despierto a la mañana viendo al sol entrar por la ventana. Me gustaría llevar escritas historias en mi piel, tal como el hombre ilustrado. Quizás, no se trate de contarlas, sino de hacerlas. Perdón, que anoche no te escribí. Me quedé perdida en un romance lejano que no logro olvidar. Tan distante la vi, y aun así tan poderosa. Gobernadora de los océanos salinos, hechiza este mar electroquímico que me da consciencia y me permite verla. ¿Sabés? La veo surgir y morir cada noche, cada vez mas linda, cada vez mas dueña y mas feroz. Y yo, una observadora lejana que disfruta con su compañía ocasional. Aún amantes, desapegadas en el cosmos nos encontramos como cada camino, que recorre los mismos espacios que se revelan cuando ella los toca con su luz. Hoy no la miro, pues escribo estas palabras. Que en realidad se las escribo a ella, puesto que tenemos esta suerte de romance que danza en torno a retornos a casa cansados, hastiados y tristes. Ella siempre logra alivianarme el alma, siempre logra iluminar el horizonte que es mas suyo que mío pero lo ofrece generosamente. Me embebe la piel con su energía y transmuta cada célula de este cuerpo animal que suelo vestir diurnamente hasta transformarme en mi. Es entonces cuando miro el horizonte y la veo esconderse traviesa detrás de los árboles, y siento que puedo seguir. Que vale la pena seguir. Cada noche se siente como la última noche del mundo, pero nunca lo es...

La máquina de hacer historiasWhere stories live. Discover now