Capítulo I

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El jardín olía a césped recién cortado y a flores. Decenas de bancos habían sido dispuestos en semicírculo alrededor de la plaza. De los balcones colgaban telas de colores y los pasillos estaban decorados con menta y laurel. Cientos de pétalos de rosa formaban un camino que unía la salida y la plaza, Detrás cinco enormes hogueras iluminaban el jardín e inundaban el aire con un suave aroma. Solo cuando la luna era perfectamente visible empezaron a llegar los invitados.

Los invitados llevaban vestimentas diversas. Muchos llevaban sus mejores galas; las mujeres presumían de sus largos vestidos de seda o del finísimo bordado que decoraba sus mantones; los hombres mostrando sus chaquetas de cuero y las pieles de sus presas. Otros, tanto hombres como mujeres llevaban armaduras de gala recién pulidas que brillaban con un tibio color anaranjado a la luz del fuego.

Cuando todos los invitados estuvieron en sus lugares, entro una anciana que, a pesar de caminar encorvada, desprendía un aura solemne. La seguían dos jóvenes, una, esbelta y con el pelo largo negro como la noche, cargaba una espada larga decorada con cintas y rosas; y la otra, un poco más baja y con el pelo todavía más oscuro que la anterior y con el rostro oculto, llevaba una corona hecha con filamentos de plata y zafiros.

Las tres mujeres avanzaron y se colocaron en el centro de la plaza. Detrás entraron dos hombres escoltando a una mujer oculta debajo de un velo opaco. El primero era un joven de no más de veinte años, sin embargo, su pelo, por la nuca, era de un intenso color blanco; el segundo, era un feol enorme de más de cuarenta años.

La comitiva se acercó a la plaza. La mujer se quedó arrodillada frente a la anciana, mirando a la muchedumbre que observaba en pie; mientras que sus dos acompañantes se unieron a las dos muchachas.

-Hermanos. - dijo la anciana con voz desgastada, pero firme. - He aquí la candidata a reina.

La mujer retiro el velo y mostro a la heredera. Era una mujer pelirroja. Sus ojos eran intensos y brillaban con energía. Su rostro estaba salpicado por un sinnúmero de pecas. Llevaba un simple vestido blanco y estaba desarmada.

-Aquel que se niegue a que esta mujer sea el gobernante, que dé un paso adelante. Aquel que piense que esta mujer es débil, que dé un paso adelante. Aquel que piense que esta mujer es estúpida, que dé un paso adelante. Aquel que piense que esta mujer es malvada, que dé un paso adelante. - en ningún momento nadie se movió. - Sea pues. El pueblo ha elegido.

La mujer se giró y recogió la corona. La pelirroja se volvió y se arrodillo de nuevo frente a la anciana.

-Por ello yo te nombro reina del Reino Oculto. No para comandar a tu pueblo, sino para servirlo. Arrodíllate como hija de Nadia y de María, la Sangrienta, como esposa de Noah Alma-siempre-justa y madre de Annabelle. - coloco la corona sobre la rizada melena de la mujer. - Y álzate como una reina, recuerda este momento, recuerda que naciste del lodo y estuviste cubierta de mugre toda tu vida. Se justa y paciente, pero firme y fulminante. No permitas la corrupción y mantente fiel a los principios de este, nuestro reino. Recuerda tus raíces y las raíces de tu gente. Y ahora, muéstrate a tu pueblo, Reina Nora, la Madre.

La pelirroja se levantó y observó a su público con mirada tranquila y alzó un pequeño escudo de plata. "Noah dame fuerza" pensó. Con un leve brillo el escudo se volvió líquido y comenzó a deslizarse por la piel de Nora. Cuando el extraño líquido metálico la cubrió por completo comenzó a tomar forma. Se formó una cota de malla alrededor de su torso y placas más duras en los puntos débiles del cuerpo; en la pechera surgió el escudo del Reino Oculto, en las protecciones de los brazos crecieron ramas y flores de plata. En su brazo, aún alzado, el material se alargó y trenzó hasta que se convirtió en una vara de cerca de dos metros; cuando alcanzó en punto más alto se abrió como si fuesen alas y se formaron dos hojas afiladas a cada lado y una punta de lanza afilados como cuchillo.

- Una era termina hoy, pero comienza otra; a partir de este momento está mujer decidirá qué camino seguiremos, más su obligación será caminar la primera.

Mientras pronunciaba estás palabras se dio la vuelta y recogió la espada de las manos de una de las muchachas.

- Sin embargo, la reina no ha de ser solo sabía. Su poder ha de ser temido en los cuatro reinos, ya sea como héroe o como villano. - la anciana mostró la espada y luego la colocó sobre un altar de piedra. - Prueba tu fuerza, destruye el arma de Noah y empieza tu era.

Nora observó el objeto con nostalgia. Ella había estado el día que Noah obtuvo la corona, ahora transformada en aquella espada. Las piedras ahora decoraban la empuñadura y el metal se transformó en el corazón del filo. Aquella arma jamás llegaría al campo de batalla; en verdad, según la tradición, la corona se enterraba junto con el dueño; sin embargo, cuando la siguiente coronación tardaba en llegar, el cuerpo del rey se enterraba y, más tarde, cuando el siguiente rey aparecía, se sacaba el cuerpo del anterior y se realizaba de nuevo el funeral.

La pelirroja cerró los ojos y formó el rostro de Noah en su mente. No había logrado olvidar ni uno de sus rasgos. Tenía unos enormes ojos marrones y unos labios carnosos y rosados. Su piel era de un hermoso tono chocolate y su cabello, recogido en rastas, pasaba por detrás de sus orejas y caía sobre sus hombros, excepto un pequeño mechón que siempre se le metía en la cara. No importaba cuanto lo intentase, nunca lograba domarlo.

Sin borrar su imagen de la mente agarró su hacha con ambas manos y golpeó el arma de Noah con todas sus fuerzas. La espada quebró con un solo golpe sin mellar el filo de Nora. La multitud estalló en una mezcla de vítores y gritos de alegría.

- ¡Viva la reina Nora! - dijeron a coro. - ¡Y qué largo sea su reinado!

La mujer alzó su arma como símbolo de victoria.

-Hermanos. - dijo, provocando que la multitud guardase silencio. - Ha pasado mucho tiempo desde que Noah nos dejó; sin embargo, su era no termino con su muerte. Hoy por fin puede descansar, pero no olvidemos su legado y así podrá descansar sabiendo que el Reino no se perderá.

La mujer guardo unos instantes de silencio recordando a su amante.

"Años atrás, durante el reinado de María, la sangrienta, el Rey Dorado nos ofreció lugar en sus tierras y nos ofreció viajar por su territorio con libre albedrío. Aquella fue una época de prosperidad, una época que muchos de los presentes recuerdan; nuestros primeros pasos como nómadas, como guerreros, se dieron durante esos años. Y, con la calidez que nos ofrecía este lugar abandonamos el resto de los lugares, olvidando parte de nuestras raíces.

Sin embargo, duró poco, ya que el Rey Dorado fue asesinado y su hijo tomo el mando de estas tierras. Él nos acusó de la muerte de su padre y nos cazó como animales. Fue durante esa era oscura que Noah heredó el trono. Creo está base, el orfanato, para que nosotros nos pudiésemos ocultar. Desde este lugar hemos realizado muchas operaciones, algunas victoriosas, otras... Fallidas; pero siempre teníamos este lugar al que regresar. Ese es el legado de Noah; sin embargo, este lugar no nos acoge. Tenemos que estar ocultos, moverse en las sombras y temer el día que nos descubran.

Eso terminó. A partir de este momento el Reino Oculto ha de recuperar sus raíces nómadas. Viajaremos hasta el último de los rincones y traeremos una nueva era de oro. Sin embargo, este orfanato es el legado de Noah y no podemos abandonarlo. Este será nuestro hogar, un lugar al que regresar, donde podamos descansar al acabar nuestro viaje. Recordad mis palabras y llevad con orgullo la marca del Reino Oculto allá a donde vayáis. Jamás olvidéis de donde venís, pues solo así recordaréis a donde os dirige vuestro camino.

Los fragmentos del tiempo: La joya del pasadoWhere stories live. Discover now