1. El chasquido

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<<Nueva York, 2018

Como interna, el único papel que Cornelia tenía en el quirófano era observar y aprender todo lo que pudiera mientras se imaginaba a sí misma en acción solo unos años más adelante, incluso rogaba porque el cirujano principal la notara para que al menos pudiera hacer succión mientras el doctor Pomatter operaba con la destreza que lo caracterizaba, no por nada había ganado tantos premios de cirugía a su corta edad de treinta y dos años.

Secretamente Cornelia tenía un enamoramiento hacia él, a veces creía que solo era admiración, pero desde que entró a trabajar a ese hospital nunca podía sacarlo de su cabeza.

—Doctora Kirk —escuchó y su cabeza enseguida se irguió esperando por alguna instrucción— si no está interesada en aprender esta técnica, no veo motivo por el que esté ocupando un lugar en mi quirófano.

No sabía qué responder, la había tomado desprevenida y su nerviosismo la hizo mirar a todas partes menos a los ojos del doctor que la vieron por un segundo antes de volver a concentrarse en su paciente.

—Lo siento doctor, solo estaba pensando.

—¿Pensando? —casi rió— lo que usted debería hacer es estar anotando cada paso que realizo, es una nueva técnica, ¿está usted familiarizada con ella? ¿o familiarizada con cualquier otra técnica de reparación de las vísceras?

—He leído artículos... —comenzó, pero su frase no pudo terminarse cuando el monitor comenzó a emitir un sonido que alertó a todos.

—Está formando coágulos —habló el segundo cirujano— revisen los signos vitales.

Todo el mundo se movía rápido y Cornelia se mantenía quieta para no estorbar en la danza que los doctores y enfermeros estaban creando, esa era una de las razones por las que había estudiado medicina, la magia que ellos formaban con sus manos era increíble y la destreza que caracterizaba el papel de cada uno de ellos en el quirófano era fantástico, no era tonta, ella moría por poner sus manos dentro de aquel paciente, un pobre hombre que había llegado a trauma después de un accidente automovilístico en el que la mitad de sus órganos del abdomen se habían perforado, una condición tan devastadora que no le sorprendía la inestabilidad de sus latidos durante la cirugía.

Ella había experimentado muchas cosas durante toda la carrera, especialmente durante su año de servicio en el que tuvo que ir a un pequeño pueblo encontrándose de todo, cuando volvió a la ciudad creyó que nada más le sorprendería, pero estaba muy equivocada, tanto que nunca en su mediana vida habría creído presenciar algo como ese día; sabía que Nueva York podía llegar a ser un circo, especialmente por el grupo de héroes que solían regodearse por la ciudad destruyéndola cada vez que alguien los invadía, porque al parecer la gran manzana era un atractivo para seres de otros planetas. Aquellos espectáculos habían disminuido después de la firma de los acuerdos de Sokovia así que Nueva York estuvo más tranquila por un tiempo, fue por eso que no se esperaba lo que ocurrió después.

—Lo necesitan en el quirófano cinco, doctor Ray —entró una enfermera al mismo tiempo que el monitor volvió a la normalidad.

—¿Estarás bien sin mi, Pomatter?

—Ve tranquilo —asintió— el paciente ya está estable.

El doctor Ray asintió una vez más antes de sacar sus manos de la zona abdominal del paciente con los guantes llenos de sangre que se quitó para tirar a la basura y salir corriendo junto con la enfermera que había sido la encargada de llamarlo.

—Voy a necesitar un par de manos más —dijo el doctor un momento después— la sangre sigue saliendo, doctora Kirk, ¿le molestaría prepararse para operar?

Cenizas de un fénixWhere stories live. Discover now