sin título 2

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Ser capaz de cuidar y prosperar un reino entero no era fácil, pero ella lo hacía con total facultad que quién la viera pensaría que es simple. El rey y la reina siempre viajaban, era la princesa y su pequeño hijo los que se encargaban de todo la mayor parte del tiempo. Aunque cuando llegaba el anochecer tendía a ponerse un poco melancólica y dudaba de su propia entereza, pero bastaba con un vistazo a las llanuras de su reino para darse cuenta de lo valiente, inteligente y buena que era. Aún así siempre había un grupo de aldeanos que no estaría de acuerdo con Romina. Es difícil gobernar para todos pero ella lo intentaba, muchas veces no haciendo lo que le gustaría o aguantando los llamados de atención de sus padres. A veces le gustaba mezclarse entre las tabernas con alguna peluca y pasar como una más, una pueblerina sin responsabilidades ni guardias reales, sólo desapareciendo en la multitud. Para después volvía reinar como ella sola.
Aquél día era diferente a los demás, sus padres estaban en el este a varios kilómetros. Llegaron noticias del reino cercano del Norte, la gente se había tomado el reino, el pueblo había decapitado al rey y se avecinaba que esto pasaría con todos los reinos en aquel continente. Ella pensó en un plan rápido, uno que acabaría con sus privilegios a cambio de libertad. Le daría el derecho a elegir a sus ciudadanos si querían que ella siguiera en el mandato o que se eligiera a otra persona, con ella dejando el cargo. La gente actuó confusa los primeros días, tenían la oportunidad de elegir por primera vez. Pero sintieron que la princesa lo hacía bien y que no necesitaban a otra persona. Luego de que los años pasaron y la princesa, ya reina no fuera capaz de cumplir sus funciones dió de nuevo la oportunidad a su pueblo de elegir. Los ciudadanos entonces, eligieron al hijo de Romina cómo su presidente. Fin.

Minicuentos 1Where stories live. Discover now