Final Armada

Cuando los demonios descendieron de los cielos

Mamari era la hija del jefe de la tribu Jakamenham, una pacífica tribu que vivía en las estepas cultivando su comida y criando a sus animales.

Siempre fue considerada una prodigio entre los suyos, siendo la más rapida, la más inteligente, la más resistente. Jamás en su vida había sufrido alguna herida y poseía una fuerza comparable a la de un tigre. 

Era capaz de perseguir a una gacela a pie y matarla de un golpe. (tomemos en cuenta que esta gente, al vivir bajo el rigor del trabajo completamente manual, tienen casi 5 veces la fuerza de una persona actual).

Sus días pasaban extremadamente monótonos. Se levantaba, comía, cazaba, volvía y dormía. Todos los días durante toda su vida. Toda su vida? Que había sucedido durante su infancia? Donde nació? Nadie lo sabía.

Lo único que recuerda es haber despertado en la tienda de su padre, con un fuerte dolor de cabeza, y una extraña voz diciendo palabras incomprensibles, en algo como un susurro dentro de su cabeza. Nadie sabe sobre su infancia, ni siquiera su propio padre, cosa que siempre le ha parecido curioso. Tal vez algún accidente o algo  muy doloroso que nadie quiere recordar.

Todo lo que sabe es que ella es la más fuerte de la tribu, y debe proteger  los suyos.

Pero un día, en el que ella se encontraba lejos de la tribu, persiguiendo una manada de conejos, sucedió algo que nadie habría esperado ni imaginado, y que cambiaría el rumbo de su vida para siempre.

Era medio día cuando el sol dejó de brillar como siempre. Mamari se levantó e intentó ver que era lo que cubría la luz de sol, y lo que vio le dio un vuelco a su corazón.

Una bestia gigantesca, más grande que una montaña, descendía desde los cielos haciendo un sonido que le revolvió el estómago.

Creando ráfagas de viento que arrancaron cada hoja de cada árbol e hicieron huir a cada animal en kilómetros a la redonda.

De su parte inferior comenzaron a salir unas extrañas  luces moradas en forma de esfera, que al acercarse al suelo, quemaron todo lo que tocaban, para luego desaparecer, haciendo que la bestia golpeara el suelo, provocando un temblor gigantesco.

Mamari, intentando mantenerse en pie y esconderse de aquella terrible bestia, se colocó detrás de una roca que actuaba como refugio. Ahí dentro se encontró a toda la manada de conejos que estaba siguiendo, pero le dio tanta pena lo aterrorizados que estaban que los dejó vivir.

De pronto, un sonido como un crujido, como si todo el aire alrededor estuviera siendo golpeado, seguido de una luz de color rojizo invadió el lugar. Mamari se asomó para ver que sucedía.

La bestia había abierto sus fauces, y la luz venía de algo que ella desconocía que era. Un momento después, comenzaron a generarse pequeños rayos en todo el lugar, para que luego, la luz se transformara en un haz de luz que atravesó los cielos, con el sonidos de mil truenos, y que al chocar generara una gigantesca bola de fuego, seguida de un sonido ensordecedor y un temblor.

luego de recuperarse de la conmoción, Mamari se dio cuenta de algo terrible.

-La aldea!- grito ella echándose a correr. El lugar donde se genero aquella explosión era donde se encontraba su aldea.

Cuando llegó, lo que era el terreno en el cual alguna vez estuvo su aldea, ya no existía. Solo un agujero en llamas, con pequeños rayos apareciendo y desapareciendo en el lugar.

-No, no..esto no esta pasando, no...nono...NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO-

Sus rodillas cedieron del pánico, haciendo que se desplomara en el suelo. Las lágrimas fluían como un rió por sus mejillas, sus ojos, vacíos de cualquier emoción maldecían su suerte

-Si yo no me hubiera ido...si yo fuera...

Pero no pudo terminar su frase. La gran montaña que se encontraba a unos cuantos kilómetros de su aldea comenzó a temblar, trizarse y desmoronarse

-otro más'...bueno, lo que sea...solo debo morir rápido...espera, que?-dijo extrañada al ver lo que estaba emergiendo de la montaña

Un gigantesco brazo color blanco, con algunas partes y divisiones negras y una constante luz verde en varios puntos como segmentos, destrozó la punta de la montaña