Capítulo 9

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El coche se detuvo a pocos metros de mí. Coloqué mi brazo delante de mis ojos pues me molestaba la luz a pesar de que aún no había oscurecido en su totalidad. Salió de la puerta del conductor una persona que a penas podía distinguir.

— Angie, ¿qué haces por ahí a estas horas?- esa voz.

— He ido con el profesor de nuevo a la penitenciaria.- caminé hasta que vi a mi abuelo, me acerqué para que pudiera darme el beso de la frente que siempre me daba.— Iba a casa.— mi voz volvía a salir muerta igual que siempre a pesar de que en mi cerebro hay un millón de pensamientos hostiles.

— Tu madre no está en casa, vino a visitarnos esta tarde. Vamos te llevo a casa de la abuela.- dudé un momento en hacerlo, pero mis pies empezaron a moverse por si solos, lentamente hasta el asiento del copiloto.— Se va a enfadar por llegar tarde, pero no te preocupes, le diré que fue todo mi culpa.- me guiñó un ojo. Mi abuelo siempre ha sido así conmigo, nunca ha tenido ningún mal comportamiento y se ve cómodo con mi presencia, eso me hace plantearme si él me confesará algo de mi padre.

— Abuelo, ¿dónde está mi padre?- quise tantear primero el camino. Aunque a él la pregunta le pilló algo de sorpresa no se puso tenso en ningún momento.

— ¿Te han preguntado en clase?- sacó la vista de la carretera para verme asentir.— Digamos que es mejor que no veas a tu padre. Pero tampoco sé dónde se encuentra actualmente. Sé que es difícil, pero intenta olvidarte de él. Solo quiero que sepas que tú no eres la culpable de nada de lo que ha ocurrido.- se le cortó la voz, como si aguantara las ganas de echarse a llorar.- Cuando volvimos a verla, no podíamos creer que nuestras plegarias fueran escuchadas. Fue el día más feliz de nuestras vidas. Verte en sus brazos nos alertó, pero eras igual a tu madre cuando era una niña, sois las mujeres más hermosas de este mundo, eso nadie os lo puede negar.- ¿por qué me cuenta todo eso en estos momentos? Como si me leyera la mente contestó con una sonrisa.— Me es muy difícil hablar de ello, supongo que ahora, que todo esta bien me ha ayudado a superarlo. Por eso siempre me tendrás ahí, pase lo que pase.

— No lo sabía.- no entiendo sus confesiones si lo que intentaban era ocultarme la verdad.

— ¿El qué no sabías?- su ceño estaba pronunciado.

— Mamá me dijo que mi padre la había abandonado, que nos odiaba y por eso se fue.- su expresión facial me decía que no sabía de dicha mentira y eso pareció enfadarlo. Sus manos se apretaron al volante sutilmente.

Tardamos 7 minutos en estacionar en frente de la casa de la madre de mi madre. Mi abuelo me sonrió de una manera forzada para intentar tranquilizarme. De manera pausada me pidió que esperara un rato en el coche, que necesitaba hablar un rato con mi madre y con su mujer.

Si mi reloj está en hora, que lo está; han pasado 10 minutos desde que me encuentro en el coche sin hacer nada, solo me he puesto a escuchar algo de música en mi móvil para no escuchar los gritos de mi abuelo en casa.

Saqué mis cascos pues mi móvil estaba sonando la alarma me avisaba que necesitaba tomarme de nuevo la pastilla.

No la encontraba por ningún lugar de mi mochila.

Bajé del coche, pues mi madre siempre tiene alguna en su bolso. Conforme me iba acercando a la puerta, escuchaba más los gritos de las tres personas que se supone que son mi familia. Abrí lentamente la puerta de la entrada cuando el sonido de un portazo arriba me hizo fruncir el ceño.

Mi abuelo se habrá enfadado con su mujer y con mamá, se encerró en la habitación para hacer su maleta.

Caminé al salón en el que se escuchaban los sollozos de ambas mujeres. Asomé mi cuerpo en el marco de la puerta, viéndolas sentadas en el sofá, la madre de mi madre se notaba frustrada, mi mamá intentaba consolarla a pesar de que ella también estaba llorando.

PINTURAS ROJASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora