Epílogo

1K 47 16
                                    

Acabo de recordar que nunca subí el epílogo, mil disculpas. Espero que lo disfruten, más vale tarde que nunca.

Algunos años más tarde...

Nuestros días en la universidad y la loca juventud habían quedado atrás hace bastante tiempo, la graduación había tomado lugar hace un poco más de cinco años y la vida ahora era completamente diferente. Cada vez nos veíamos menos, cada uno tenía una diario vivir muy agitado por lo que era difícil coincidir. Por suerte siempre teníamos los sábados, era la cuarta vez en el mes que nos juntábamos en casa del Vargas mayor a compartir y disfrutar de la compañía. Los sábados se habían vuelto sagrados, y aunque en ocasiones alguno no podia asistir, sin duda ya era nuestra tradición. Isaza y yo estábamos encargados de llevar el postre, la idea nos hacía mucha ilusión y queríamos sorprender ya que Martín y Laura habían dejado la vara alta con su postre de tiramisú un sábado atrás.
Mi querido novio se encontraba en la habitación terminando de vestirse, escuchaba como regañaba casi en silencio. Me acerqué hasta el marco de la puerta y reí al ver que sus pantalones favoritos se le caían. Juan Pablo había cambiado su aspecto, estaba delgado pero bastante saludable, su pelo casi pasaba sus hombros y su barba permanecía perfilada. Sus sesiones con su terapeuta se habían vuelto algo recurrente por al menos dos años ya que todo lo que pasó le había dejado secuelas no muy agradables, pero por suerte en el presente su mente y autoestima estaban tranquilas. Solté una carcajada al escucharlo mal decir.

- Juro que mi ropa me odia – dijo divertido mirándome.

- Recuérdame que te acompañe a comprar ropa nueva.

Hizo una mueca.

- O siempre puedes volver a engordar y podrás usarlos nuevamente – bromeé.

- Estar así de bueno es difícil.

Rodeé los ojos y me dirigí a la sala para guardar las cosas que necesitaba en mi bolso. Isaza me tomó de la cintura sin dejarme avanzar, me volteó y comenzó a dejar besos por toda mi cara. Estuvimos unos segundos disfrutando de los besos que el intentó que tomaran otro rumbo pero lo detuve o no llegaríamos a tiempo con los chicos, y no quería aguantar sus burlas.

*

Inevitablemente llegamos veinte minutos tarde por culpa de Isaza, últimamente estaba demasiado cariñoso, y no me quejaba pero llegaba tarde a todas partes. En la mañana no me dejaba levantarme, en las tardes solo quería regalonear, y por las noches mejor ni les cuento. El adorable Carlos nos abrió la puerta de la casa de su tío, llevaba en sus brazos a uno de los gatos de Simón y bruscamente lo soltó cuando nos vio.

- ¡Tío Isa! – gritó con alegría, saltando a sus brazos.

- Hola pequeño, ¿Por qué abres la puerta? ¿Dónde están tus padres? – dijo mi preocupado novio.

Carlos se encogió de hombros, se soltó del agarre de Isaza para pasar a mis brazos.

- Mi mamá dice que el tío Isaza no te suelta, por eso llegan tarde.

- ¿Eso dice?

- Si, ¿Por qué no sueltas a la tía Julieta? – miré a mi novio riendo – tío Villa dice que es malo no compartir.

- ¿Te cuento un secreto? – sugirió Isa.

El asintió divertido, tapándose la boca con sus pequeñas manos y escuchando atentamente.

- Es la tía Julieta quien no me suelta.

Le pegué mientras el pequeño corría hacia el patio trasero, Isa tomó mi mano y fuimos hasta donde nuestros amigos. Tal y como lo había previsto sus bromas se hicieron presentes, le regañe a Laura por las cosas que decía frente a su hijo mientras Isa los regañaba por dejarlo abrir la puerta, después de todo solo tenía cuatro años. Lo que empezaba como una parrillada de amigos por la tarde casi siempre terminaba en todos un poco bebidos riendo a carcajada limpia y hoy no era la excepción. A una hora prudente Martín quiso ir a acostar a su hijo a una de las habitaciones pero estaba muy entretenido en las sentado en las piernas de Isaza con el sombrero cubriéndole casi toda la cara. Miré la escena enternecida.

- te mueres por tener un hijo de mi amigo - bromeó Martín, quién estaba sentado a mi lado.

- ni lo menciones, ahora no es el momento.

Se levantó y con un poco de dificultad logró llevar a Carlos escaleras arriba. Nos quedamos los siete solos, igual que en los viejos tiempos, mi vaso estaba vacío así que fui hasta la cosina para servirme algo. Villamil estaba de espaldas, lo sorprendí con un abrazo.

- ¿Sigues molesto?

- Rompiste tu promesa - se limito a decir.

- Villa, sabes que no era mi intensión pero han pasado cinco años y quiero hacer mi vida con Isaza en otro lado.

- Ya lo sé, no estoy enojado solo que voy a extrañar verte todos los días.

- Nos seguiremos viendo, no me voy del país solo me cambio de casa.

- Igual se me hace extraño que te vayas tu y no yo, después de todo el apartamento es tuyo.

- te vendí la mitad, ¿Recuerdas?

Volvimos con los demás que nos esperaban atentos, Simón y Natalia querían anunciar algo que ya todos nos imaginábamos. Se tomaron de la mano, sus ojos demostraban que estaban nerviosos, los mirábamos impacientes.

- Estamos embarazados - soltó Simón.

Nos quedamos un segundo en silencio mirando a la pareja sin poder aguantar la emoción, no era algo que nos sorprendiera ya que llevaban un poco más de un año casados, a diferencia de Laura y Martín que tenían un hijo pero sin estar casados. Saltamos de la emoción para abrazar a los futuros padres, y luego empezó una disputa por quiénes serían los padrinos. Isaza y yo quedamos automáticamente descalificados porque ya éramos los padrinos de Carlos pero aún así participamos en la discusión.

En un momento de la noche me alejé de mis amigos, los miré un poco nostálgica y mil pensamientos se vinieron a mi cabeza, recordando todo lo vivido con aquellas lindas personas. Pensé en Susana, gracias a ella había conocido al amor de mi vida y a mis mejores amigos, ella ya no estaba en Bogotá pero seguíamos hablando y viéndonos de ves en cuando. Pensé en todas las cosas que podían haber pasado si yo no hubiese aceptado volver con Isa la primera vez que lastimo mi corazón, probablemente estaría con Villamil o quizás no tendría a ninguno en mi vida, me sentí nostálgica y era raro, ¿Cómo se podía extrañar algo que aún tenías?

Mi mejor amigo se acercó a mí y me abrazó por los hombros, ¿Cuando se lo vas a decir? Preguntó sin mirarme. Espero que no llegue nunca ese momento, contesté neutra. Villa me dió una palmada de apoyo y seguimos la noche como si nada hubiese pasado, la vida nos sonreía a todos y esa pequeña familia que estábamos formando entre todos se hacía cada día más grande.

Fuiste una bala perdida. TERMINADAWhere stories live. Discover now