Epilogo. 5/7

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EPILOGO

Parte 5/7

Adam me sacó de detrás del carrito sin soltar mi mano y se colocó justo enfrente de la cara de Ryan. Se alzaba sobre él.

—Si yo fuera tú, ni siquiera la miraría a menos que estés listo para volver a la cárcel, imbécil. Y permanece alejado de Mía —rugió.

Oí el grito de asombro de la bella pelirroja.

El rostro de Ryan palideció y no respondió.
Adam se dirigió a la pelirroja. —Vamos, te voy a llevar a casa. —La mano que no sostenía la mía se envolvió alrededor de su cintura y la condujo hacia adelante mientras me arrastraba detrás. Sus ojos aturdidos me miraron con culpabilidad.

Sólo podía imaginar cómo se veía para ella.

—Puedo caminar sin tu ayuda, muchas gracias —le contestó Mia a Adam.

Miró hacia ella.

—Creo que sé mejor que nadie lo bien que puedes caminar —espetó él de nuevo, sus últimas palabras recortadas, pero aún no la dejó ir—. Caminar para marcharte era casi la única cosa que hacías bien.

No tenía ni idea de lo que estaban hablando, pero no sonaba bien. La pelirroja tragó saliva y apartó la cara. —Todavía eres un idiota —dijo en un susurro furioso.

—Si eso te ayuda a dormir por la noche, cariño, entonces voy a ser el mayor idiota que hayas conocido.

—¡Adam! —grité con vergüenza. ¿Por qué estaba siendo tan grosero con ella?

—Mantente fuera de esto, April —ordenó él y yo estaba a punto de abrir la boca con una respuesta cuando me miró. Vi el dolor en sus ojos, un dolor grave.

El tipo de dolor que me dijo que esta mujer le había hecho daño.

Me mantuve en silencio mientras nos metimos en el vehículo.

Adam la puso atrás y me hizo sentarme en la delantera.

—¿Adónde te estoy llevando? —preguntó, y ella le dio tranquilas instrucciones para llegar a una casa a pocas cuadras de distancia.

Cuando llegamos, Mía saltó del vehículo antes de que Adam se estacionara. —Estaré de vuelta —refunfuñó echando humo, y luego se bajó y la siguió.

Miré por la ventana mientras tenían una acalorada conversación fuera de su puerta principal. Durante el primer par de minutos, no vi nada, pero la boca de Mía se movía rápidamente mientras hablaba.
Adam estaba de espaldas a mí.

Mía seguía girando su rostro como si fuera verbalmente abofeteada, hasta que finalmente apareció el cambio de papeles y él comenzó a apartar la vista de ella.

Me moría de ganas por saber lo que estaba diciendo y tuve la tentación de bajar la ventanilla.

A medida que la conversación se hizo más intensa y sus cuerpos se fueron acercando el uno al otro, mi cara se acercó tanto a la ventana que casi chocó con mi nariz. Entonces, sin previo aviso, vi como Adam agarró la parte posterior de su cabeza y su boca cayó sobre la de ella.

¡Oh. Dios. Mío!

La pelirroja fue una estatua sólo un breve segundo antes de que se relajara contra él. Finalmente, él levantó la cabeza y le dijo algo que la hizo congelarse de nuevo.

Ella habló una vez más y él dio media vuelta y se alejó sin mirar atrás.

La pelirroja no se movió hasta que Adam tenía la puerta abierta de su Tahoe, y luego ella abrió la puerta de su apartamento y desapareció en el interior.

—No quiero hablar de ello —soltó Adam furioso en mi dirección tan pronto como cerró la puerta—. Yo la amaba y ella me dejó, eso es todo. No preguntes.

¡Era tan irritante!

***

April, nena.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora