Capítulo II

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XX/XX/XXXX

Me desperté gracias a un dulce aroma de algo que se cocinaba en algún lugar de la casa, seguí el olor con los ojos un poco cerrados, hasta al fin dar con el lugar de donde provenía tan apetitoso aroma. Robert y Grace parecían trabajar en equipo, preparando el desayuno para los tres. Como no quería ser una carga para ellos, cogí los platos y los llevé a la mesa. Los coloqué sobre el mueble con mucho cuidado y después regresé a la cocina para llevar más cosas; aunque al final no pude, ellos ya llevaban el resto. Nos sentamos todos en la mesa, ellos diciéndome «buenos días»; supuse que no decían nada malo por el tono y la manera en la que lo decía, haciendo que respondiera con las mismas dos palabras. Parecieron bastante contentos al escucharme decir aquellas simples palabras, seguramente les había alegrado la mañana. Habían preparado unos círculos dorados, que realmente olían bien y estaban un poco calientes. Señalé la comida, antes de escuchar como respuesta «pancakes». ¿Así se llamaban? Tenían una pinta deliciosa, la verdad. Les sonreí con delicadeza, esperando a que la comida se enfriara un poco más antes de poder consumirla. Grace bebía un líquido marrón y humeante de su taza; confundida, le señalé la taza, siendo respondida por el que acababa de tragar un trozo de pancake.

- Ah, eso es café, y está muy caliente. -Gracias a lo que me dijo, sabía que se llamaba café, pero no la razón por la que echaba humo o vapor de agua, no estaba segura-.

Suspiré y comprobé si mi pancake estaba bien de temperatura, cosa que no fue; aparté el dedo de golpe al haberme quemado. Escuché unas suaves risas, antes de reír con ellos, pero toda aquella calma y alegría se fue cuando escuchamos a alguien llamar al timbre. Me fui corriendo y me encerré en un cuarto de baño, echando el pestillo y esperando a que no me encontraran ahí. Apoyé mi cabeza contra la puerta, tratando de escuchar de mejor manera lo que se iba diciendo en el otro lado. Con dificultades, pude oír una voz baja, cansada, que hablaba con esos dos yecdare.

- Chicos, ¿me podéis dejar azúcar? No me queda. -Simplemente escuchándola, era muy claro que no tenía malas intenciones. Sonreí aliviada, percibiendo sus pasos silenciosos hacia la cocina y alejándose hacia el salón. - Gracias.

Y después de aquello, la joven se fue, cerrando cuidadosamente la puerta de la entrada, permitiéndome así salir de nuevo y regresar con Robert y Grace. Me miraron aliviados al comprobar que estaba bien, pero se confundieron un poco al verme señalar la puerta, confundida.

- Ah, se refiere a Louise. -Pareció aclarar Robert. - Ella es una amiga de aquí, de Colorado.

Me confundí más con esa extraña palabra. ¿«Colorado»? ¿Acaso era aquello un nombre? A saber, a lo mejor se trataba de cómo denominaban su planeta. Cuando aprenda mejor su lengua podré comunicarme mejor con ellos; pero por ahora, debo escuchar muy atentamente lo que dicen para poder aprender. Me retiré a la mesa y finalmente probé la comida, ahora mucho más fresca; realmente ese yecdar cocinaba de escándalo. Ellos también terminaron sus respectivos desayunos junto a mí, sin decir palabra. Cuando hubimos recogido la mesa y yo empezaba a lavar la vajilla, escuché unos pasos con garras algo afiladas se acercaban a mi posición. Miré hacia la puerta, encontrándome con una pequeña criatura con muchas plumas de colores, sobre todo rojo. Movió un poco su pico y se me quedó mirando, hasta que Robert reclamó al pequeño, que al parecer se llamaba Washington, y era un nombre curioso para una criatura tan curiosa como ella, a decir verdad. Sonreí al escuchar a ese pequeño hablar con su dueño, con una voz algo cómica, cosa que me provocó una risa. Continué fregando la vajilla, sin entender lo que se decían ese ser y ese yecdar, aunque realmente no me importaba, parecían llevarse bien. Cuando al fin terminé de fregar los platos, regresé con Robert y Grace que se encontraban en el salón; el primero acariciando al animal y la segunda mirándoles con calma.

Grace dio unas suaves palmadas al sillón, mirándome; yo me acerqué y senté a su lado, provocando una sonrisa por su parte. La miré y también sonreí, apoyando mi cabeza sobre su hombro, tranquila. Aquellos dos yecdare eran realmente buenos, algo innato, a decir verdad. Aunque seguía preguntándome si sabía qué era el Área 51, ya que no entendía bien lo que era.

Di un suspiro suave, cerrando mis párpados con cuidado, escuchando lo que sucedía a nuestro alrededor con curiosidad. No había demasiado ruido, solo los murmullos de Robert y Washington. Sonreí al pensar que realmente estaba a salvo, o algo similar. Encogí mis piernas un poco, había sentido una presencia poco similar a la de aquellos seres; me sentía observada. Tragué saliva y me fui de allí, al baño, donde me encerré de nuevo. Debía de irme de allí lo más rápido posible; sí, tal vez los seres fueran buenos, pero no había prueba de que el resto de su especie fuera igual que ellos. Temblé al pensar en las cosas más terribles que podrían hacer esos yecdare de los cuales había oído interminables leyendas e historias. Unos suaves pasos se acercaron y llamaron a la puerta de mi escondite.

- Bai, ¿estás bien? -Preguntó suavemente Grace, abriendo la puerta con mucho cuidado. - Y deberías esconderte en mi cuarto, este no es un buen sitio.

Su rostro indicaba preocupación por mi estado; se aproximó y me extendió la mano, quería llevarme a otro lugar. La tomé con cuidado y ella me guió hasta su habitación, justo cuando alguien llamó a la puerta. Sonrió con pena y se fue de allí, cerrando un poco la puerta. Ahora estaba sola de nuevo. Observé el lugar con atención: había algunas prendas de ropa sobre la cama, dobladas; una mesa llena de papeles y otra con lo que era un aparato muy extraño, cubículos, con unos símbolos que brillaban en color rojo. Tenía miedo de tocarlo. Me quedé un buen rato con la mirada fija en aquella cosa, esperando el regreso de Grace a la habitación, temblando. Pasaron unas horas hasta que ella regresó y me encontró escondida tras una silla, mirando fijamente aquello. Soltó una risa suave y me sacó de allí con calma; acercándome a la cosa y explicándome más o menos lo que era. Aunque no entendía. Se llamaba «despertador», o algo así. Su función todavía era desconocida para mí.

La joven cogió la ropa que había sobre su cama y estuvo a punto de quitarse la suya, pero no lo hizo, me miró con una mueca, así que me giré para no verla. Unos momentos después, me tocó el hombro y yo me volteé, encontrándola con otra ropa puesta. La que se había quitado la metió dentro de una especie de caja y se sentó en la cama. Me miró y señaló la cama, en la que me senté al ella pedirlo. Me señaló la ropa e hizo como si ella se la quitara, seguramente me estaba preguntando si yo me la quería quitar. Me encogí de hombros y ella fue a su armario, sacando una ropa similar a la suya (una camiseta de manga corta y unos pantalones cortos), la cual me ofreció. No sabía qué decir o hacer, así que decidí probar aquel ropaje de los yecdare. Una vez sin lo que era mi ropa, comprobé si Grace me miraba; no era así. Aunque realmente no importaba si lo hacía, los Buunerska somos agénero y no teníamos partes que nos diferenciaran en géneros distintos como a los yecdare. Me puse lo que ese ser que me atrevería a llamar amiga me ofreció y le toqué el hombro para que me viera. Soltó unas palabras con una sonrisa, seguramente un cumplido y me acerqué a una especie de cristal en el que me reflejaba para verme. Aquella ropa no me quedaba del todo mal, debía de admitirlo. Sonreí un poco y escuché a Robert acercarse y, al verme en ropa de su especie, pareció sorprendido.

- Oye, le queda bien. Quizás haya una manera de meterla en la sociedad sin que nadie se dé cuenta. -Comentó con una sonrisa, estirando sus brazos y sonriendo con suavidad. Dio un bostezo antes de irse, apagando la luz como por arte de magia-.

La chica me ofreció dormir con ella aquella noche, no me negué, no querían hacerme daño. Cerré los ojos y suspiré, nerviosa, iba a ser el segundo día en aquel lugar tan extravagante llamado Lijkou.

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⏰ Last updated: Feb 23, 2020 ⏰

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