Capítulo 3

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Lance atravesó el pasillo de mármol blanco, el cual estaba cubierto por una impoluta moqueta azul, la cual hacía juego con las cortinas de cordones dorados que caían a ambos lados de los enormes ventanales que componían prácticamente la pared de l...

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Lance atravesó el pasillo de mármol blanco, el cual estaba cubierto por una impoluta moqueta azul, la cual hacía juego con las cortinas de cordones dorados que caían a ambos lados de los enormes ventanales que componían prácticamente la pared de la segunda planta del castillo. Sería allí donde se alojarían los invitados que asistirían al baile que se celebraría dentro de doce días, razón por la que Lance había sido contratado y motivo que lo había llevado a tener que citarse con la maestra de ceremonias.

La doncella que lo guiaba era baja, pero se movía con agilidad, y las faldas de su vestido azul pastel se mecían a cada uno de sus pequeños aunque rápidos pasos. Llevaba la melena oscura como el carbón recogida en un moño alto y de sus orejas puntiagudas colgaban dos finos pendientes de plata, un posible regalo de la princesa.

Lance apretó los puños cuando vio que la doncella se detenía frente a una puerta de roble blanca, procurando aparentar serenidad a pesar de que tenía los nervios a flor de piel: había escuchado que la maestra de ceremonias podía llegar a ser tan implacable como el rey, y que su minuciosidad se asemejaba a la de un halcón acechando a su presa.

— Señorita Holt... — pronunció suavemente tras llamar a la puerta con los nudillos.

— Pasa Janiel— respondió una voz desde el interior de la habitación.

La doncella cerró su mano alrededor de la manivela dorada de la puerta y la abrió lo suficiente para colarse sin que Lance tuviera tiempo de ver qué le deparaba el interior de la sala.

— El jardinero la espera fuera.

— ¿El jardinero?— gruñó el muchacho por lo bajo al tiempo que se cruzaba de brazos, pues, a pesar de que Janiel había procurado hablar lo suficientemente bajo como para que no la escuchara, a Lance no se le escapaba que hacía poco le había dado su nombre para que pudiera presentarlo correctamente ante la maestra de ceremonias.

— Hazlo pasar.

El cuerpo de Lance se tensó casi de forma mecánica y las manos comenzaron a sudarle un tanto, producto de sus nuevos nervios. Janiel lo invitó a pasar una vez hubo salido de la habitación, pero cuando el jardinero hizo ademán de entrar, la alteana se interpuso en su camino y señaló con reproche la piel morena y expuesta de la parte superior de su pecho, y es que Lance se había desabrochado varios botones de la camisa mientras trabajaba bajo el calor de un sol impasible.

El muchacho asintió a modo de agradecimiento y se apresuró a cerrar el cuello de la camisa antes de entrar, justo antes de que Janiel cerrase la puerta a sus espaldas. No tuvo tiempo de pasear la vista por el espacioso y bien iluminado habitáculo, pues sus ojos se encontraron de bruces con la mirada café de un joven de pelo corto y castaño que lo observaba con interés por encima de unas gafas redondas.

— Siéntese, McClain— declaró al tiempo que señalaba una de las butaca tapizadas en terciopelo azul que había al otro lado del escritorio.

Lance frunció el ceño: estaba casi convencido de que aquella era la misma voz que había estado hablando con la doncella, pero no podía tratarse de la maestra de ceremonias. Miró a ambos lados de la sala un par de veces antes de tomar asiento frente al escritorio y torció un tanto el gesto: quizás aquel chico estaba sustituyéndola o algo por el estilo.

Dear you [Klance]Where stories live. Discover now