Por primera vez

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Izuku es un adolescente enérgico y curioso, la gente del pueblo lo ve con aprecio pues a pesar de su difícil situación el siempre mantiene una hermosa sonrisa en su rostro, además de ser sumamente tierno, pues sus hermosos ojos verdes y rizos del mismo color lo hacen destacar, además de esas mejillas decoradas con pecas que se ruborizan al sonreír.

Los primeros rayos del sol anuncian una nueva mañana, Izuku se levanta pues es hora de comenzar a trabajar. Necesita llevar comida para su madre, quien aún duerme arropada en su futón. Últimamente no ha tenido mucha suerte con la pesca en el río, pero hoy se siente optimista, debe dar su mejor esfuerzo por Inko, su madre.

Dobla su futón y lo guarda, se coloca en la espalda un canasto de paja con asas largas, que él mismo fabricaba para vender, antes de llegar a la puerta ve a su madre que sale del futón quedando sentada.

-Mamá, buenos días, ya voy a salir.

Inko lo veía con preocupación, Izuku siempre se levantaba al amanecer y trabajaba hasta el atardecer. Por culpa de su enfermedad ella no podía ayudarlo.

-Lo siento mucho Izuku, lamento tanto no poder ayudarte.

-No te preocupes mamá, tú solo concéntrate en mejorar. Te dejé té en la tetera, bébelo cuando gustes.

-Gracias hijo. La sincera sonrisa de su hijo la tranquilizaba, mas su corazón de madre dolía al verlo esforzarse tanto.

-¡Ya me voy mamá!

Salió de casa, dirigiéndose a los campos de arroz.

<Hoy llevaré algo delicioso para comer... ¡quizás un pez enorme!>

Tenían varios días solo comiendo arroz, hoy quería llevar algo de carne para que su madre recuperara fuerzas. Debía ganar dinero también pues su madre necesitaba medicinas. Con su canasto en la espalda y una caña de pescar en el hombro sonreía al ver el sol iluminando su camino, en su cuello destacaba un pequeño talismán rojo que llevaba escrita la palabra "protección", era el último recuerdo que le había su dejado su padre antes de morir, por ello lo usaba todos los días atado a su cuello con una pequeña cuerda.

Todas las mañanas ayudaba al señor Aizawa en sus campos de arroz, así en cada cosecha el le pagaba con dos sacos llenos des arroz, que eran su fuente principal de alimentación durante el año. En las tardes se dirigía al río a pescar para vender su pesca en el mercado y comprarle la medicina a su madre.

°°°

La tarde era fresca, el sol se reflejaba en las aguas cristalinas, las piedras en el fondo del río brillaban de distintos colores, Izuku amaba esa vista, pero hoy no podía alegrarse ni siquiera con esa belleza. Su canasto seguía vacío y calculaba que solo le quedaban unas tres horas con luz.

-Rayos hoy tampoco he podido pescar...

Triste se colocó la canasta de paja en la espalda y tomó su caña, para marcharse. Más adelante en el camino de regreso al pueblo observó a su amigo rubio que corría hacia el río.

-Hola Denki. Lo saludó alzando la mano en el aire.

-Izuku, ¿Vienes de pescar?

-Si... aunque no tuve suerte de nuevo. El rubio notó su tristeza y se acercó a susurrarle un secreto.

-Sabes... Escuché de mi primo Eijiro que en el bosque sagrado hay un manantial lleno de peces enormes, podrías ir allí y traer uno para tu madre y algunos para vender en el mercado.

-P-pero dicen que el bosque sagrado es protegido por un lobo demonio ¡Que te devora si entras!

-¡Solo asegúrate de que el demonio no te vea! Él dice que vio peces de este tamaño. El rubio extendió sus brazos, tratando de mostrarle al pecoso cuan grandes eran los peces del manantial.

Mi Amado Demonio - KATSUDEKU - Where stories live. Discover now