Tenía la culpa.
Él era el absoluto victimario de que su amor se apagase; de que su llama se extinguiese y dejara cenizas que nunca jamás se encenderían de nuevo.
Él era el único asesino de un amor perfecto.
One shot "navideño".
||No es triste, por...
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Lo había perdido o... O lo estaba perdiendo. Perdiendo todo lo que amaba, todo lo que lo había hecho sentirse humano; uno amado, uno completo y entendido.
Había aceptado a Stiles una noche de fiesta. No una cualquiera. Era la fiesta que su poco cuerdo tío había organizado con invitación abierta únicamente para no dejarlo sentirse solo y miserable en su cumpleaños 22.
Vamos, que medio pueblo había llegado a su loft y se había embriagado tan pronto como sus sistemas les permitieron.
Él no podía; o al menos no había una forma que conociese que le permitiera embriagarse por su condición de hombre lobo. Eso no era lo peor. Lo peor había sido ver a su manada divertirse abiertamente absolutamente absortos del motivo de aquella fiesta. Sí, todos estaban ahí, pero nadie sabía a ciencia cierta el porqué.
- Quita esa cara sourwolf, es tu fiesta. – reprendió aquel chico por el cual había comenzado a sentir extrañas sensaciones con las cuales no estaba del todo cómodo. Era Stiles, no quería que por su culpa algo malo le sucediese... como sucedía con cada persona que él quería. – En serio nunca sabré cómo puedes decir tanto con tus cejas. Te admiro por eso. – sonrió con aquellas mejillas levantadas tan arrolladoras que le comían los nervios al mayor. – Feliz cumpleaños Derek.
- Gracias. – y aunque no le sorprendiera del todo que Stiles fuera el único de los presentes que se acordara, sí que agradecía que precisamente fuera él. – ¿Te la estás pasando bien?
- Sí, uh, estuve bailando con una chica.
- Qué bien. – sabía que en algún momento pasaría, y era lo mejor. Stiles no podía entrar a su vida, el chico merecía más que un corazón desconfiado y un amor medido.
- Sep, pero luego ella me contó que le gustan las niñas. – rió encogiéndose de hombros y el ojiverde soltó un suspiro de satisfacción. – Y luego me preguntó si a mí me gustaban los niños.
- Y qué le dijiste. – Derek lo escuchó reír de nuevo y dar una suave pasada de su hermosa mirada por el lugar.
- Que no. – admitió dándole una larga sorbida a la cerveza en su mano. El pelinegro asintió aceptando su derrota. – Le dije que solo me gustaba un niño. Tú.
Esa noche se habían besado y se habían abrazado como lo habían estado deseando sin decirlo. Esa noche Derek había aceptado a Stiles como el único y verdadero amor de su vida.
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