primero

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  La fuerza, el dolor y el libido regían sus vidas. Quemando como fuego ardiente el deseo incontrolable de su interior.

  Su cuerpo fue empujado con fuerza, chocando su espalda con fuerza contra la pared. Unas manos lo sujetaron por la cintura y muslos, rasguñando un poco su piel. No fue capaz de reprimir un jadeo ante el golpe, sujetando los hombros de la persona que lo apresaba. Se mordió los labios con fuerza, con ojos entrecerrados. El jadeo fue indetenible, acompañado de un gruñido. Estaba luchando por controlarse.

  Tiró con fuerza del cabello contrario, jalando de los mechones color rosa cual durazno, sin importarle el dolor que pudiera causar. Apretó sus dientes, sujetando con una mano el mentón del chico frente a él.

  Un escalofrío recorrió su espina dorsal, dándole un movimiento errático a todo su cuerpo cuando unos labios fueron a su cuello. La boca dejó húmedos besos y chupetones por toda la extensión de piel que se encontraban, acompañado con las caricias que proporcionaba en la piel de los muslos.

  Gimió alto cuando las embestidas en su interior aumentaron, pudo sentir con precisión el miembro entrando y saliendo con furia de él. Maldijo ante la necesidad de frotarse contra el cuerpo que arremetía con salvajismo en él. Su pene estaba duro y goteante, llevándolo de lujuria derretida en deseo puro por querer satisfacer su necesidad de tocarse.

  La conexión carnal que los mantenía unidos lograba enloquecerlos a ambos, rasgando, besando, chupando y frotándose como podían ante el instinto animal que nacía de ellos. Eran máquinas de placer, sacando de su sistema todo lo que tenían para el otro. Los jadeos y gemidos daban sinfonía al lugar como música, un coro de la cúspide de su clímax.

   —Ahg, Jeno —pronunció el de cabello claro, jadeando cuando un nuevo tirón se hizo presente en su cabellera. Levantó la mirada como pudo, tratando de mantener el equilibrio con el cuerpo que estaba soportando.

   —No te detengas —ordenó el pelinegro, hablando con voz gruesa y seria. Soltó una risa al ver las lágrimas querer salir de los ojos del contrario, golpeando con algo de fuerza la mejilla del pelirosa—. Te dije que no te detengas, inútil.

  El menor, que hizo un esfuerzo por no perder el equilibrio, chilló de dolor ante el golpe que dejó ardiendo su mejilla. Ocultó su rostro en el cuello del pelinegro, procediendo a volver a dejar besos y algunas mordidas en la piel blanca que el otro poseía.

   —¿Acaso te pedí que te escondieras, pequeña mierda? —preguntó con enojo el pelinegro, encajando sus uñas en la piel de su espalda. Enterró con fuerza, por lo que las marcas serían notorias—. Hazlo más rápido, JaeMin. Deja de actuar como un bebé y fóllame como es debido.

  Recibió un sollozo como respuesta. La orden fue acatada a los pocos segundos, haciendo las embestidas más rápidas y fuertes.

  Empujó de nuevo el cuerpo contra la pared, buscando un punto más profundo. Las lágrimas volvieron a acumularse en sus ojos ante el flujo de sensaciones. Las paredes de la entrada de su compañero apretaban tan bien de su miembro, casi sentía sus piernas temblar por el placer.

   —Ahg, ohh, enserio eres patético. ¿E-eres incapaz de dar una buena follada, o estás ya, ah, acostumbrado a que yo te folle? —los insultos y palabras hirientes salían como dagas de los labios rojizos e hinchados del pelinegro.

  Pero, a pesar de estar soltando ofensas al menor, su cuerpo se mostraba en desacuerdo. Su pene seguía duro entre sus piernas, el glande sobresalía rojizo y mojado. Las venas de su polla estaban tensas, y su próstata era castigada una y otra vez al punto de casi desgarrar su culo. Sus pezones estaban duros y erectos, y sería incapaz de mantenerse de pie por sus temblorosas piernas de gelatina.

Christmas Dinner── ⋙NOMINWhere stories live. Discover now