33.✞три́дцать три✞

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Jimin se paró en medio de la sala de estar, intentando controlar aquel nudo en la garganta.

La casa nuevamente se hallaba vacía, sumida en el silencio. Su pecho dolía, de sólo recordar la vista de Jungkook marchándose.

Había esperado por horas a que regresara, mas no hubo rastro del castaño. El deje de aroma que aún pendía en el aire removía todo en el interior de Jimin, de la peor forma imaginable. A veces odiaba su buen olfato y su capacidad innata de percibir el aroma a Jungkook aún a kilómetros.

Sintió cuando abandonó el bosque, cuando se desvaneció de su alcance, sin la promesa de volver.Se había ido. Jimin se mordió el labio inferior, ahogando una emoción desconocida que empezaba a instalarse en su pecho. Jamás debió enamorarse de un humano.

Eran criaturas con principios y esperanzas, con una insana cantidad de empatía, de preocupación por el prójimo, antes que de sí mismos. Los humanos eran capaces de dejarlo todo, con tal de satisfacer su moral. Los vampiros eran diferentes, eran seres egoístas y frívolos. Calculadores de tomo y lomo.

La especie era reducida, por lo que era simplemente lógico, que intentasen prevalecer deuna forma u otra, si no deseaban extinguirse con el transcurso del tiempo. Para Jimin, era razonable usar la lógica para guiar sus acciones. Lo que había en la ciudad era peligroso, le había advertido a Jungkook y él había decidido correr el riesgo.

Jimin sabía que no era responsable de lo que le sucediera al pequeño; él era su propia persona. Jimin carecía de motivos para ir a la ciudad. Lo que ocurriese en aquel sitio, no era de su incumbencia. Prácticamente gruñó de rabia contra sí mismo, cuando se encaminó hacia la entrada. Esto era ridículo. Jimin no era un humano irracional para hacer cosas impulsivas. Jimin había sido criado diferente.

Su madre se habría reído de él. Pero irónicamente ella habría hecho lo mismo. Cuando salió al exterior, el aroma de Jungkook se intensificó. Frunció el ceño, agudizando su olfato,y reconociendo el familiar aroma que inundaba sus fosas nasales. No estaba lejos. Él había vuelto. Él estaba de regreso, una vez más. Jimin agradeció la velocidad conferida por los genes de su madre.

No tardó en divisar una figura a la distancia. Su expresión se apagó, sin embargo, cuando otro aroma intervino y la figura se tornó clara. Era una mujer. Se detuvo abruptamente frente a ella. La mujer se sobresaltó, dando un paso hacia atrás al verse a sí misma frente al híbrido.

Una emoción primaria atravesó su mirada, luciendo aturdida y asustada. Jimin la estudió con curiosidad, hasta que sus ojos dieron a parar con la bolsa plástica que la mujer traía entre las manos.

No fueron necesarias las explicaciones. Jimin era lo suficientemente inteligente como para unirlos hilos. Por lo que cuando su mano se asió en torno al cuello delgado de la muchacha, en su tono no hubo pizca de hesitación.

—¿Dónde está?

—Yo... no sé de qué hablas...

—Jungkook. Jeon Jungkook. ¿Dónde está?

—No me mates... Por favor...

Jimin observó cómo el pánico comenzaba a construirse en la expresión de la muchacha. Cómo hedía a miedo. Bajo cualquier otra circunstancia le habría dado lástima y la habría dejado marchar.

No obstante, las circunstancias habían cambiado. Enterró sus garras en la carne fina del cuello pálido, con la mirada fija en la cara desfigurada de la mujer, quien boqueaba desesperadamente, perdiendo el aire. Ningún sonido abandonó su boca, ni siquiera un sollozo.

Sus manos se aferraron al brazo de Jimin, intentando zafarse de su agarre. La sangre fluía entre los dedos de Jimin, deslizándose por el dorso de su mano, caliente contra su piel.

¡Vamp, Jiminie! «JIKOOK»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora