Algo que no le gusta a Thomas es que la gente lo mire atentamente cuando está haciendo algo porque es incómodo. Pues de la misma manera se siente en este momento porque estar sentado en una mesa en la esquina del establecimiento con Annette sería hermoso, pero estar con Annette y Diego a su lado era terriblemente incómodo y molesto; claro solo para él porque los otros dos no notaban la fuerza que estaba usando Thomas para no declararse ahí mismo.
El tipo aquel no paraba de llamar amor a Annette y mirarla como si fuera la octava maravilla del mundo. No es que no fuera algo como eso porque Annette es hemosa casi perfecta, pero a Thomas le molesta que alguien más vea de esa manera a quien él considera su media naranja.
—Hace tiempo que no veníamos aquí —habló Annette dirigiéndose a Thomas con notable emoción en sus palabras.
—Sí. ¿Recuerdas cuando veníamos después de la universidad? —respondió él mirándola a los ojos. —Solíamos pedir malteadas de fresa y emparedados —sonrió y le dió un trago a su vaso de jugo de naranja.
—Es cierto —Annette rió bajito y acomodó un mechón de su cabello trás su oreja. —Sinceramente me emocionaba venir acá cada martes y jueves después de pasar a la biblioteca.
—Extraño mucho esos tiempos —confesó Thomas con nostalgia. Quizá, sí se hubiera dado el suficiente valor en esa época ahora no estaría pensando que Annette se iría en cuatro miserables días con otro hombre después de firmar los papeles de matrimonio.
—Mmm…. Yo no sé de qué hablan amor —interrumpió Diego tomando de su licuado de mango. —¿De verdad venían aquí? —preguntó dándole una mordida a su sandwich de jamón y Thomas rodó los ojos.
—Sí cariño —Annette miró a Thomas y después a Diego. —Cada martes y jueves a veces también los fines de semana. Thomas solía traerme aquí porque es el único lugar en donde sirven una comida que tanto le gusta —ambos rieron al recordarlo y Annette se lo susurró a su novio.
—¡Iugh! —exclamó Diego haciendo una mueca de desagrado. —¿De verdad te gusta eso? —le preguntó incrédulo a Thomas.
—Diego es lo que a él le gusta, no todos tenemos los mismos gustos —respondió Annette tomando una de sus manos.
—Buen punto. Quizá no sabe tan mal, ¿o no Tom? —Diego lo miró a los ojos esperando una respuesta.
—No sabe mal, deberías probar algún día — respondió sonriendo.
—Quizá sí —mordió de nuevo su sandwich.
—Por cierto Tom, ¿ya te dije que Diego va a heredar la mitad de la empresa de su padre? Por eso nos vamos a Inglaterra después de nuestra boda —lo miró con emoción y él abrió con sorpresa los ojos.
—No lo sabía —dijo poniendo las manos sobre la mesa mirando a Diego. —Annette me había comentado por teléfono que su novio era hijo de un empresario, pero no sabía que ibas a tomar el segundo lugar. Eso es maravilloso Diego —le sonrió y después agachó la mirada hacia su plato.
A lo mejor Diego era una gran persona, la cual podría mantener y cuidar bien de Annette, porque claro, el peliazul le estaba prometiendo un buen futuro con el nuevo puesto que ocuparía en su trabajo, pero Thomas también tenía mucho que ofrecerle. Como su corazón hecho un morral de sentimientos por ejemplo.
Thomas amaba demasiado a Annette y no podía dejarla ir al menos sin intentar algo para detenerla.
Annette se estaba convirtiendo en su todo y no quería perderla solo porque tenía miedo de lo que pudiera pasar si se enteraba de sus sentimientos. El mismo miedo que tuvo tiempo atrás y que por eso había dejado a Annette libre de dar el siguiente paso en su vida.
Está vez sería valiente y se arriesgaría.

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Mi querida amiga || Segundo libro de My Dear
RomanceThomas se da cuenta de que sus sentimientos por Annette van más allá de una amistad, pero ¿qué puede hacer si su amiga se casa en cuatro días? ¿Noventa y seis horas serán suficientes para demostrarle que se está equivocando? Ahora arruinar su boda p...