La Ínfima Noche

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Era una tarde de viernes, bastante gélida como acostumbran a ser las tardes de Halloween, y para suerte de Cristóbal era noche de quincena.

Las calles estaban un poco vacías pero los bares estaban repletos de fiestas, muchas de ellas de disfraces. Aunque el clima suele ser triste, la gente no parece estarlo, en los bares festejan y se divierte con las festividades.

Cristóbal, un joven poco entusiasta por las festividades camina por las calles en busca de lo que el necesita en esta tarde fría, no una fiesta como se pensaría, sino una compañía más íntima. Su andar lo lleva a las calles de la Merced donde es muy bien conocida por la vida de las mujeres nocturnas, mujeres que saben satisfacer las necesidades de los hombres con frío, calentar los cuerpos de hombres y mujeres que buscan sentirse bien por una pequeña dadiva que las ayude a sentirse bien a ellas.

Cristóbal, no es exigente, pero le gusta observar antes de tomar su decisión final. Contemplar lo entusiasma, lo lleva a una emulsión de sensaciones que lo incitan a quedarse el mayor tiempo posible.

Después de tanto observar encuentra a la indicada y la invita a pasar una hermosa velada con él, la joven gustosa, decide aceptar, no solo por la compañía, sino también por la caridad que el dejara al final del poema de caricias que se recitaran en esta noche fría.

El Hotel al que se dirigían tenía unas grandes letras en color rojo, la luz xenón era tan intensa, tan lujuriosa que solo incitaba a una sola cosa... ¡pasarla bien!

La puerta del hotel estaba adornada por un pequeño felpudo aterciopelado color rojo intenso que daba la bienvenida. La luz de un rojo tenue iluminaba la recepción del hotel. La mujer que ya era conocida en ese lugar solo hizo unas señas al encargado y ambos subieron por unas escaleras estrechas, cada escalón parecía provocar la lujuria que en ellos habitaba, a medida que subían hacia su habitación también se elevaban sus ganas de necesitarse el uno al otro.

Entraron al cuarto y la lujuria comenzó a desbordarse, sentían que el cuarto no podría contener lo que dentro de su ser estaba a punto de explotar.

― Excelente noche. ― Pensaba Cristóbal ― La mejor de todas en mucho tiempo. - Se decía así mismo ―.

Antes de comenzar a vibrar en la cama y de desprenderse de todo aquello que impidiera que sus pieles se rozaran. Un fuerte golpe se escuchó unas habitaciones más adelante, seguido del sonido de un cristal al romperse y finalmente un estallido que hizo que ambos se pusieran en alerta.

― ¿Qué sucedió? ― se preguntaron al mismo tiempo.

― ¡No lo sé! -Respondió Cristóbal un tanto perplejo- Voy a salir a ver que paso. ―

Cristóbal abrió la puerta de su habitación y asumo su cabeza entre la puerta y el marco. La luz roja no dejaba ver a detalle que había sucedido, pero aun con la tenue luz pudo ver una botella de vidrio rota. La botella estaba cerca de la puerta de una habitación un poco más delante de la de ellos.

A punto ya de cerrar su puerta y seguir en lo que estaba. El grito de una mujer hizo resonar el pasillo.

― ¡Nayra! ― exclamo la mujer que estaba en la habitación con Cristóbal.

― ¿Quién? ―

― ¡Una compañera, esa es su voz! ― Respondió la mujer

Ambos salieron de la habitación para ver qué había sucedido en la otra habitación. Llegaron rápidamente y la escena que presenciaron sus ojos era terrible. Un hombre yacía en brazos de Nayra encima de un gran charco de sangre.

― ¿Qué ha pasado? ― pregunto angustiado.

La mujer solo sollozo y no pudo articular palabra audible.

La Ínfima NocheWhere stories live. Discover now