Capítulo 1 - Herida

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   Me despierto dando un violento brinco y giro mi cuerpo para sentarme en la cama y tomar el cubo de metal que reposa a mi costado para vomitar. Cuando termino, tengo la garganta seca y agrietada, y las lágrimas caen por mis mejillas. Todavía recuerdo su voz, su asquerosa voz que me produce arcadas a pesar de que no tengo nada más que largar. Ya no me queda absolutamente nada.

Me seco las mejillas con el dorso de la mano y me levanto tratando de ignorar los latidos de mi cabeza. Deslizo mi mirada por todo el lugar, porque todavía no puedo acostumbrarme a la que, de ahora en adelante, es mi nueva habitación. Se supone que soy una amenaza latente y que, por lo tanto, no tengo que estar cerca de los soldados. Otro requisito idiota del gobierno. Lástima que Historia no pueda cambiar las cosas tan rápido, aunque siendo sincera, tampoco tengo fuerzas para replicar nada.

La ventana me devuelve mi propio reflejo, aunque es una Lyanna ajena: sus ojos delatan la falta de sueño bajo esos surcos marcados y los cabellos que no se le han pegado al rostro por el sudor, descansan salvajemente a sus costados, finos y sin brillo alguno. Me causa repulsión.

<<Qué bien huele.>>

Me lo ato con rapidez y dejo escapar un suspiro mientras veo el amanecer. ¿Qué se supone que están haciendo mis compañeros? Muchos de ellos durmiendo, asumo. Son soldados relativamente normales que pueden dormir más de dos horas sin despertarse con las mejillas húmedas y sin que un cubo de vómito forme parte de su decoración.

Aun así, estoy segura de que alguien no está durmiendo y que, posiblemente, esté viendo en este momento el nacimiento del sol, como yo. Las comisuras de mis labios se eleva unos centímetros cuando se imaginan al capitán cruzado de brazos, llevándose una taza de té a la boca con ese gesto tan particular, con el uniforme de la Legión puesto, preparado ante cualquier situación...

Cuando bajo la mirada me encuentro sólo una camisa y una taza en el escritorio, cuyo líquido ni siquiera he probado. Extiendo mis dedos para agarrarla por los bordes como hace él y me la llevo a los labios con dificultad, hasta que me doy cuenta de que estoy comportándome como una imbécil y dejo la taza donde estaba.

El tiempo que me queda lo empleo en buscar un uniforme limpio. El cambio de habitación fue repentino, así que las cosas siguen ahí, tiradas. Bueno, todos menos la capa de Tris.

<<Si ella viese todo este desorden, se pediría el día libre para doblar y guardar todo.>>

Salgo de la habitación para entrenar, así al menos voy a despejarme de todos los pensamientos que no paran de asfixiarme siempre. Al cerrar la puerta, su voz me asusta.

—Te ves terrible —me dice. Tiene unos documentos bajo el brazo—.

—Gracias. Siempre es un gusto que mi amable capitán me de los buenos días. Ya sabes, como para empezar con el pie derecho.

Levi comienza a caminar, con el ceño fruncido, hasta que se detiene a un paso de mí.

—¿Estás siendo sarcástica con tu superior? —me pregunta con seriedad.

—No, lo digo de verdad.

Me mira con desaprobación y me golpea la frente con la carpeta.

—Tu insolencia me da ganas de vomitar, mocosa estúpida. Lo dejo pasar sólo por el hecho de que recién te despiertas. Pero la próxima vez que se te ocurra dirigirte a mí de esa manera, te mando a limpiar los establos. Y sabes que lo haré.

—¿Eh? —respondo sorprendida, mientras me froto la frente. —¿Por qué asumes que acabo de despertarme?

El capitán pone los ojos en blanco y luego apunta a mis piernas con un gesto de cabeza.

Camino de aspiraciones y cadáveres [2] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora