Capítulo VIII

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—¿Nerviosa?

—Mucho. Recuerda que no he trabajado en dos años.

—Yo pasaré a recogerte y te llevaré. No te preocupes.

Después de colgar el teléfono, Jane salió del apartamento y tomó el tren para ir a su casa. Después del matrimonio, Chris decidió comprar la elegante casita en Kent. Estaba lo suficientemente lejos de la ciudad para tener tranquilidad, pero bastante cerca para que él pudiera ir y venir de Londres. En ese tiempo, a ella no se le ocurrió que la aislaba de su viejo círculo de amistades. Cuando lo notó, estaba demasiado deprimida para hacer algo al respecto.

Por supuesto que hizo algunas amistades entre los vecinos. Amas de casa que encontraba al ir de compras, la esposa del abogado, la esposa del médico. Chris quiso que invitara a toda esa gente y por algún tiempo lo hicieron, pero su enfermedad interrumpió todo eso.
Entró en la casa. Estaba vacía y silenciosa. Subió a su habitación y comenzó a hacer la maleta. Dejó la mayor parte de su ropa; sólo había unas cuantas cosas que quería. Lo último que tomó fue la foto de Chris que tenía en la mesa de noche. Se quedó contemplando el rostro atractivo de rasgos duros, cerró los ojos y luego la puso hacia abajo con dedos temblorosos. Cerró la maleta.

La sobresaltó un movimiento en la puerta y levantó la vista.

- ¡Chris!

Allí estaba, vestido de etiqueta.

—¿Vas a alguna parte? —le preguntó con ironía.

Ella bajó la vista hacia la maleta y trató de cerrarla. No pudo. Chris se acercó y la cerró sin esfuerzo.

—Gracias —murmuró ella.

Él se enderezó y metió las manos en los bolsillos.

—¿Vas a irte con Williams? —su voz era indiferente como si discutiera un problema legal con un cliente.

Ella se sonrojó.

—¡No!

—¿No? —levantó las cejas con ironía—. ¿Esperas que lo crea? ¿Después de lo que vi hoy?

—Lo has interpretado mal... —comenzó a decir ella y él la interrumpió.

—Creo que no, Jane. No había nada que se pudiera malinterpretar.

—Tom acababa de llegar. Es el apartamento de Alexa. Pasó a decirme algo.

—A mí me pareció como si se sintiera en casa. ¿Siempre visita a las personas en mangas de camisa y con un vulgar delantal? Preferiría que me dijeras la verdad, Jane.

—¿Siempre dices tú la verdad? —recordó a la mujer que vio en sus brazos y los celos la aguijonearon.

—¿Qué quieres decir con eso? —levantó las cejas sin saber de lo que hablaba.

—Nada.

—¿Tenemos que discutir esto aquí de pie? —hablaba con voz calmada y controlada y ella sintió alivio porque sabía que tenían que hablar y sería más fácil si ambos estaban tranquilos. Lo siguió a la sala y se sentaron uno frente al otro, como extraños, pero así es como habían vivido los últimos meses—. ¿Qué es lo que quieres, Jane?

—El divorcio —dijo la palabra a toda prisa.

Él se levantó y se alejó unos pasos, metió las manos en los bolsillos y le dio la espalda. Ella se lo quedó mirando y notó que comenzaba a encanecer, pero no había duda de que eso le hacía muy distinguido.

—¿Y luego? —le preguntó con una voz áspera.

Jane no estaba segura de lo que quería decir.

Celos que matan | Chris EvansWhere stories live. Discover now