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La gente que no conoce a Dakota no sabe la catástrofe que supone tenerla en tu vida. En Detroit la gente que me veía con ella expresaba una comunión silenciosa e incluso un gesto de respeto hacia mi, porque no bastaba con que todo el mundo conociera a mi madre por ser una yonkie, sino que encima Dakota siempre andaba por ahí pidiéndome que le salvara la vida. 

O, por lo menos, que la ocultara de los maderos. Justo como hacía en ese momento. Justo como terminaba por hacer siempre. ¿Por qué soportaba yo los desvaríos de la hija de Satán?

Porque en el fondo no me parecía mala, imagino. Es decir, lo era, pero no porque se lo hubiera buscado. Era mala porque la habían enseñado a serlo. Sus padres estaban en la cárcel y ella había saltado de un centro de acogida a otro, como yo. También era un poco por egolatría, pensaba. Ver el monstruo que era Dakota me hacía sentirme orgullosa de haber elegido un estilo de vida menos nocivo, pese a tenerlo todo en contra. No se lo reprochaba, porque al fin y al cabo no es asunto mío en curva quiera matarse cada uno. Eramos dos caras de la misma historia. Y, lamentablemente, había otros muchos más como ella. 

-Me encanta tu hermano, tía…- suspiró- ¿Donde lo tenías guardado?

-Aquí- puse los ojos en blanco. Menos mal que Caleb no era un imbécil de esos que se dejarían hacer de todo por una pequeña ninfómana como Dakota- Además, creo que tiene novia.

Bueno, lo suponía. Había salido bastante con la señorita Candance. Ella, al menos, en en instituto parecía más tranquila y yo eso se lo achacaba al sexo. Esperaba que me pusiera buena nota al menos ya que la sangre de mi sangre le estaba proporcionando orgasmos. 

Por suerte para mi Dakota tenía que haberse metido en una buena, porque no se atrevía apenas a salir de mi habitación y miraba por la ventana muy de seguido. Básicamente se dedicaba a escuchar música y leer revistas, casi casi sin hablar, y yo no me quejaba, pero no podía negar que era verdaderamente extraño verla así. Recordé cuando LeBlanc me había prevenido sobre mi madre “la gente así siempre vuelve, no seas tonta y no te dejes pisar”. Dakota, al fin y al cabo, era como mi madre. La única diferencia que radicaba entre ellas es que Dakota no dejaba de ser sincera conmigo y podía asegurar que eso era lo que más podía gustarme de una persona. 

Yo que sé, es muy complicado. Siempre he estado muy convencida de que las personas no tienen que ponerle nombre a todo. Que a veces ocurren cosas así, como que yo me dejara liar con tanta facilidad, como que pudiera en el fondo querer a alguien que, de entrada, era nocivo y peligroso. 

Pero así somos las personas. Como mal hechas. 

-Una vez Dakota se lió con un tío mayor que la dejó, obviamente- relaté, sacando mi bolsa de deporte de la taquilla- estaba casado y todo eso. Se coló en su casa y cambió todas las bragas de su mujer por sus tangas. Así, por ver qué pasaba. Creo- medité- que unas semanas después se suicidó. Pero tampoco me gusta pensar en eso. 

-Menuda pieza, ¿tú es que solo te juntas con lo peorcito? Lo digo claramente por Spencer. 

-Idos a tomar por culo. No sé de qué habláis, pero idos a tomar por culo- Spens ni siquiera había levantado la cabeza del libro de ciencias, tenía un examen en un par de horas. Incluso eso era mejor que una clase de gimnasia que me planteaba seriamente fumarme. 

-¿Va a quedarse mucho más?- prosiguió Aaron.

-A saber. Creo que no. Creo que en un par de días se larga- suspiré, desperezándome. Estaba de buen humor, pero solo porque no me daba problemas.- Me parece que me fumaré gimnasia. Tengo ganas nulas. 

-No sueles saltarte clases, ¿te pasa algo?¿te ha dejado embarazada un delincuente juvenil?

-Estoy con la regla y con poca paciencia, imbécil de los cojones- sonreí forzadamente y es que no tenía ninguna gana de discutir ni de justificarme. Aaron levantó las manos en signo de paz, él entendía mucho mejor que Spens y que Vini cuando necesitaba estar sola. 

Junk of the heartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora